lunes, 24 de febrero de 2020

Esperanza contrafáctica

No es lo mismo esperanza que confianza. Mucho menos confianza ciega, determinista, esa que nos paraliza para actuar, y que es tan mala como el fatalismo, que nos paraliza igualmente.

Jorge Riechmann navega siempre en las procelosas aguas de la duda eficiente (en el mar tormentoso de la Duda, como lo definió el hoy olvidado Vargas Vila, imagen que también evoca el poema de Jorge).

En un artículo subtitulado esperanza contrafáctica y marxismo leopardiano escribe:
¿Qué me cabe esperar? es una de las cuatro preguntas fundamentales de la filosofía según Kant (junto a ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer? y ¿qué es el ser humano?). Kant entiende esta pregunta por la esperanza en sentido fundamentalmente religioso (¿qué me cabe esperar más allá de la finitud humana signada por la muerte, en relación con Dios o lo divino?), pero podemos interpretarla en sentido laico: ¿qué me cabe esperar no en ningún trasmundo, sino en este mundo? 
Si nuestras perspectivas son hoy de colapso ecológico-social (...) ¿qué clase de esperanza me cabe abrigar? Estar en minoría y entregado a tareas sisíficas -pero imprescindibles: pensemos en las que se orientan a la emancipación humana- sólo nos desespera si el tiempo se acaba. Pero exactamente eso es lo que ocurre con la crisis ecológico-social y las perspectivas de colapso…
El destino de nuestra esperanza es el tema de otro artículo suyo sobre Juan Gelman en que reafirma la idea de actuar con esperanza pero sin autoengaño, que copio más abajo.


Qué fatiguitas más grandes




1

Según la doxa dominante
está claro que vendrán los robots
y nos echarán de los puestos de trabajo

los empresarios mineros de Silicon Valley
importarán metales de la Luna

y estableceremos colonias en Marte
en 2000, bueno, en 2025, bueno, en 2100…

Ah, la fantasía humana tecnolátrica
y nuestra inagotable capacidad de autoengaño

Los problemas del siglo XXI
son evitar masivos genocidios por hambruna
en tiempos de descenso energético y desbarajuste climático
y controlar a los nuevos “señores de la guerra”

2

Atarse
al mástil del barco
durante la tormenta marina

como, según cuentan, lo hizo Turner
para poder pintar Snow storm


3

Donde flaquean los teoremas
siguen caminando las oraciones

-aun las dirigidas al vacío,
ésas que llamamos poemas





1) Todavía en Auschwitz

“Theodor Adorno pronunció alguna vez una frase infeliz: afirmó que no era posible escribir poesía después de Auschwitz. Se equivocaba y ahí está la obra de Paul Celan que lo desmiente. O la de Kenzaburo Oé, después de Hiroshima y Nagasaki. Durante años pensé que el error de Adorno consistía en una omisión, que le faltó un ‘como antes’, que no se podía escribir poesía como antes de Auschwitz, como antes de Hiroshima y Nagasaki, como antes del genocidio argentino. Y ahora pienso que no hay un después de Auschwitz, de Hiroshima y Nagasaki, ni del genocidio argentino, que estamos en un durante, que las matanzas se repiten una y otra vez en algún rincón del planeta, que existe ese genocidio más lento que los hornos crematorios pero no menos brutal llamado hambre, que en el medio siglo que dejamos atrás no ha habido un solo día de paz en el mundo. Padecemos un tiempo anterior, en realidad, anterior al sueño posible, a la humanidad posible, a su fulgor posible. Y, sin embargo, la poesía continúa, tal vez porque encuentra, como Juan Rulfo dijo, el olor de la gente como una esperanza.” (1)

En efecto: Auschwitz es un mundo donde la gente muere de hambre al tiempo que los graneros están repletos. Auschwitz es un mundo donde se encara la destrucción de una parte sustancial de la población humana (hacia lo que nos está conduciendo el calentamiento climático) con tal de que se puedan seguir haciendo buenos negocios en la devastada biosfera. Auschwitz es un mundo donde se emprende una nueva carrera de armamentos (eufemismo: “escudo antimisiles”) mientras 2.500 millones de personas malviven con menos de dos dólares al día. Auschwitz es un mundo donde el petróleo es un factor político de primera magnitud, pero las necesidades humanas básicas no lo son. Auschwitz es este mundo nuestro, tan íntimamente conocido, donde constantemente se privatizan beneficios y se socializan pérdidas; y donde el dinero que no se encuentra para políticas sociales acude sin problemas a financiar la guerra, las guerras.

