Juan Francisco Martín Seco. Público
Una deuda es una llamada al futuro para que resuelva el presente. Hay deudas que no se podrán pagar, o que se pagarán a un coste demasiado elevado. Hay deudas denunciables, delictivas, y que no deben ser pagadas. Otras, en cambio, son imprescindibles, y no contraerlas puede ser mortal.
Se ha pasado de aplaudir el endeudamiento a condenarlo sin excepción. Como siempre que se establece un criterio absoluto, se yerra absolutamente.
Conviene tener claro qué y a quién se debe, y evitar pagos injustos por deudas ajenas.
Con lo que sí guardan relación las derechas y las izquierdas es con la
idea que se tiene del papel del sector público. “El santo temor al
déficit” remite a una concepción decimonónica del Estado –la liberal, la
del laissez-faire, laissez-passer– con funciones muy reducidas. El
escenario cambia radicalmente en el Estado social, donde el sector
público debe asumir la función de ser el primer y principal agente
económico del país.
Se dice que no se puede gastar más de lo que se ingresa. Esta pauta que se intenta aplicar al Estado, ocasionaría el desastre más absoluto de establecerse como norma en las empresas, incluso en las familias. La inversión empresarial es la fuente normal de los ingresos futuros y gran parte de ella ha de financiarse con endeudamiento. Las inversiones que debe acometer el sector público no tienen por qué regirse por reglas muy diferentes. Los ingresos públicos dependen en gran medida del crecimiento económico y este a su vez de las múltiples actuaciones que emprenden el Estado o los organismos públicos. La educación, la sanidad, los gastos en investigación, una justicia ágil, buenas comunicaciones y, en general, las obras públicas, incluso una Administración eficaz y competente, son elementos imprescindibles para el desarrollo económico y, por consiguiente, una inversión a medio y largo plazo que se traducirá en mayores ingresos para el propio Estado que, en definitiva, es el primer socio de toda la economía nacional.
“Cuando un Estado debe mucho, pierde su autonomía”, afirmó también Rubalcaba. Nadie pretende la defensa indiscriminada del déficit. Pero el endeudamiento público español es menor que el de la mayoría de los países de la Unión; en todo caso, el problema radica en el endeudamiento privado. Reino Unido posee, en porcentaje del PIB, casi el doble de deuda pública que España y, sin embargo, no ha sufrido los ataques de los mercados. El talón de Aquiles de nuestro país se encuentra en su pertenencia a la Unión Monetaria. Esto, unido al servilismo de los políticos españoles, es lo que nos hace perder autonomía hasta el extremo de cambiar la Constitución al dictado de Merkel y de una entidad carente de representatividad democrática como el BCE.
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