Selecciono aquellas partes que a mi parecer ayudan mejor a reflexionar sobre:
- Las etapas de la expansión colonial y su cambiante sustento ideológico.
- El paso de la esclavitud antigua (basada en la conquista) a la moderna actividad mercantil, y la subsiguiente concentración en poblaciones africanas.
- La importancia decisiva de la economía esclavista en el desarrollo del capitalismo.
- La identificación de los negros como comunidad uniforme, impensable en el hábitat originario, y con ella la aparición del sentimiento de ser "blanco".
- Las transformaciones ideológicas del sustento moral de la esclavitud, y más adelante, la consolidación del racismo y sus justificaciones pseudocientíficas.
- La persistencia en las mentes de los prejuicios adquiridos, más allá de las transformaciones sociales y económicas, y su resurrección en el momento propicio.
- La capacidad de olvido de las experiencias pasadas, que hace que ninguna conquista social o cultural pueda darse nunca por definitivamente asentada.
De ahí la necesidad de la memoria histórica, ese recordatorio permanente que nos ayudará a salvar lo que de positivo haya tenido la experiencia, y de un fuerte pensamiento crítico que pueda barrer esos residuos ideológicos heredados, los que hacen rencoroso al "blanco" que siente haber perdido la propiedad sobre su "negro".
Doctor en Ciencias Históricas, Profesor Titular y ensayista Eduardo Torres Cuevas. |
(...)
—El profesor Juan Nicolás Padrón destacó recientemente en nuestro sitio web que “después de la invasión de Europa en 1492, el racismo de los colonialistas españoles trajo consigo tres variantes a América: la aplicación de “la limpieza de sangre”, para los súbditos de la Corona, la discusión de si los indígenas americanos poseían o no alma, y una oprobiosa discriminación racial hacia los esclavos africanos. Partiendo de estas tres variantes, ¿cuál es su criterio?
“Estoy de acuerdo con la observación del profesor Padrón. Me gustaría precisar que el tema tiene una periodicidad histórica, es decir, que los motivos y las fundamentaciones del racismo --como aspecto del problema racial--, hay que analizarlos también desde el punto de vista de su evolución en Nuestra América. En un primer período, del siglo XVI al XVIII, el debate es teológico-medieval, en el cual lo civilizatorio no es más que un aspecto de la cristianización; la cristianización combate, con todas sus armas espirituales y materiales, a paganos, herejes y salvajes, enemigos o desconocedores de su Dios; el objetivo de teólogos y religiosos es la salvación de las almas y la conquista del paraíso celestial; detrás de ello está el de los conquistadores: segregar para dominar. Sobre la base de la fundamentación teológico-religiosa, del derecho canónico y del derecho civil, se estructura, paso a paso y según las circunstancias modificadoras, un sistema de dominación en América. La España que llega a nuestro continente es la que ha concluido la conquista –que en la historiografía tradicional fue llamada Reconquista— de la península Ibérica al ocupar, en un proceso de siglos, los territorios que durante generaciones habían estado en manos musulmanas, los llamados “moros” por los castellanos. Hasta entonces, habían convivido tres culturas –tres religiones- en suelo hispano, la cristiana, la musulmana y la judía. Por medio de la fuerza, y apelando al derecho de conquista, los reinos cristianos, no solo despojaron de sus territorios a “moros” y judíos, sino que, además, les ocuparon sus riquezas y, en el mismo año del descubrimiento de América, expulsaron a los judíos y, unos años después, a los “moros”. Todo a nombre de Dios. Solo pudieron quedarse en la península los que se cristianizaron. Por estas razones, para distinguir a los cristianos “viejos” de los “nuevos”, se instauró la “limpieza de sangre”. El traslado a América de este instrumento castellano fue una hipóstasis que sirvió para excluir a indios, negros, mestizos y a otras razas, del acceso a la cultura, a cargos significativos de gobierno civil o eclesiástico y a medios de riquezas. Ello tuvo un efecto estructurante en las sociedades nacientes: la formación de una élite cultural, política, social y económica; de una élite hegemónica.
