martes, 8 de junio de 2021

Pon tu voto a trabajar

Este lema fue utilizado en la campaña de las elecciones generales de 1979, las primeras tras la aprobación de la Constitución. Se quería transmitir que los candidatos elegidos trabajarían en defensa de sus electores, como lo habían hecho en condiciones durísimas durante la dictadura.

El riesgo confirmado por la experiencia es que los electores, con frecuencia, consideran que su "trabajo" termina con la elección, se relajan y delegan el esfuerzo en los electos. Pero estos, si se afloja la presión "desde abajo", difícilmente podrán contrapesar la que los poderes fácticos ejercen siempre "desde arriba". Para poder poner a la democracia a "trabajar" hace falta algo más que depositar el voto en la urna.

Es importante entender esto. No basta el trabajo del votado si falta el del votante. Por eso hay que entender a Pablo Iglesias cuando desde su apenas estrenada vicepresidencia en el Gobierno de coalición, animaba la protesta de los agricultores, con estas palabras: "¡apretad, apretad!, porque vuestras reivindicaciones son justas y merecen ser atendidas". 

¿Cómo podía ser que desde el Gobierno se alentasen protestas contra el propio Gobierno? Pues porque para una persona de izquierdas no quedaba otra alternativa más que mostrar su apoyo.

La fuerza de un Gobierno que quiera hacer cambios políticos o económicos de calado tiene que apoyarse necesariamente en la presión popular.

Ayer mismo se publicaba en Pontevedra Viva un artículo que insistía en este punto, y en él se utilizaba un ejemplo tomado de la petición de apoyo que hacía en una ocasión histórica todo un Presidente de los Estados Unidos:

En los años treinta del siglo pasado, en plena aplicación de la segunda fase del New Deal para combatir la crisis económica de entonces, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt recibía a menudo demandas de sindicatos y organizaciones sociales que buscaban la aplicación de políticas más progresistas, con programas de ayuda y una nueva distribución de los recursos. Cuentan que Roosevelt mostraba su disposición y contestaba diciéndoles: "Ahora salid ahí fuera y obligadme a hacerlo". Y ellos se ponían manos a la obra. En 1937 se declararon en Estados Unidos 4.470 huelgas que duraron un promedio de 20 días. 

Pablo Iglesias, al igual que Roosevelt antes, había experimentado en sus propias carnes, aquella frase del jurista nazi Carl Schmitt: "el poder no lo detenta quien lo ejerce, sino quien puede cesar a quien lo ejerce". 

Y de la fuerza de esos poderes fácticos que pueden mellar las mejores intenciones de un gobierno electo, es buena prueba la limitada capacidad de los votantes para exigir el cumplimiento de reivindicaciones mediante (¡véase, véase!...) la iniciativa legislativa popular.









Res publica: ¡Apretad!

Valentín Tomé

(...)

...lo máximo que garantizan nuestras leyes son las celebraciones de referéndums consultivos, es decir no vinculantes, sobre decisiones políticas de especial trascendencia, convocados por el Rey, mediante propuesta del Presidente del Gobierno, previamente autorizado por el Congreso de los Diputados.

(...)

A pesar de las ya de por sí limitadas competencias sobre las que a la ciudadanía le está permitido hacer propuestas legislativas (así no pueden afectar a materias sujetas a ley orgánica o de carácter internacional, ni reformar ley tributaria alguna, lo que excluye la Ley General Tributaria, la Ley Reguladora de las Haciendas Locales, la Ley sobre el IRPF, la Ley del IVA), se han presentado en el Congreso de los Diputados 66 iniciativas legislativas populares desde 1977 hasta 2016.  De ellas, solo doce superaron la barrera de las 500.000 firmas, y todas fueron rechazadas salvo una que ha pasado a ser ley, con el atractivo título:

  • Proposición de Ley sobre reclamación de deudas comunitarias.

Entre las rechazadas, todas ellas pasando ampliamente del medio millón de firmas:

  • Proposición de Ley marco reguladora de la financiación del sistema educativo,
  • Proposición de Ley reguladora de la jornada laboral,
  • Proposición de Ley reguladora de la subcontratación en el sector de la construcción,
  • Proposición de Ley para la estabilidad y la seguridad en el empleo,
  • Proposición de Ley para el empleo estable y con derechos, o 
  • Proposición de Ley de regulación de la dación en pago, de paralización de los desahucios y de alquiler social.

Como se puede observar, todas las que han sido desestimadas, no hacían otra cosa más que cumplir con los mandatos constitucionales en temas de derechos sociales.

(...)

"Si votar sirviera para algo, estaría prohibido". Esa es una de las frases demoledoras que escuchamos decir a Carmen en el documental Carmen y Jimena: Futuro Imperfecto. La primera vive en Vallecas y está reconstruyendo un instituto abandonado para proporcionar un lugar de ocio a su barrio carente de recursos, y la segunda reside en Moncloa en el seno de una familia con comodidades económicas. A pesar de ser ciudadanas del mismo país, e incluso de la misma ciudad, ambas jóvenes viven en realidades radicalmente opuestas. Carmen siente que la democracia no tiene nada que ofrecerle pues piensa que es realmente impotente para cambiar la realidad de verdad, por ello invita a no votar.

A raíz de todo lo argumentado anteriormente, el lector puede pensar que mi postura es exactamente la misma. Pero no soy tan radical en ese sentido. Sigo pensando que el voto es un instrumento útil para intervenir políticamente en la realidad, pero, a raíz de toda la experiencia histórica y política, no podemos cometer el pecado de la ingenuidad; está claro que no puede ser el único, que además del voto es necesario que existan muchas Carmenes, que aprieten, que pongan a la democracia a trabajar, que construyan, en definitiva, soberanía popular. Y todo ello, esté quien esté en el Gobierno, pues como afirmaba Pablo Iglesias el verdadero poder está en otra parte, lejos de las urnas.

1 comentario:

  1. Así es. Porque si el 'defensor del pueblo' no es el pueblo mismo, entonces es un impostor.

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