lunes, 13 de septiembre de 2021

Lo que pudo haber sido y no fue

La copla y el bolero marcaron en España un tiempo amargo. Por esta razón la modernidad y la movida las ocultaron y sustituyeron luego por otras músicas. Basilio Martín Patino rescató en una película memorable muchas de esas canciones como testimonio de una etapa que muchos, por motivos contrapuestos (amnistía ~ amnesia), querían olvidar.

También nostálgico, Manuel Vázquez Montalbán supo valorar lo mucho que aquellas canciones decían. Sin querer, o tal vez queriendo decirlo.«Si yo vivo anclado en una época, es en los años cuarenta», le comenta a Jaume Fuster, y añade: «Si ahora tuviera que mencionar tres canciones, diría una de  Concha Piquer, una de Machín, pero también Ball de Rams, que ya nadie debe recordar. Fue una de las primeras en catalán toleradas en la radio y era muy solicitada». Y en otra ocasión se refería concretamente al bolero «aquel tan bonito de Se vive solamente una vez»:

Se vive solamente una vez...
No quiero arrepentirme después
de lo que pudo haber sido y no fue...

Sea o no para arrepentirnos, hay que echar la vista atrás y recordar cómo aquello que ya pasó pudo acontecer de otra forma, Es necesario aprender del pasado para evitar que se repita de tan mala manera.

Lo que pudo llegar a ser y no es hoy Afganistán ¿provocará arrepentimiento en los causantes directos del desastre? No lo parece. Como recuerda John Pilger:

En 2010, estuve en Washington y concerté una entrevista con el cerebro de la era moderna del sufrimiento de Afganistán, Zbigniew Brzezinski. Le cité su autobiografía en la que admitía que su gran plan para atraer a los soviéticos a Afganistán había creado "unos cuantos musulmanes agitados".

"¿Se arrepiente de algo?" le pregunté.

"¡Arrepentimiento! ¡Arrepentimiento! ¿Qué arrepentimiento?"

Para estas conciencias de corcho será una de tantas guerras no ganadas, pero que estratégicamente consiguen la finalidad de aniquilar a posibles adversarios futuros. Si acaso, aunque no estoy muy seguro, generará en alguno una frustración pasajera, pronto olvidada al repasar las cuentas de sus negocios y los beneficios obtenidos.

Rafael Poch ha publicado en su propio blog y en Ctxt los artículos, Afganistán, dos retiradas (I) y (II), comparando la bien organizada de los soviéticos, que quiso enmendar el fatal error estratégico de su intervención, con la alocada que estos días han protagonizado Estados Unidos y sus comparsas de la OTAN, que nos trae a la memoria aquella vergonzosa fuga de Vietnam, hace unas décadas.

Copio a continuación una parte del segundo artículo, el que me ha traído el recuerdo nostálgico de aquel bolero, cuando ya es difícilmente realizable la apuntada posibilidad alternativa.


La espantada del Imperio del Caos

La retirada de Estados Unidos y sus aliados de Afganistán de este agosto ha sido una debacle sin paliativos, pese a que su contexto y circunstancias eran incomparablemente más favorables que las que rodearon a la exitosa salida de los soviéticos hace treinta años. Por muchas razones.


Los soviéticos tenían entonces en contra a una superpotencia que financiaba a sus adversarios con mucho más dinero y medios de los que ellos mismos dedicaban a su ocupación y su apoyo al gobierno laico y modernizante de Kabul. Estados Unidos no ha tenido a ninguna superpotencia en contra. Más allá de las complicidades tribales al otro lado de la frontera paquistaní, los talibán han luchado, y han ganado, prácticamente solos.

(...)

Mitos y leyendas

En 1979 la explicación de la intervención de Moscú en Afganistán era el mito del expansionismo soviético. En la prensa española, analistas de renombre repetían lo que leían en la prensa de Estados Unidos: consideraciones sobre el deseo de los soviets de “mojar sus botas en las cálidas aguas del Océano Índico” y otras memeces (repasen la hemeroteca). En el relato periodístico de entonces, los “buenos” eran, evidentemente, toda aquella banda cruel de bárbaros integristas forrados de dólares y armados por Estados Unidos y sus aliados. La simple realidad es que, con todos sus defectos, Afganistán no ha tenido un mejor gobierno que aquel liderado por Najibullah en la última etapa. Entonces la mitad de los universitarios eran mujeres, el 40% de los médicos, el 70% de los maestros y el 30% de los funcionarios. Todo eso era entonces irrelevante y “propagandístico” para la misma ortodoxia periodística que hoy hace de la opresión de la mujer afgana y la barbarie que la rodea, el motivo principal de preocupación e incluso de justificación de la intervención militar de Estados Unidos en Afganistán a partir de 2001, olvidando inocentemente que la invasión de Estados Unidos ha dejado centenares de miles de muertos, entre ellos decenas de miles de mujeres y niños.

(...)

