sábado, 19 de noviembre de 2022

No veré este mundial

En la anterior entrada, la prueba del algodón, se mostraba, a partir del ejemplo del trabajo esclavo en las plantaciones de algodón, el proceso productivo como aplicación de trabajo humano a la naturaleza. El delicado equilibrio entre recursos disponibles y trabajo aplicado podía romperse por dos lados. Si se plantaba una extensión que no podía cosecharse luego, se estaban desperdiciando recursos naturales, pero si se plantaba una extensión reducida habría mano de obra ociosa. Recursos humanos, en el lenguaje de los economistas. Había que aprovechar a tope todos los recursos para optimizar la producción e incrementar el capital.

En términos contables, los únicos que "cuentan" en los balances, no hay diferencia entre recursos materiales y humanos, y todos deben aprovecharse al máximo. La optimización requiere utilizar los primeros en la mayor medida posible y disciplinar los segundos. Dos son las formas de hacerlo: la aplicación de incentivos y la coacción.

La primera se utiliza en aquellos casos en que el beneficio será mayor que el gasto que supone, y siempre que el trabajador esté en condiciones de negociarlo. En general se alternan, en proporción coyunturalmente variable, incentivo y coacción. Como suele decirse, el palo y la zanahoria.

La coacción puede ejercerse directamente por medio de castigos, en el caso del trabajo esclavo, o indirectamente, por medio de las necesidades insatisfechas. Históricamente se han utilizado ambas formas.

Una diferencia importante: el esclavo es una propiedad del amo, un recurso a conservar, mientras prescindir del asalariado no supone al empleador una pérdida de capital fijo, siempre que pueda sustituirlo sin problema. Las pérdidas por accidente, enfermedad profesional o condiciones laborales inhumanas son exteriores a la empresa y "no cuentan", sobre todo en ausencia de legislaciones que penalicen las causas.

El capital, por consiguiente, utilizó la esclavitud cuando le era rentable, pero acabó sustituyéndola por otro trabajo forzado, el forzado por la necesidad. En esta moderna esclavitud, trabajadores "libres" arriesgan su vida más que los esclavos de plantación.

Por eso no pienso ver este sangriento campeonato mundial de fútbol.

 

Los muertos del Mundial de Qatar 2022

Temperaturas de hasta 50º. Jornadas interminables. Escasas medidas de seguridad. Apenas días de descanso. Amenazas de expulsión del país si no se aceptan las condiciones. Imposibilidad real de cambiar de empresa. Avances en la legislación que no se cumplen. Condiciones insalubres en las viviendas. Ese es el caldo de cultivo que explica algo que puede parecer increíble: miles de trabajadores migrantes han perdido la vida en las diferentes construcciones de Qatar desde que en 2010 la FIFA le designara como sede del Mundial de fútbol de 2022.


Razones para el boicot al Mundial de Qatar: la kafala y 101 muertos por partido

Marga Ferré

En febrero del año pasado el periódico The Guardian publicó una investigación que concluía que 6500 trabajadores habían muerto en Qatar desde que comenzaran las obras para el mundial de fútbol. No era el primer estudio ni la primera denuncia sobre esta atrocidad, pero sí la que cuantificaba de forma incuestionable (con datos de los gobiernos de los países de origen de los trabajadores fallecidos) que 6500 personas han perdido la vida en la construcción de infraestructuras en el desierto qatarí.

El mismo día en que se anunció que Qatar albergaría el mundial, la Confederación Internacional Sindical le pidió a la FIFA que repitiera la votación y que no le cediera la organización del evento a un país sin derechos laborales. Ni caso. Igual es que estaban entretenidos con el Qatargate, el pago de sobornos a la FIFA para conseguir el mundial y que ha hecho que 16 de los 22 miembros electores de la FIFA que adjudicaron el mundial a Qatar, tengan asuntos pendientes con la justicia. Una gente ejemplar.

