lunes, 17 de junio de 2019

Copia y pega lo bueno

En tiempos pretéritos no existía la idea de plagio. Las obras no eran intocables. Los autores refundían en las suyas retazos o partes enteras de obras anteriores. La inevitable copia manuscrita, con las variantes y comentarios que los copistas introducían, unida a la escasa difusión, mantenían en la oscuridad al primer autor y hacían muy difícil diferenciar la creación de lo que hoy llamaríamos un "corta y pega".

Además no importaba mucho. No existía el concepto (económico) de propiedad intelectual. El prestigio estaba reservado a los clásicos de la antigüedad, citados con veneración. Los autores no tenían un respeto especial hacia sus contemporáneos y entraban a mansalva en lo que otros habían escrito. Tampoco los copiados se molestaban en contraatacar, si es que llegaban a enterarse. La cultura era un bien comunitario.

Con la imprenta cambia esta situación. El libro pasa de ser objeto de lujo inalcanzable para casi todos a bien manufacturado, con valor de mercado en el seno del incipiente capitalismo. Los autores pasan a defender con uñas y dientes sus obras y los editores sus ediciones, sujetas a cánones y licencias. Necesitan hacerlo porque ya entonces aparece la piratería, con ediciones fuera de control y prolongaciones adulteradas.

Cervantes publica la segunda parte del Quijote en respuesta a una "apropiación indebida" de sus personajes, y deja esta advertencia al final:

Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: 
-Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero, antes que a ti lleguen, les puedes advertir, y decirles en el mejor modo que pudieres: 
¡Tate, tate, folloncicos!
De ninguno sea tocada;
porque esta empresa, buen rey,
para mí estaba guardada.

El mordaz Quevedo, en unos versos crueles (y ofensivamente antisemitas) contra su rival Góngora, lo amenaza de esta manera para conjurar un supuesto plagio:

Yo te untaré mis versos con tocino
porque no me los muerdas, Gongorilla

El concepto moderno de originalidad se enraíza en estos orígenes, mucho antes de la invención de las patentes y la sistematización de los modernos derechos de autor.

La originalidad pasa a ser un valor en sí misma. Hoy se tiende a menospreciar al difusor frente al creador. Pero la difusión es tan necesaria que tristemente cada vez es más real la frase "lo que no está en los medios no existe". Por eso, el blog El Otro coloca en su frontispicio esta advertencia de Antonio Gramsci:
“Crear una nueva cultura no significa sólo hacer individualmente descubrimientos «originales»; significa también, y especialmente difundir críticamente verdades ya descubiertas, «socializarlas», por así decir, y especialmente convertirlas en base de acciones vitales, en elemento de coordinación y de orden intelectual y moral.”
Yo, de conformidad con esta idea fundamental, y atendiendo a mi deseo de difundir ideas nobles, extraigo de ese blog una sentencia del Che Guevara:


‘Hay que endurecerse, pero sin perder la ternura’

Y ya puestos, esta miscelánea de ideas a tener muy en cuenta:

Karl Polanyi:

“Si bien los mercados eran conocidos desde finales de la llamada edad de piedra, las relaciones puramente mercantiles estaban acotadas por otro tipo de relaciones sociales que no tenían nada que ver con precios y mucho menos con una finalidad de lucro. No es lo mismo una sociedad con mercados que una sociedad de mercado”.(…) “La sociedad de mercado que se impuso a finales del siglo XVIII llevaba en su lógica la necesidad de convertir todo lo que tocaba en una mercancía. Entre otras cosas necesitó de la mercantilización de bienes (como la tierra), que anteriormente no habían sido objeto de transacciones en un mercado. Sólo así podía pretender al título de mercado autorregulado. Cuando llegó la revolución industrial, la sociedad de mercado ya había transformado el entramado de relaciones sociales que había imperado en Europa. El capitalismo nacido en las relaciones agrarias en Inglaterra completó el proceso al convertir al trabajo en mercancía y en otro espacio de rentabilidad.”


Manuel Sacristán:

Marx veía en la industria mecanizada progreso y al mismo tiempo regresión humana, había aprendido a pensar dialécticamente, percibiendo juntos los aspectos opuestos de una misma realidad, que raramente tiene una sola cara.”

“…en el Anti-Dühring, Engels afirma: “La civilización nos ha dejado con las grandes ciudades una herencia que costará mucho tiempo y trabajo eliminar; pero las grandes ciudades deben ser eliminadas, y lo serán, aunque a través de un proceso largo y difícil…”

Marx utilizó profusamente el término “metabolismo” –en alemán Stoffwechsel, es decir, intercambio de materiales, que no es nada más que la definición de “metabolismo”–, un término típicamente ecológico, y eso dice mucho de la consciencia de Marx sobre la cuestión.”

“…una percepción muy acertada de un rasgo esencial del capitalismo: la ruptura de la circularidad de los intercambios entre humanos y medio natural que son la condición básica de la continuidad de la vida humana sobre la tierra.”

“…la destrucción ambiental es un resultado más de la dinámica expansiva, dominadora y privatizadora del capitalismo, y por tanto el ecologismo tenía que ser anticapitalista.”

Freud:

“Tan solo por medio de la construcción de nuevas escalas de valores podrá el hombre superar el status actual y perfeccionar el confort colectivo de la sociedad que ningún dios va, nunca, a procurar.”

Pierre Hadot:

“Hay en el epicureísmo algo extraordinario: el reconocimiento del hecho de que no hay más que un único verdadero placer, el placer de existir, y que, para experimentarlo, basta con satisfacer los deseos naturales y necesarios para la existencia del cuerpo. La experiencia epicúrea es extremadamente instructiva; nos invita, como el estoicismo, a una inversión total de los valores.”

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