La noche oscura sigue siendo oscurísima; Auschwitz es, todavía, nuestro mundo. “¿Qué alegra la noche oscura? Una/ palabra. ¿Qué/ enalma la noche/ oscura? Una palabra./ Una anchura del mundo./ (...) Un/ polvo de astros toca/ el enamor de una/ palabra que/ abriga el desgarrón.” (2)

2) Con esperanza pero sin autoengaño

Idea Vilariño, una poeta uruguaya sólo diez años mayor que Juan Gelman (ella nació en 1920) y compañera de fatigas en la izquierda latinoamericana, escribe: “No hay ninguna esperanza/ de que todo se arregle/ de que ceda el dolor/ y el mundo se organice./ No hay que confiar en que/ la vida ordene sus/ caóticas instancias/ sus ademanes ciegos...” (3)

Sin esperanza, con convencimiento, reza el título del conocido libro del poeta español Ángel González. Quizá sería mejor reclamar algo así como: con esperanza pero sin autoengaño (en la medida que los seres humanos, tan incurablemente propensos al autoengaño, fuéramos capaces de tal hazaña, tan altamente contraria a nuestra naturaleza).

Muy pronto (en El juego en que andamos , escrito en 1956-58) Juan Gelman sabía que la esperanza “come panes desesperados(4). No estamos hablando de confirmación ni de garantía alguna: nos situamos en el campo de la incertidumbre, de una fragilidad extrema. ¿Cómo no, si tratamos de no engañarnos sobre lo que son y lo que pueden los seres humanos?

La esperanza de la que hablamos es una apuesta contrafáctica: no tiene nada que ver con el imbécil keep smiling que ahora nos llega de nuevo, más o menos reciclado como “pensamiento positivo”. Nada de optimismo metodológico: si algo tiene sentido como principio de método es la sobria lucidez.

La pregunta que a mi juicio define el destino de la esperanza es: en el ser humano ¿existe un núcleo indoblegable, un centro de resistencia último, un recurso vital contra la humillación y la cosificación que fuese capaz de aguantar en las peores circunstancias?

3. Seis razones

Es decir, ¿puede prevalecer la resistencia frente a la barbarie, a pesar del paisaje de masacres y ruinas y atrocidades que nos pone la historia ante los ojos? Cuando el poeta escribe “se oye el ruido de los muertos de mi país peleando/ contra la vejez del mundo” (5), ¿podemos confiar en su palabra dada, o más bien sospechar que ha sucumbido al wishful thinking como dicen los anglosajones, al pensamiento desiderativo que es una de las formas del omnipresente autoengaño humano?

Cuenta Juan Gelman en uno de sus artículos de prensa –una parte de la obra del poeta que no es en absoluto desdeñable, como sus lectores sabemos bien— que el poeta Raúl González Tuñón decía que en el creador palpitan “territorios que nadie puede hollar”. Se refería a los poetas de su tiempo, asediados por el estalinismo. Y Gelman parafrasea: en cada ser humano —que es en última instancia un ente creador— hay un territorio que ningún totalitarismo puede hollar (6).

En primerísimo lugar se trata de la esperanza, pues, en cierto carácter indoblegable del núcleo creador del ser humano. Juan Gelman la formula también en relación con la cuestión del poder. “Al mutilar la realidad, el poder se mutila y deja espacio para lo que vendrá.” (7)

“El poder es el poder y su autoritarismo se asienta en la no admisión de la diferencia, percibida siempre como un riesgo. Es decir, el poder es débil. Fracasa en la intimidad de las conciencias. (...) Los sistemas dominantes se empeñan, a veces ferozmente, en uniformar el pensamiento de los dominados, mutilarlo en aras de la permanencia en el poder. Esa tentativa de recortar el espacio humano tiene éxito un tiempo, incluso mucho tiempo. No más.” (8)