Castigo a los reventadores del relato

Quienes con más eficacia y claridad expusieron el absurdo de estos cuentos y mentiras, aportando reveladores documentos y filtraciones al respecto, están hoy en la cárcel, cumpliendo con el objetivo general, definido por el ex director de la CIA Leon Panetta en declaraciones al canal alemán ARD, de “enviar un mensaje para que otros no sigan su ejemplo”. Julian Assange, calificado por Biden de “terrorista tecnológico” (“high-tech terrorist”) y cuyo destino es una vergüenza para la izquierda europea, es uno de ellos y lleva recluido la mayor parte de la presente década. El ex diplomático británico Craig Murray, ha sido encarcelado este agosto por ocho meses en lo que tiene toda la pinta de una venganza judicial por su actividad como uno de los más activos denunciantes del escándalo Assange. Un mes antes, en julio, el ex analista Daniel Hale fue condenado a casi cuatro años de cárcel por filtrar 150 documentos sobre el programa de asesinatos extrajudiciales con drones estrenado por Obama y ejecutado desde la base aérea afgana de Bagram.

“Con los drones muchas veces nueve de cada diez muertos son inocentes”, declaró Hale ante los jueces. Sus palabras fueron confirmadas este agosto cuando la acción de un dron americano en represalia por el último atentado contra fuerzas de Estados Unidos en el aeropuerto de Kabul acabó con diez civiles, nueve de ellos de una misma familia incluidos siete niños de entre 2 y 12 años de edad

Derrumbe súbito

Oficialmente el gasto de Estados Unidos en la guerra ha sido cifrado en más de 2,2 billones de dólares, pero mucho de ese gasto se ha financiado con créditos, por lo que el gasto publico real, lo que se deberá devolver, ascenderá a 6,5 billones contando los intereses. “Siempre pensé que eran los fabricantes de armas quienes promocionaban estas guerras, pero quien sabe, a lo mejor son las instituciones financieras”, dice el analista americano Juan Cole.

Los Estados Unidos se han ido dejando un enorme arsenal de tanques, aviones y vehículos blindados a los talibán, incluidos sistemas de identificación biométrica (HIIDE) con sus bancos de datos de los que los talibán harán, sin duda, un uso apropiado. La base y centro de detención y tortura de Bagram fue abandonada en una noche sin avisar siquiera a sus aliados. Su gobierno títere y su ejército y fuerzas de seguridad de 300.000 efectivos se ha fundido en una semana y tomando por sorpresa a los aparatos de inteligencia más sofisticados del mundo. Su presidente huyó a Dubai con 169 millones de dólares en maletas, uno de sus subalternos dejó en el parking dos Toyota cargados de billetes que no hubo tiempo de cargar en el avión. Cualquiera de estos asuntos convierte la segunda retirada en una debacle, y uno no puede evitar pensar en qué habría pasado mediáticamente si los protagonistas de tal espectáculo hubieran sido los rusos o cualquier otro adversario de Occidente y no los propietarios de la mayor fábrica de mentiras duraderas de la historia. Incluso sin esa ventaja, la pérdida de posiciones para el imperio del caos será cuantiosa.

¿Y España?

Oficialmente España se ha gastado 3500 millones de euros (El País mencionaba 3700 millones en 2015) en la intervención en Afganistán, es decir, “en expandir las múltiples violencias (directa, estructural y cultural) que ya se padecían antes en Afganistán”, como dice Juan Carlos Rois en un raro y clarividente artículo. A ese dinero habría que sumar, como dice ese autor, el valor de las 17.000 toneladas de armas que Aznar donó al ejército y los más de 500 millones gastados en cooperación entre 2001 y 2014. España ha enviado 27.000 soldados de los que 102 murieron en la “operación más larga, masiva y cara que ha llevado adelante”. Desde Felipe González, dice Rois, los gobiernos del PP y del PSOE (y ahora del PSOE con Podemos) nos han involucrado en nada menos que 91 intervenciones militares en el exterior (actualmente 15), con un coste cercano a los 18.000 millones de euros de gasto y más de 127.000 militares implicados”. ¿Para qué? El ministro de exteriores español, José Manuel Albares, explicó el domingo su balance afgano en una entrevista con La Vanguardia : “la crisis afgana ha puesto a España en el centro político de Europa”. “Somos solidarios y así lo percibe hoy Estados Unidos”. El pobre hombre no lo podía expresar mejor: “La mayor crisis geopolítica de los últimos años ha dado la justa medida de lo que somos”.

Preguntas

¿Qué habría sido de Afganistán si hace cuarenta años Estados Unidos no hubiera armado y financiado a los guerrilleros integristas, adoctrinados por el fundamentalismo que los amigos saudíes siguen irradiando por todo el Islam desde la Universidad de Medina? ¿Donde estaría el país si hace veinte años Washington hubiera negociado la entrega de Bin Laden con los talibán, o se hubiera limitado a enviar a uno de sus comandos de matarifes, en lugar de invadir el país? No lo sabemos, pero Afganistán se habría ahorrado varios millones de muertos y tendría muchas más posibilidades de haber salido del agujero sin la desastrosa intervención militar extranjera de sus últimos cuarenta años.

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