domingo, 8 de agosto de 2021

Los bancos centrales y el capital financiero

Alberte Blanco Casal había escrito el libro Xeopolítica, pandemia e poscapitalismo durante los años 2018 y 2019, pero la pandemia retrasó su publicación hasta este mismo año, y lo llevó a incluir en él reflexiones sobre esta nueva crisis, sanitaria, económica y social. No es ajena a esta circunstancia su portada, que simboliza las estrategias del capital como un virus planetario, más peligroso aún que los que afectan directamente a la salud de los individuos.

La economía mundial está en manos de los  dueños de las finanzas. Casi todo el comercio internacional se realiza entre grandes empresas transnacionales; más de la mitad escapa al control de las administraciones estatales, porque se realiza a través de paraísos fiscales opacos. La escala a que operan las empresas que tienen posibilidades de competir en él hace imposible que se financien con fondos propios, obtenidos de sus beneficios o del patrimonio de sus dueños, y han de recurrir al crédito, lo que las pone en manos de los prestamistas. Al final, son estos los que acaban participando porciones estratégicamente dominantes y orientando sus políticas. Algo semejante ha ocurrido con los gobiernos, altamente dependientes de los servicios de la deuda. "Los mercados" deciden sus destinos (recordemos lo mucho que nos amenazó aquella "prima de riesgo" que podía hacer impagable la deuda pública e impuso las políticas de "austeridad").

Bajo el control de la banca privada nacieron los bancos centrales, que mantienen una gran autonomía frente a los Estados. No así frente a las "Altas Finanzas": dependen de Ellas, más que de los Gobiernos.

Del libro mencionado traduzco un fragmento en el que también se detalla el poder que los financieros tienen para acallar las críticas. Silencian las que denuncian sus maniobras siempre que pueden, recurriendo a veces a sicarios, como en el caso que se relata, para eliminar pruebas. Si en este caso el método fue destruir las planchas de impresión, años después fue la empresa Monsanto la que presionó a los distribuidores y a la propia imprenta para evitar que se distribuyera la revista The Ecologist que denunciaba sus prácticas corruptas. Destruyeron la edición completa, que acabó por publicarse en España (conservo un ejemplar).


Los bancos centrales y el Capitalismo Financiero Global

El poder que ostenta el capitalismo financiero no sería posible si los bancos centrales fuesen verdaderamente públicos, es decir, controlados directamente por el gobierno o el parlamento de cada país, y desarrollasen su política económica y monetaria en función de los intereses soberanos de sus estados, o sea, de la mayoría de los ciudadanos. Como señalan los investigadores W. Dierckxsens de Holanda, Walter Fomento de Argentina y Mario Sosa de Guatemala [48]:

El Capital Financiero Global (CFG) impone su forma de capital que, en tanto que categoría económica, asume la forma de Red Financiera Global [...] Conformada como Red Global de Cities financieras con centro en los bancos centrales de cada país --coordinados en el Banco de Pagos Internacionales o Banco de Basilea-- y como Red Global de Empresas Transnacionales (ETN's) de ensamblaje.

Según señalan esos autores, en la actualidad el 80 % del comercio mundial se realiza entre las ETN y solo un 20 % entre el resto de las entidades del sistema capitalista no globalizadas. de todo el comercio mundial, el 52 % resultaría visible a las administraciones estatales, mientras el 48 % restante transitaría por los paraísos fiscales, como la City de Londres, Delaware u Hong Kong [49], entre otros muchos lugares offshore [50]. Unos datos que dan una idea del nivel de perversión del CFG. Por una parte, sus agentes promueven una rígida legislación para someter a los ciudadanos y a los estados a sus designios; entre tanto, los banqueros internacionales juegan sin reglas, imponiendo el principio darwiniano de la ley del más fuerte. Sobre los bancos centrales abunda información contradictoria y mistificadora. Desde opiniones en defensa de su escrupulosa profesionalidad e independencia en el desempeño de sus funciones, hasta la tesis contraria, basada en las abundantes evidencias que los identifican como meros instrumentos del dominio del CFG para atar en corto la economía mundial, y de modo particular la política fiscal y monetaria de los diferentes países. No obstante, a pesar de la censura y de las campañas de desprestigio a que es sometida la literatura que se atreve a informar sobre este asunto, acusando a sus autores de fomentar «meras teorías de la conspiración», abunda bibliografía de calidad sobre el origen y funcionamiento del actual sistema bancario internacional. Uno de los historiadores más destacados que escribió sobre este particular fue el erudito norteamericano Carroll Quigley (1910-1977), historiador experto en la evolución de las civilizaciones y profesor de las universidades de Princeton y Harvard, y desde 1941 hasta 1976 miembro de la Escuela del Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown. A su amplio y prestigioso currículum hay que añadir su pertenencia, entre otros organismos públicos y privados, a los consejos de los departamentos de Defensa y de la Marina, y del Instituto Smithsonian de los Estados Unidos. El perfil de Quigley es el de un intelectual plenamente integrado en el sistema norteamericano, pero con una autonomía de pensamiento que le permitía escribir lo que pensaba, sin autocensuras, aunque no fuese políticamente correcto y le acabase creando dificultades. Eso fue lo que le ocurrió cuando publicó en 1966 Tragedy and Hope, [51], una historia del mundo entre 1885 y 1965 en la que describe en detalle la creación y evolución del sistema económico mundial entre bastidores, algo que nadie de su prestigio había hecho hasta esas alturas. Esta obra no fue del agrado del establishment, que boicoteó inicialmente su edición hasta el punto de que algunos sicarios llegaron a destruir las placas de impresión para complicar su reedición. Por eso, resulta enormemente instructivo repasar la información que Quigley virtió en su libro sobre la formación del capitalismo financiero, así como de los grupos que participaron en su promoción y los métodos empleados.

