viernes, 13 de agosto de 2021

Un siglo de Historia: China (II)

Los revolucionarios de Octubre habían tenido la esperanza de extender la revolución de los obreros a los países industrializados, y el sueño fracasó. Décadas después, los chinos trataron sin éxito de extender a los países colonizados la suya de campesinos. La experiencia de ambos fracasos produjo efectos en las trayectorias de los partidos comunistas, no sólo en estos países, sino en el resto del mundo. Trotskistas y estalinistas, "revisionistas" (prorrusos) y "marxistaleninistas" (prochinos), fueron el resultado de los ensayos fallidos de revolución mundial. Nuevos intentos no han cesado, pocos con relativo éxito.

El agotamiento del modelo productivo desarrollista era público y notorio para quien quisiera verlo desde la publicación del informe al club de Roma. Pero una cosa es saber y otra cambiar el rumbo. La carrera con el capitalismo continuó y acabó con la derrota de la Unión Soviética, que a diferencia de los países capitalistas carecía de ricas colonias para seguir explotándolas.

Si en la URSS la consecuencia fue una vuelta al capitalismo de corte occidental (y su propia disgregación), el PCCh resistió el embate, adelantándose a los hechos mediante un profundo cambio de estrategia, pero manteniendo el control del país. Tras la desorganización causada por la Revolución Cultural, en 1978 China cambió la vía igualitaria por la desarrollista, con resultados espectaculares por el lado de la economía, erradicando la miseria que hasta entonces sufría el país.

La prosperidad, sin embargo, no alcanza a todos por igual, y la desigualdad se ceba en los inmigrantes que acuden a las ciudades y sufren discriminaciones, porque quienes salen de la pobreza no siempre son capaces de "mirar para abajo", empeñados en hacerlo "hacia arriba".

El éxito de esta política expansiva no está asegurado, teniendo en cuenta los nubarrones de tormenta que amenazan al planeta, pero debemos considerar que, por una parte, la carrera desarrollista no puede detenerse de golpe sin provocar graves conflictos. Occidente no lo va a hacer, porque el capitalismo es una maquinaria ciega que controla a los Estados. China es el único gran país en que el capitalismo parece ser (todavía) un "pájaro enjaulado". El pájaro (fuerzas del mercado) tiene cierta libertad para volar, pero no puede salir de la jaula (planificación central).

Las democracias occidentales difícilmente pueden planificar el futuro a largo plazo, sometidas a los vaivenes de la alternancia de los grandes partidos y a las presiones del capital, que se escapa a su control por permeables fronteras. En cambio, China puede hacerlo en condiciones mucho mejores. ¿Quién podrá realizar con mayor eficacia la necesaria transición ecológica, un partido que aspira a ser un "intelectual colectivo", o un mecanismo ciego que pretendidamente "se autorregula"? ¿O no será tan ciego, y sus algoritmos especulativos obedecerán las instrucciones de ese selecto club de locos financieros, adoradores del lucro incesante?

Sigue otra entrega de trece hombres determinaron la suerte del mundo, el artículo que empecé a comentar aquí



"Mantén en alto la bandera roja", un cartel típico de la Revolución Cultural













El fardo de la historia

Parafraseando a Marx: «Los partidos hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos […]». Estas condiciones fueron particularmente difíciles para el PCCh. El país estaba subdesarrollado y su economía totalmente destruida. La Guerra Fría hacía estragos y el país estaba sometido a un embargo tecnológico por parte de Occidente. Esta situación duró hasta 1971, cuando mejoraron las relaciones con Estados Unidos.

La Unión Soviética prestó ayuda al principio de la revolución, pero en 1958 ambos países entraron en conflicto. Cesó toda la ayuda y se marcharon los técnicos soviéticos. Mao había contado con que estallaran revoluciones en varios países del tercer mundo y entonces estos países podrían formar un frente conjunto y reforzarse mutuamente. Sin embargo, estas revoluciones no se produjeron y China se encontró sola.

