Véanse también: la entrada de Wikipedia sobre la paradoja de Jevons y los escritos sobre biomímesis y autolimitación de Jorge Riechmann.
...el desarrollo se sustenta hoy en un pilar demasiado poco
cuestionado: el crecimiento (de las cantidades producidas). Sin
embargo, hoy sabemos que si bien hasta un umbral de 15.000 dólares por
habitante al año, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) y las
mejoras sociales pueden ir a grandes rasgos de la mano, por encima de
este umbral no existe ninguna correlación negativa o positiva entre el
aumento del PIB y el aumento del bienestar. Es cierto que la
cooperación internacional ha dado pasos hacia una concepción más amplia
de la riqueza gracias al Índice de Desarrollo Humano (IDH). Sin embargo,
el IDH no tiene en cuenta la problemática ecológica, lo que de facto
sigue beneficiando al insostenible modelo occidental de desarrollo. De
hecho, si introducimos la felicidad y, sobre todo, la huella ecológica
dentro de un cálculo de la riqueza de un país —como lo hace el Happy
Planet Index—, en los primeros puestos se colocan los países de
Centroamérica y del Caribe, y caen a la mitad inferior de la tabla los
países del Norte (y la mayoría de los emergentes). Por otro lado, si
analizamos los países cruzando su huella ecológica y su IDH (véase
gráfico), vemos que en la actualidad ningún país se encuentra en el
“cajón de sostenibilidad”, es decir haber alcanzado o mantenido un alto
desarrollo humano (IDH>0,8 según la ONU) y una huella ecológica por
debajo de un Planeta (<1,8 hectáreas por habitante según WWF). Esta
convergencia, si fuera posible en estos términos, no se hará realidad si
no asumimos que la tecnología por sí sola no permitirá superar la
crisis social y ecológica. Esto es, el modelo desarrollista, que
impregna por ejemplo las conclusiones de Río+20, no tiene en cuenta en
ningún momento el “efecto rebote”: por mucho que disminuya el impacto
ambiental por unidad producida, estas mejoras se encuentran
sistemáticamente anuladas por la multiplicación del número de unidades
vendidas y consumidas. En vez de agrocombustibles contra la crisis
energética, de transgénicos contra la crisis alimentaria y de sumideros
de CO2 contra la crisis climática, lo que necesitamos es autolimitar la
acumulación de riquezas en el Norte (y las élites del Sur) y no seguir
con la vía del mal-desarrollo industrial en el Sur.
Ante tal panorama, es hora de cerrar el ciclo del “desarrollo”, este
“sueño del blanco” según su traducción en idioma Eton en Camerún, hoy
incapaz de responder a los retos de justicia ambiental y de
supervivencia civilizada de la humanidad. En este contexto, defino el
posdesarrollo como “la evolución progresiva de una comunidad o sociedad
hacia niveles de vida acordes con los límites ecológicos del planeta y
que cubran las necesidades básicas de sus componentes así como sus
legítimas aspiraciones a la libertad, a la autonomía y a la felicidad”.
La cooperación al posdesarrollo es consecuentemente la capacidad de
obrar junto con otro u otros, de forma democrática y solidaria, y con
métodos coherentes con los fines, para alcanzar el fin marcado por el
posdesarrollo.
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