Describiendo el inicio del desarrollo del capitalismo en Europa, Quigley señala que la demanda de infraestructuras e instalaciones pesadas --líneas de ferrocarril, fábricas de acero o astilleros-- se había vuelto «insaciable» (como veremos, un término común para describir el capitalismo en distintas épocas), y las inversiones necesarias ya no podían financiarse con las ganancias y las fortunas particulares de los propietarios de las industrias. Así es como nace el capitalismo financiero moderno, simultáneo con el desarrollo de la I Revolución Industrial, que opera inicialmente para integrar el sistema industrial en unidades cada vez más grandes. Pero, con el paso del tiempo, esa política acaba control de las partes principales del sistema por los financieros. De esta manera, el poder del capitalismo financiero-industrial acabó por reducir la competencia y facilitar la formación de monopolios [52], además de debilitar los controles gubernativos, dando paso al capitalismo monopolista liderado por los banqueros internacionales. Quigley lamenta que, mientras que en las partes del sistema capitalista relacionadas con la producción, la transferencia y el consumo de bienes eran visibles y concretas, no ocurría lo mismo con las operaciones bancarias y financieras, «ocultas y dispersas», impidiendo su conocimiento cabal por los gobiernos y constituyendo un completo arcano para los ciudadanos. Aún más grave, revela que los banqueros utilizaron su influencia para eliminar todos los asuntos monetarios del control de los gobiernos y de la autoridad política, sobre la base de que serían manejados con más pericia por la banca privada [53]. Este sarcástico, frívolo y pretencioso argumento de la Alta Finanza --como vimos en el epígrafe de los Rothschild-- aún se sigue empleando en la actualidad, con la general aceptación de las autoridades políticas, de algunos «expertos», de los medios de comunicación y de amplios sectores de la opinión pública, a pesar de las múltiples evidencias en sentido contrario y del desastre que tal práctica comporta para la mayoría de la sociedad.

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Notas

[48] Dierckxsens, Walter, Fomento, W., Sosa,  M. Capital financiero global, crisis, acumulación y trabajo. La página de Win Dierckxsens, 08/05/2017. Consultado 24/11/2018.

[49] El estatuto de Hong Kong como paraíso fiscal explicaría la razón de las revueltas contra la autoridad china al intentar estas aprobar una ley de extradición a la RPCh de determinados delincuentes que operan en la isla. Las élites no pueden permitir que su negocio pueda quedar al descubierto y sus líderes indefensos.

[50] Dierckxsens, W, op. cit.

[51] Quigley, Carroll. Tragedy and Hope: A History of the World in Our Time. Ed. Macmillan. EUA 1966.

[52] Ibidem, págs. 42-43.

[53] Ibidem, pág. 47.

3 comentarios:

  1. Como dice el economista Michael Hudson, el FMI tiene su oficina en los sótanos del Pentágono.

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  2. Cambio climático generalizado, rápido e intensificado – Resumen del último informe de IPCC sobre las bases físicas del cambio climático.

    https://contraeldiluvio.es/nuevo-informe-ipcc/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=nuevo-informe-ipcc

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