Juan Gelman enuncia –en segundo lugar— esperanza en la capacidad de resistencia de los pueblos fortalecidos por su memoria histórica:
“En la revista Time del 9 de septiembre de 1993 se publicó una nota sobre el mundo maya que incluye la anécdota de una turista que visitaba las ruinas de Palenque, en Chiapas, expresión extraordinaria de la arquitectura maya clásica de los siglos IV a X de nuestra era. Maravillada por la grandeza de las construcciones preguntó al guía, un joven del lugar: ‘¿Y a dónde se fue toda la gente?’ El guía respondió: ‘Aquí estamos, no nos fuimos nunca’
El alzamiento de Chiapas [en enero de 1994] dimana de una memoria colectiva que los mayas de hoy llevan escrita en el cuerpo. A un pueblo que recuerda y se recuerda lo podrán derrotar, pero nunca destruir. Como sucede con el ser humano, dejo Hemingway.” (9)

Un tercer motivo de esperanza gelmanianana se dirige al carácter acumulativo –pese a las derrotas y los terribles retrocesos— del proceso de civilización:
“Lo conmovedor, lo que consuela, es comprobar una vez más cómo se va construyendo oscuramente, a través de tiempos y fronteras, un tejido cultural universal que ninguna barbarie pudo hasta ahora destruir.” (10)
Aparece, en cuarto lugar, la esperanza en la palabra viva. Para el poeta bonaerense, la poesía es vida del deseo contra las mutilaciones del poder. (11)

Un conmovedor episodio carcelario que transmite Gelman ilustra ejemplarmente esta dimensión.

En las ominosas prisiones de la dictadura militar, presos políticos como Abel Rovino (secuestrado por los “milicos” en 1978, exiliado den 1982) aprenden de los presos comunes una depurada técnica para la transmisión de obras literarias. “Con una bic o un lápiz de punta muy afilada copiábamos los libros que teníamos en papel de fumar, lo doblábamos hasta darle una superficie de 1 cm por 1 cm, lo cubríamos con papel de plata de atados de cigarrillos y encima con algún plástico, y estaba hecho el ‘caramelo’, listo para ser tragado si nos trasladaban [o registraban la celda]. Los recuperábamos después, ya te imaginás como.” (12)

Juan Gelman recoge otros testimonios de esa época aciaga –que no dejan de evocar episodios análogos de transmisión bajo el totalitarismo nazi o la dictadura estaliniana—: “Me contó una madre que su hijo preso en la Unidad 9 de La Plata le pedía, en nombre del pabellón, que de algún modo le hiciera conocer unos libros de poemas. La hermana del prisionero se aprendía un poema de memoria antes de verlo en las cortas visitas semanales permitidas y se lo repetía hasta que él lo memorizaba a su vez para compartirlo con sus compañeros. ¿Qué fulgor temblaba en ese tiempo urgente, negado a la confidencia personal y volcado a la palabra de otros? Sería un tiempo amasado por el enigma de la transmisión, ejercicio porfiado de la condición humana.” (13)

Esperanza en quinto lugar porque tenemos, junto a la evidencia de la iniquidad humana, contra el recuento de crueldades, también los testimonios de la bondad, la verdad y la nobleza. “Gracias, compañero Cernuda,/ gracias por recordarnos la nobleza humana/ en este tiempo de la despasión./ Gracias por recordarla con belleza,/ como sol que entra en una casa vacía…” (14)

Tendríamos, en sexto lugar y en cierto modo en el primero, la esperanza puesta en el otro: en la novedad e impredecibilidad del otro, y en los vínculos que nos enlazan bajo el signo de Eros. El yo –nos decía el filósofo Levinas— se constituye como respuesta al otro, y como responsabilidad hacia ese otro. El poeta escribe:
“hay que pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad/ de la teología a la religión/ del capitalismo a la vida/ de la poesía económica a la economía poética/ del hambre a vos” (15)
Esto no es un programa político, es una declaración de amor. El amor tullido se apoya en la esperanza. La esperanza tullida se apoya en el amor.

