En enero hará doce años del comienzo de este blog. El hilo conductor de buena parte del mismo aparecía ya en las dos primeras entradas, El dinero es deuda y Aritmética, población y energía.
En la primera se mostraba el camino sin salida de un capital que necesita crecer eternamente, aplazando los problemas a un hipotético (hipotétrico) futuro. Las absurdas subidas recientes de los tipos de interés harán todavía más impagables esas deudas, porque haría falta un crecimiento de la riqueza al menos comparable. Aunque ciertamente animarán a los codiciosos.
La segunda entrada era la demostración palpable de que ese crecimiento pregonado es imposible.
Fue en una época muy temprana, cuando estudiaba el bachillerato, que descubrí las leyes de la termodinámica. "La muerte térmica del Universo" se titulaba un apartado de mi libro de Física, y entendí pronto que sin una caldera y un refrigerante con un necesario salto de temperatura, la energía dejaba de ser utilizable.
Me molestó la idea de semejante futuro, sin duda muy lejano. Pero fue años después cuando un blog titulado Crisis Energética (ignoro si el actual es el mismo) me hizo ver que seguramente aquel planteamiento teórico estaba mucho más cerca.
¿Es bueno asustarse, o es malo? ¿El miedo salva, o paraliza? ¿Conduce al fatalismo, o a la lucha? Jorge Riechmann plantea estas mismas cuestiones en un reciente comentario.
¿Cómo saberlo? ¿Cuál es la dosis exacta que anima a combatir el problema? Lo único cierto es que la ignorancia no nos salvará.
Por eso dejo aquí esta entrevista a Antonio Turiel.
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