Durante los primeros años también había una verdadera amenaza militar por parte de Estados Unidos. En dos ocasiones, en 1954 y en 1958, el presidente estadounidense amenazó con utilizar armas atómicas contra China, que también fue testigo de cómo bajo la dirección de Nikita Serguéyevich Jrushchov la Unión Soviética empezaba a adoptar un rumbo cada vez más capitalista.

La huida hacia adelante

En estas circunstancias Mao cada vez veía más la necesidad de desarrollar el país de forma acelerada y superar el atraso en poco tiempo. En particular, propuso la consigna de alcanzar a Inglaterra en quince años. Creía poder compensar las condiciones desfavorables con una movilización masiva e incesante de la población.

El corto esprint hacia Utopía llevó a unas experiencias temerarias y locas. El Gran Salto Adelante (1958-1961) fue un intento voluntarista de industrialización acelerada del campo sin ningún estudio ni preparación seria. El partido era inexperto y carecía de conocimiento suficiente de las leyes económicas. Este intento excesivamente optimista fracasó completamente y provocó una hambruna que mató a millones de personas (7).

Mao temía que China siguiera el mismo camino que la URSS, por lo que quería hacer todo lo posible para erradicar las ideas procapitalistas dentro de su propio partido. En ese sentido lanzó la Revolución Cultural (1966-1976) (8). Esta movilización masiva se volvió totalmente incontrolable y acabó llevando a la anarquía, hasta el punto de que hubo incluso que desplegar al ejército. La Revolución Cultural fue un período trágico e hizo mucho daño al PCCh.

Con todo, la huida hacia adelante de Mao no fue un fracaso total. A pesar de los fracasos del Gran Salto Adelante y de la Revolución Cultural, China logró alimentar a su población con bastante rapidez, a diferencia de India, por ejemplo (9). Durante los primeros treinta años de la Revolución el país conoció un más que respetable crecimiento económico anual del 4,4 %. Se sentaron las bases para el rápido desarrollo industrial que comenzó en 1978. En este periodo se triplicó la renta y el Índice de Desarrollo Humano (10) se multiplicó por 4,5 (11).

Reformas económicas

Al final de este periodo, sin embargo, cada vez era más evidente que la política económica debía cambiar de rumbo. Occidente seguía disponiendo de un aplastante monopolio científico y tecnológico, lo que hacía a China particularmente vulnerable. Y económicamente el país perdía terreno frente a los cuatro tigres asiáticos: Singapur, Corea del Sur, Taiwán y Hong Kong.

En el camino hacia el comunismo, el socialismo es una larga fase de transición en la que es preferible no saltar ninguna etapa. Es lo que demostraron las debacles de años anteriores. Marx hablaba en sus escritos de la «misión histórica del capitalismo» que consistía en desarrollar las fuerzas productivas (principalmente la tecnología) (12). Es precisamente lo que los chinos querían hacer en ese momento.

Durante los treinta primeros años el acento se puso sobre todo en las relaciones de producción (propiedad) y la lucha de clases. Todo se colectivizó al máximo para lograr la mayor igualdad posible. A partir de 1978 se puso el acento en el desarrollo de las fuerzas productivas (13). Para ello se siguieron dos vías. En primer lugar, integraron en el desarrollo económico del país los efectos dinamizadores de las fuerzas del mercado. Se autorizaron los capitales privados. Todavía existía una sólida planificación a nivel macroeconómico, elaborada bajo la dirección del gobierno central y centrada en los objetivos de desarrollo mundial. Pero la planificación rígida e hipercentralizada de la fase inicial se relajó y descentralizó. Para ello se utilizó la metáfora del «pájaro enjaulado»: el pájaro (fuerzas del mercado) tiene cierta libertad para volar, pero no puede salir de la jaula (planificación central). El futuro nos dirá si se puede dominar esta dinámica de mercado controlado.

