Cuando consideran imposible luchar contra un enemigo que los supera, los iguales compiten entre sí.
Los dioses, divertidos, miran la pelea de gallos.
Hostilidad horizontal
Diagonal
Empiezan el día con el timeline,
como un eco del exterior, lleno de hostilidad horizontal. Las personas
oprimidas, decía Florynce Kennedy, son especialistas en hostilidad
horizontal, quizá porque no tienen medios para enfrentarse a un enemigo más fuerte. Merodean luego por algunos timelines
de la derecha y respiran hondo: llegaremos a ser el 99% pero, se dicen,
todavía estamos en ello. La dominación del 1% es imposible sin la
colaboración del treinta y tantos que se opone a las luchas por la
liberación. En la idea del 99% habita la voluntad de incluir: la mayoría
de quienes dominan entenderá, se sueña, que a veces dominar es también
una forma de sufrir explotación. Pero hasta llegar a ese momento queda
el camino, y en el camino miran los ejercicios cotidianos de hostilidad horizontal con desasosiego pues no pueden evitar reconocerse, comprender.
Militantes
recientes se quejan del recelo de quienes llevan décadas y, si los
escuchan, lo hacen sólo buscando fallos; los y las de antes dicen, a su
vez, que vieron a tantos nuevos y nuevas criticar, exigir y luego irse y
olvidar que ahora les cuesta la confianza. Institucionales señalan las
omisiones de no institucionales; no institucionales gritan, cómo no
hacerlo, contra los peajes que impone la institución. La hostilidad
horizontal no es miedo al enemigo aunque puede que sí refleje un poco de falta de paciencia para trabajar a medio plazo y preparar acciones irrebatibles.
La hostilidad horizontal tiene radares perfectos, antenas que detectan la frase insoportable, la línea que jamás cruzarán, porque cruzarla sería reproducir aquello contra lo que luchaban.
¿Hasta dónde es posible aceptar lo que pone de los nervios, lo que se
juzga completamente equivocado? En el cuento del increíble porcentaje
menguante, un niño o una niña recorta una figura que no estaba perfecta,
corta de un lado, luego de otro, la figura se vuelve a desequilibrar y
sigue cortando hasta que ya no tiene nada entre los dedos. Piensan que
los límites deberían estar en los actos y no en las palabras, piensan que a estas alturas sabemos bien cómo argumentar contra casi cualquier cosa;
en cambio, lo hemos comprobado, cuando esa astucia y esa capacidad de
análisis la aplicamos a planear y ejecutar acciones a corto, medio y
largo plazo, otro gallo canta.
Juan jose:
ResponderEliminarEstupendo articulo para la reflexión ,lo veo muy acertado.
Unha aperta agarimosa