Ya en 2015, Amnistía Internacional publicó un demoledor estudio que bajo el título Qatar, el mundial de futbol de la vergüenza demostraba que "los trabajadores migrantes que construyen los estadios sufren abusos y explotación mientras la FIFA obtiene enormes beneficios". La evidencia de que algo iba mal, muy mal, en Qatar, se vio claramente en el gráfico que el Washington Post publicó comparando los trabajadores muertos en la construcción de infraestructuras de los últimos grandes eventos deportivos, y eso que el gráfico es de 2015 cuando se pensaba que "solo" habían muerto 1500 trabajadores:

¿Por qué ha ocurrido esto?

Han sido muchas las organizaciones y sindicatos que han denunciado esta situación ante la sordera culpable de la FIFA, a la que parece importarle poco las condiciones laborales y los derechos humanos en Qatar, mientras los jeques paguen. Dinero que ha servido para blanquear no solo la falta de derechos bajo esa monarquía absoluta, sino la forma de esclavitud moderna que ha regido la construcción de estadios durante estos años: la kafala.

Kafala significa "garantizar" en árabe y es el sistema de "patrocinio" legal que se basa en dos principios que, en la práctica, se traducen en esclavitud moderna. Según la kafala todo trabajador extranjero debe tener un patrocinador (una empresa o una persona) para trabajar en el país. Este patrocinador tiene todos los derechos sobre el trabajador, ya que puede retener su pasaporte y el trabajador no puede ni cambiar de trabajo, ni salir del país, sin el permiso del patrón. Las condiciones laborales son las que el patrocinador impone porque en Qatar los sindicatos están prohibidos para los trabajadores migrantes, que son el 95% de la mano de obra.

Por la presión internacional y lo feo que queda que la esclavitud moderna sea legal en la sede del mundial, Qatar eliminó la kafala de su cuerpo legislativo en agosto de 2020. Un poco tarde.

Muchas empresas se subcontrataron para la construcción de infraestructuras en el desierto. A ellas se dirigió el prestigioso Bussines and Human Resource Centre pidiéndoles que mejoraran las condiciones laborales, petición a la que la mayoría de las empresas no respondió. Vean ustedes el listado porque entre ellas está la española FCC.

Boicot y que paguen

De la situación de las mujeres, la criminalización de la homosexualidad, la censura a la libertad de prensa, la prohibición de partidos políticos y derechos humanos en el país sede del mundial, hablaré en el siguiente artículo, no porque me parezcan menos importantes, sino porque la cifra de 6500 muertos es demasiado dolorosa, como doloroso es lo poco que se habla de ella a un mes del evento.

Son muchas, diversas y cada vez más, las llamadas al boicot de este mundial, desde la negativa a emitir los partidos en público en Barcelona, Paris y varias ciudades francesas por "el desastre humano y medioambiental" a los brazaletes arcoíris u otras formas de protesta de las selecciones de Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Reino Unido. Francia, Alemania, Suecia, Noruega y Suiza o el boicot de algunas empresas. Veremos en qué quedan, que hay mucho dinero en juego, de ese que lava conciencias.

El mundial de futbol se celebrará, pan y circo mandan, pero al menos que no lo hagan con impunidad. Eso es lo que pide la campaña #PayUpFIFA para que se repare económicamente a los trabajadores que sufrieron abusos, lanzada por Human Rights Watch, Amnistía Internacional, FairSquare y sindicatos y aficionados al fútbol que quieren ver su deporte favorito sin sentir vergüenza.

La FIFA nos ha quitado la alegría

A mí me encantaría disfrutar del mundial de futbol con alegría, apoyando a la selección, como siempre, celebrando sus victorias y enfadándome con sus derrotas... pero no voy a poder. La FIFA pretende blanquear al régimen qatarí y hacer como si no hubiese pasado nada, pero muchos y muchas somos los que no queremos legitimar los abusos en Qatar disfrutando de la fiesta del futbol como si no hubiesen ocurrido; porque una sencilla regla de tres demuestra que cada partido que se celebre le ha costado la vida a 101 trabajadores.

Este mundial tiene más de un problema...

1 comentario:

  1. No es el petróleo el que mueve la voraz trituradora capitalista, es la sangre.

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