La segunda vía consistió en atraer capitales extranjeros. Los inversores extranjeros eran bienvenidos a condición de que pusieran a disposición del país una parte de su tecnología y de su savoir-faire. En muchos países del tercer mundo la apertura de la economía al exterior (comercio, inversión y flujos de capitales financieros) ha tenido unas consecuencias desastrosas. En China, en cambio, esta apertura ha tenido éxito por estar determinada por las necesidades y objetivos nacionales y por estar plenamente integrada en una sólida estrategia de desarrollo (14).

La historia de un éxito

Esta doble estrategia ha dado sus frutos. De 1978 a 2020 la tasa media de crecimiento anual ha sido casi del 10 %. Se trata del crecimiento económico más rápido que ha registrado nunca un gran país. En 75 años China habrá pasado de ser casi el país más pobre del mundo a una economía de altos ingresos. El país también ha logrado mantener su economía a flote durante las tormentas de los últimos 25 años: la crisis financiera asiática de 1997, el crac de la burbuja de internet en 2001, la crisis del SARS, la gran crisis financiera de 2008 y, más recientemente, la crisis del COVID. En lo que concierne a la crisis de 2008, Richard McGregor, experiodista del Financial Times, escribió que «China estaba mejor equipada que cualquier otro lugar del mundo para hacer frente a la recesión repentina» (15).

La tecnología y la ciencia también han avanzado mucho. Hoy en día se reconoce a las empresas chinas como líderes o primeras figuras mundiales de equipamientos de telecomunicaciones 5G, trenes de alta velocidad, líneas de transmisión de alta tensión, fuentes de energía renovable, vehículos de nuevas energías, pagos digitales, inteligencia artificial y muchos otros dominios. En 2018 China superó a Estados Unidos en cantidad de publicaciones científicas y en 2019 ocurrirá lo mismo con la cantidad de patentes.

Sen lONU, desde 1981, 853 millones de personas han salido de la pobreza en China, lo que supone el 76 % de todas las personas que salieron de la precariedad en el mundo durante ese periodo. Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, lo considera «el logro más impresionante de la historia en materia de reducción de la pobreza». La mortalidad infantil es el principal indicador del desarrollo social de un país. En este sentido la puntuación de China, un 9 por mil, es notable. Por ejemplo, si India ofreciera a sus ciudadanos la misma atención médica y apoyo social que China, cada año morirían 680.000 niños y niñas indias menos (16).

Mientras que en muchos países los salarios están estancados o disminuyen, en China se han triplicado en la última década. Entre 1978 y 2015 los ingresos del 50 % de las personas chinas más pobres aumentaron un 400 %, mientras que en Estados Unidos disminuían un 1 % en el mismo periodo.

La resiliencia de la sociedad china ha sido evidente durante la crisis del COVID. La OMS describe la forma de afrontarla en China como «quizá la lucha contra la enfermedad más ambiciosa, más flexible y más agresiva de la historia». A The Economist no se le pasó por alto el importante papel que ha desempeñado el PCCh en este sentido: «Los esfuerzos de China no han consistido solo en movilizar los elementos evidentes, como el personal médico, los trabajadores sanitarios, los científicos y la policía. También ha hecho un amplio uso de la red de secciones del partido para proporcionar la mano de obra y la experiencia de gestión necesarias para una operación dirigida por el partido a una escala rara vez vista en la era post-Mao».

Las sombras de este panorama

Por otra parte, este éxito presenta importantes defectos. La introducción de elementos de mercado a partir de 1978 reintrodujo la explotación capitalista, aunque de manera controlada. Se abrió un enorme abismo entre la ciudad y el campo. Una masa de 230 millones de «migrantes internos» tiene menos derechos sociales y a menudo es víctima de la discriminación. A menudo los abuelos tienen que intervenir para criar a los hijos de quienes migran. La política del hijo único (desde 1979 hasta 2015) ha provocado muchos abortos selectivos y un excedente de hombres de más de 30 millones, con todas las consecuencias sociales que ello implica.