4. Esperanza contrafáctica

“El lenguaje va/ a muros ciegos y/ hay rostros que empiezan de nuevo” (16). De Juan Gelman esperamos la tenacidad del que denuncia la mentira y sigue construyendo, con frágiles materiales, un inverosímil nido para la esperanza. Él está ahí:
“así trabaja la esperanza:/ la torturan y no habla/ no habla con la policía/ no habla con el juez/ no habla con almirantes/ no habla con la muerte señora/ con nada que chupe seque vuelva pobre o triste habla/ con ellos no habla// eso pasa todos los días” (17)
Esperanza, memoria, resistencia, lenguaje: ahí está Gelman –cada vez más intensamente en estos últimos años—. “En los lenguajes abolidos pasea/ la memoria pisando su animal”. Lenguaje, resistencia, memoria, esperanza: y sobre este cuadrilátero el vértice de la poesía. (18)

El artista plástico, pensador y activista Joseph Beuys señalaba que “el sistema no sabe que en el fondo no se puede manipular eternamente al ser humano, sino que hay un punto en que eso empieza a resultar contraproducente” (19). Como vimos antes, Juan Gelman comparte esa idea donde podemos situar el nodo, el punto axial de nuestra esperanza. Sin garantía metafísica ni teológica ninguna... “Está desnudo y tiembla. No hay/ justicia afuera y él/ busca lo que no es” (20). La poesía sobrevive “como sobrevive la imposibilidad” (21). Esperanza que comienza en el no. Esperanza contra. Esperanza a pesar de. Esperanza, ya lo decíamos antes, contrafáctica. Esperanza porque –tal y como recomendaba Heráclito de Efeso en el alba del pensamiento occidental— hemos de “esperar lo inesperado” (22) para tener opción a hallarlo, o para responder adecuadamente cuando se presente.

Porque el futuro no está escrito, porque a pesar de los fuertes condicionamientos no hay determinismo histórico, porque no podemos apenas predecir lo que va a ocurrir (nos lo acaba de recordar Nassim Nicholas Taleb en su sugerente ensayo El Cisne Negro (23), seguimos esperando un milagro. La llamita que sigue alumbrando en las vueltas y revueltas del camino, a pesar de los embates de un viento sombrío:
“La vieja llama no se apaga./ Las tormentas, las/ impiedades, todo/ lo que renuncia no/ le impiden temblar como un cuerpo deseado./ Insiste en el fracaso del mal…” (24)
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NOTAS

(1) Del discurso de Juan Gelman en Guadalajara (México) en noviembre de 2000, al recibir el premio Juan Rulfo. El texto completo puede consultarse en La Estafeta del Viento 2, Casa de las Américas, Madrid, otoño-invierno de 2002, p. 18-19.

(2) Juan Gelman, Mundar , Visor, Madrid 2008, p. 45.

(3) Idea Vilariño, En lo más implacable de la noche (Antología personal ), Eds. Colihue, Buenos Aires 2006, p.80

(4) Juan Gelman, Pesar todo (antología), FCE, México DF 2001, p. 24.

(5) Gelman, Pesar todo (antología), op. cit., p. 252. El poema pertenece al libro Hacia el sur, de 1981-82.

(6) Juan Gelman, Prosa de prensa , Grupo Zeta, Buenos Aires 1997, p. 69.

(7) Gelman, Prosa de prensa , op. cit, p. 77.

(8) Gelman, Prosa de prensa , op. cit., p. 322 y 324.

(9) Juan Gelman, Prosa de prensa , Grupo Zeta, Buenos Aires 1997, p. 340.

(10) Gelman, Prosa de prensa , op. cit., p. 316.

(11) Juan Gelman, conferencia “Alrededor de la poesía”, Residencia de Estudiantes, Madrid, 4 de octubre de 2004.

(12) Gelman, Prosa de prensa , op. cit., p. 317.

(13) Gelman, Prosa de prensa , op. cit., p. 321.

(14) Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid 2002, p. 50.

(15) Juan Gelman, Pesar todo (antología), FCE, México DF 2001, p. 257. El poema REINOS pertenece a Hacia el sur (1981-82).

(16) Juan Gelman, Mundar , Visor, Madrid 2008, p. 30.

(17) Juan Gelman, Pesar todo (antología), FCE, México DF 2001, p. 113. El poema SUCESOS pertenece al libro Relaciones (1971-73). 

(18) Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid 2002, p. 67.

(19) Clara Bodenmann-Ritter: Joseph Beuys. Cada hombre, un artista, La Balsa de la Medusa/ Visor, Madrid 1998, p. 105.

(20) Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid 2002, p. 11.

(21) Gelman, Valer la pena, op. cit., p. 29.

(22) Edición Diels-Kranz 22 B 18.

(23) Nassim Nicholas Taleb: El Cisne Negro. Sobre el impacto de lo altamente improbable, Paidos, Barcelona 2008. 491 págs.

(24) Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid 2002, p. 6

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