En el último número de la revista Investigación y Ciencia se publica esta nota. Al final de la misma se plantea la probable relación entre la deforestación y la pertinaz sequía que azota ahora mismo a California, como recuerda una alarmante noticia en ABC.
La imposibilidad de continuar viviendo en las grandes metrópolis cuando falle el suministro de agua y alimentos puede dejar pequeñitos los éxodos africanos actuales, pero ¿hacia dónde se dirigirán esos nuevos refugiados climáticos?
La imposibilidad de continuar viviendo en las grandes metrópolis cuando falle el suministro de agua y alimentos puede dejar pequeñitos los éxodos africanos actuales, pero ¿hacia dónde se dirigirán esos nuevos refugiados climáticos?
Tanto se ha dicho ya sobre colapso global que parece poco menos que inútil insistir. Pero el hecho es que los países que intentan otro modelo de desarrollo (humano), inmersos como están en esta economía global, no encuentran otro modo de lograrlo que malgastar su capital natural.
Pinta muy feo todo esto.
La pluviselva, de nuevo amenazada
El aumento actual de las talas en la Amazonía podría acarrear cambios en el clima y sequías más intensas
Schiffman, Richard
Investigación y Ciencia
Hasta hace poco, Brasil destacaba como un esperanzador caso aparte en
la plaga de la deforestación. Entre 1990 y 2010, la tala de las selvas
tropicales aumentó un 62 por ciento en el mundo, pero en Brasil esa
destrucción se desplomó entre 2004 y 2011, en parte gracias a unas
severas normas ambientales y a la prohibición de la venta de soja
cultivada en tierras desforestadas. Sin embargo, desde agosto de 2014 la
tala de árboles se ha más que duplicado allí en comparación con el
mismo período del año anterior, según un análisis por satélite publicado
esta primavera por el instituto de investigación independiente Imazon.
Ese informe quizás esté señalando una nueva ronda de dificultades
para la selva pluvial más extensa del mundo. La mayor parte de los
terrenos despejados en este auge de la tala se destinarán a pastos para
el ganado, que se han visto favorecidos por el precio creciente de la
carne en el mundo (la corta de árboles para crear ranchos es el
principal motivo de deforestación en la Amazonía brasileña; contribuye
al 70 por ciento de la tierra despejada). Y la recién reelegida
presidenta de Brasil, Dilma Rouseff, ha pedido que se construyan varias
presas hidroeléctricas y una carretera importante, que, si llegan a
hacerse, hendirán el intacto corazón del Amazonas. El Gobierno apoya
también un cambio legal que debilita la protección ambiental y ofrece la
amnistía a quienes hayan cortado árboles ilegalmente; lo justifican por
la necesidad de crecer económicamente.
Un estudio realizado en 2014 por el Instituto Nacional para la
Investigación Espacial de Brasil halló que la deforestación, sobre todo
las amplias talas a lo largo del borde meridional de la Amazonía, ha
hecho disminuir el movimiento de la humedad atmosférica hacia el sur.
Los climatólogos del instituto sostienen que ese cambio tal vez sea uno
de los factores que esté interviniendo en la intensa sequía que ha
obligado a racionar el agua en la mayor metrópolis del país, São Paulo. Y
según Phillip Fearnside, biólogo del Instituto de Investigaciones de la
Amazonía, si se sigue desforestando el Amazonas, al final se tendrá una
sequía permanente, no solo una de esas que duran un año.
La pérdida de árboles influye más allá de las fronteras de Brasil.
Conlleva una remodelación del clima en todo el hemisferio occidental: la
pluviselva inyecta en la atmósfera 20.000 millones de toneladas de
vapor de agua al día por medio de la transpiración de las hojas, un
aporte que tiene efectos en cadena en los sistemas climáticos de otros
continentes. En la actualidad, la deforestación de la Amazonía casi
alcanza el 20 por ciento, lo que, según Thomas Lovejoy, uno de los
pioneros de la investigación del Amazonas, significa acercarse a un
punto de inflexión en lo que respecta a la capacidad de la región para
mantener el sistema climático y las lluvias a las que contribuye. Una
combinación desastrosa de talas, incendios y cambio climático, se teme
Lovejoy, podría transformar vastas franjas del sur y del este del
Amazonas en una sabana.
Así, un estudio de 2013 predice que, con un Amazonas totalmente deforestado, nevaría un cincuenta por ciento menos en la Sierra Nevada de California, lo que mermaría muchísimo la escorrentía de primavera, vital para la agricultura de la región. (Se desconoce si el grado actual de deforestación guarda relación con la sequía que está padeciendo la costa oeste de EE.UU.). Para evitar males mayores habrán de intervenir muchos actores sociales, pero parece que Brasil se está moviendo ahora en dirección contraria.
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