A un conflictivo grupo de "corazón partío" pertenece Ángel Horacio Teper, y en su página de Facebook encuentro una interesante exposición de la teoría goebbelsiana sobre la eficacia de la mentira sistemática en la comunicación masiva.
Este decálogo de once mandamientos está hoy más vigente que nunca. Si el fascismo del siglo XX elaboró tan eficaz doctrina, ahora es la propia doctrina la que puede arrastrarnos al fascismo del siglo XXI.
Por afán simplista o pereza intelectual, suele citarse a Joseph Goebbels (1897-1945, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de Hitler desde 1933 hasta la hora final en el bunker de Berlin en 1945), solo para citar hasta el infinito su idea sobre el efecto de la mentira sistemática en la comunicación masiva.
El concepto goebbelsiano fue repetido tantas veces que finalmente quedó reducido a una frase que parece salida de un papelito de caramelo: "Miente, miente, que algo quedará".
Es un poco más que eso.
Goebbels era un hombre bajo ‒medía 1,65‒, rengo, tenía mirada gélida, cabeza de escritor frustrado y hábitos de seductor con éxito con las mujeres.
Su decálogo básico de 11 puntos fue escrito durante el ascenso al poder del nazismo en Alemania hace casi un siglo y jamás dejó de aplicarse.
Vaya si lo sabemos.
(Cualquier asociación con los medios oficiales y privados que continúan comunicando la triste fábula del manicomio liderado por los hermanos Milei, no es casualidad).
Conviene repasarlos. Ahí van:
1) PRINCIPIO DE SIMPLIFICACIÓN Y DEL ENEMIGO ÚNICO. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
2) PRINCIPIO DEL MÉTODO DE CONTAGIO. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
3) PRINCIPIO DE TRANSPOSICIÓN. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras noticias que los distraigan”.
4) PRINCIPIO DE LA EXAGERACIÓN Y DESFIGURACIÓN. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
5) PRINCIPIO DE LA VULGARIZACIÓN. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
6) PRINCIPIO DE LA ORQUESTACIÓN. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras, sin dudas” (de este principio deriva la famosa idea jibarizada: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”).
7) PRINCIPIO DE LA RENOVACIÓN. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de las acusaciones.
8) PRINCIPIO DE LA VEROSIMILITUD. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
9) PRINCIPIO DE LA SILENCIACIÓN. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario con la ayuda de medios de comunicación afines.
10) PRINCIPIO DE LA TRANSFUSIÓN. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
11) PRINCIPIO DE LA UNIDAD. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.
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¿No tienen la sensación de que cada principio nos es espantosamente familiar? ¿Podemos imaginar el efecto de esta idea multiplicada hasta el infinito en las redes sociales?
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