miércoles, 19 de junio de 2019

Manual del perfecto esquilmador

Un mecanismo que no falla: la bomba aspirante-impelente. Succiona por abajo y empuja hacia arriba.

Las desgracias como "oportunidades de negocio".




Jorge Majfud
(…)

Aunque se puede decir que hoy hay más trabajo y la economía continua creciendo, es un pecado de miopía. Si miramos más allá, tanto hacia el pasado como hacia el futuro, veremos signos preocupantes. Cada vez que ha habido crisis económicas se han revertido todas las ganancias de los trabajadores al tiempo que se han multiplicado los beneficios de los superricos. En tiempos de crisis se les pedirá a la clase media más sacrificios (menos servicios o más impuestos) y más paciencia (más años para recuperar lo perdido de la “bonanza”), mientras los dueños del dinero y de la política incrementarán sus fortunas comprando acciones y propiedades al precio miserable de la necesidad ajena.

Esa es una lógica que ha ocurrido siempre y que volverá a ocurrir. No por mera casualidad, desde los años 80s la clase trabajadora en Estados Unidos apenas ha hecho algún progreso salarial, alrededor de un 5%, mientras el 5% de la población (que ya acumula el 65% de todas las riquezas de este país) ha multiplicado varias veces sus fortunas. (La criminalización de los trabajadores en este país construido por una fuerte tradición de trabajadores y de organizaciones laborales, comenzó a principios del siglo XX, pero ese es tema de otro capítulo).

En el caso de Estados Unidos, la posibilidad de imprimir dólares sin generar inflación desorbitante y el hecho de poseer cientos de bases militares alrededor del mundo para presionar países e imponer sus intereses es claramente diferente al de cualquier otro país dependiente o marginal. Sin embargo, en todos los casos el modelo neoliberal ha funcionado de la siguiente forma (en su dimensión doméstica; ya analizamos su dinámica internacional en otro capítulo):
  1. El nuevo presidente recorta los impuestos (sobre todo a quienes pueden pagarlo) para impulsar la economía, como prometió antes de ganar las elecciones. Nadie ama los impuestos, ni siquiera aquellos que reciben grandes beneficios del Estado. 
  2. Los más beneficiados por estos recortes son los más ricos, quienes se supone que crean trabajo y benefician al resto, no al revés. 
  3. Como hay menos recaudación, los servicios públicos no funcionan como se espera, por lo cual se debe privatizar la mayor cantidad posible de servicios ofrecidos por el Estado. 
  4. En sus números globales, la economía crece y se generan empleos por un breve tiempo, lo que produce euforia en los de abajo. 
  5. Cuando los efectos narcóticos del recorte de impuestos y el efectivo derivado de la venta de activos pasa, la economía vuelve a su estado anterior. Pero esta vez el Estado posee menos recursos (el rey está desnudo) para enfrentar una crisis económica y social. 
  6. La crisis ya está instalada. La clase media vuelve a ceder terreno, se endeuda o malvende lo que tiene.
  7. Los dueños del gran capital se capitalizan más comprando a precio de liquidación. El pueblo se queja y se prepara para sepultar su memoria bajo toneladas de nuevas esperanzas.

Como se puede ver, al principio del proceso los más ricos se benefician de recortes de impuestos y de la compra de empresas estatales y, al final, se vuelven a beneficiar comprando por nada lo que quedaba en manos de los pequeños privados.

Este modelo se reprodujo múltiples veces. Podríamos mencionar los últimos y más conocidos, todos dibujando una curva de campana que se repetirá después de un tiempo, cuando el olvido popular complete el trabajo, como en la Argentina de Saúl Menem en los 90s, los Estados Unidos de George Bush en los 2000s, la Argentina de Mauricio Macri en los 10s y, muy probablemente, los Estados Unidos de Trump en los 20s.

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