El rápido desarrollo económico ha provocado abusos de poder y una corrupción generalizada. La introducción del capital privado ha generado una clase superior de capitalistas. Ambos fenómenos encajan difícilmente con los ideales socialistas. El individualismo y el arribismo, el consumismo y el gusto por el lujo y la ostentación han socavado enormemente los valores del PCCh.

(concluye)

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Notas:

(7) Losurdo D., Fuir l’histoire? La révolution russe et la révolution chinoise aujourd’hui, Ed. Delga, París 2007, p. 69-72 y 175-6; Chuntao X. (ed.), op. cit., p. 29-30. El Gran Salto Adelante hizo que la mortalidad en China pasara de 12 por mil habitantes a 25,4 por mil en 1960, y después a 4 y 10 por mil en 1960 y 1962 respectivamente. Pero esa tasa de mortalidad del peor año, 1960, apenas difería de la de India, es decir, 24,8 por mil, que era una media «normal».

(8) La revolución cultural emprendida por Mao Zedong consistió en el levantamiento de estudiantes y trabajadores chinos para preservar los logros del socialismo. Su objetivo eran algunos jefes de partido y cuadros del aparato de Estado que se habían instalado en una cómoda posición de poder y a los que cada vez preocupaban menos los ideales comunistas de igualdad y de solidaridad. Todo ello se produjo en el contexto de un alejamiento (político e ideológico) cada vez mayor del Partido Comunista de la Unión Soviética, al que se acusaba de seguir una línea procapitalista («revisionista»). Por lo que se refiere a la llamada «reeducación social», muchos intelectuales, cuadros y jóvenes estudiantes eran enviados una temporada al campo para realizar trabajos físicos y practicar la solidaridad con los campesinos u obreros. Los primeros años de la revolución cultural fueron particularmente caóticos y en un momento dado incluso hubo que desplegar al ejército para restablecer el orden. La revolución cultural dejó unas cicatrices profundas en el pueblo chino.

(9) En 1976 la producción alimentaria había aumentado la mitad respecto a 1965. La producción petrolera se multiplicó por siete en ese periodo. Chuntao X. (ed.), op. cit. p. 34-5.

El Índice de Hambre en el mundo (GHI) se eleva en India a 27,5 por lo que pertenece al grupo de países que presentan un problema grave. Hay aproximadamente 200 millones de indios que padecen hambre. China pertenece a la categoría de «problema débil» (GHI < 5).

(10) El Índice de Desarrollo Humano o IDH es un índice estadístico compuesto para evaluar el índice de desarrollo humano de los países del mundo teniendo en cuenta el PNB per cápita, el nivel de vida, el nivel de educación y de salud. Es un índice que elabora el PNUD, el organismo de la ONU encargado del desarrollo y de la reducción de la pobreza en el mundo.

(11) Jacques M., op. cit., p. 99.

(12) «La misión histórica del sistema de producción capitalista es elevar estas bases materiales del nuevo modo de producción hasta cierto grado de perfección», Marx, K., Capital III, p. 306. Marx elaboró este tema en Grundrisse (Introducción general a la crítica de la economía política, 1857).

(13) Thompson I., “China and the ‘socialist market economy’’, en : China: Revolution and Counterrevolution, San Francisco 2008, 87-97.

(14) Herrera R. & Long Z., La Chine est-elle capitaliste ?, Éditions Critiques, París 2019, p. 29-30.

(15) McGregor R., op. cit., p. 28.

(16) Calculado sobre la base de Unicef.

1 comentario:

  1. "El pájaro (fuerzas del mercado) tiene cierta libertad para volar, pero no puede salir de la jaula (planificación central)."

    Si logran que "el pájaro" no escape, podremos albergar esperanzas. Y se de buena tinta que el PCC está firmemente decidido a que así sea.

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