“(…) El otro tema, señalado por el profesor Padrón, el de si los indios tenían alma o no, fue el centro de uno de los debates más enconados de los primeros tiempos. Las tendencias simplificadoras suelen ser fatales a la hora de comprender los procesos históricos. Toda época está llena de nichos en los cuales se refugian y actúan las tendencias que las historias-paradigmas precisan olvidar u ocultar. El debate sobre la condición del indio, cruzó todos los aspectos jurídicos, religiosos, culturales y económicos de los primeros tiempos. Señalaré aquí, solo como ejemplo, que una de las primeras polémicas que tuvo lugar, en 1516, fue entre el primer obispo designado para Cuba, fray Bernardo de Mesa, y fray Bartolomé de Las Casas quien, con posterioridad, sería conocido como Protector de los Indios. Para Mesa, los indios eran inferiores a los hispanos –era la etapa de la conquista insular en Las Antillas; aún no se avanzaba en la conquista del continente- porque eran hijos de la luna y el mar, débiles, incapaces de trabajar, lo que los excluía del tratamiento salvador; Las Casas le riposta indicando ¿qué dirían los habitantes de Bretaña, Sicilia y otras islas europeas, con las mismas condiciones que las del Caribe, ante tal tratamiento? Aquí se observa ya un doble rasero para Europa y para América.
“(…) Desde los orígenes de la presencia hispana en América, varios sacerdotes, entre ellos Antón de Montesinos y Bartolomé de Las Casas, se opusieron al trato inhumano que recibían los indios. Este último elaboró varios Memoriales en los que proponía un cambio del régimen de colonización-cristianización. Pocos años después, en México, tendría lugar una de las polémicas más trascendentes para el futuro cristiano de nuestra América, la sostenida por Las Casas (dominico) con el franciscano Toribio de Motolinia. Para el primero era necesaria una catequización individual, previa al bautismo, de modo que el asumir la fe cristiana fuese un acto de consciencia. Motolinia actuaba de un modo contrario; recorría el territorio mexicano efectuando bautizos masivos aunque los recién cristianizados desconocieran las bases mismas de su fe. Para Las Casas era una falsa cristianización; sin embargo, la evangelización masiva de Motolinia, permitió una recepción mística del catolicismo a partir de la cual se produjo una sustitución de los “dioses vencidos”, por el que, indiscutiblemente, había demostrado ser el más poderoso, el “todo poderoso”, el Dios cristiano. Este proceso no fue racional; fue más profundo, fue mental; se expresó en formas y rituales pero su contenido se refugió en el interior del espíritu: era lo trascendente. Cuando en 1542, la Corona dictó las Leyes Nuevas de Indias, que reconocían al indio como vasallo del rey, ya el daño estaba hecho. En Cuba la medida fue resistida por los encomenderos y, cuando se aplicó, en los pequeños pueblos en que se recogieron algunos pocos indios –Jiguaní y El Caney en Oriente y Guanabacoa en La Habana-, solo se movía en ellos el fantasma de lo que había sido la población pre-hispana de la Isla. Entonces, la “limpieza de sangre” entre los vasallos del rey, jugó un nuevo y discriminatorio papel.
“(…) A este período de nuestra historia le corresponde toda una etapa de la esclavitud en Cuba pero no se puede reducir el problema del negro al problema de la esclavitud. En primer lugar, la esclavitud ya existía en Europa, y en especial en España y Portugal, antes del encuentro con América. Era una institución bien establecida sobre la base del derecho de conquista. Lo más importante es que no tenía motivaciones raciales sino que estaba sustentada en razones religiosas, de conquista o de comercio. Los primeros esclavos ingleses en el Caribe lo son los prisioneros de las guerras de religión en Gran Bretaña. En Sevilla, en los momentos de la llegada de Colón a América, un 7 % de la población era esclava. Por tanto, la esclavitud no fue una consecuencia de la conquista de América ni exclusiva para los negros africanos. El proceso que se inició, a partir de entonces, es el que explica los resultados. Los árabes habían desarrollado un fructífero comercio de esclavos en África con la compra de prisioneros de las guerras intertribales y la creación de grupos especializados en la caza humana. Como tenían una porción del territorio ibérico, desarrollaron redes comerciales desde África a estos territorios. Conquistada Andalucía por los castellanos, estos mantuvieron ese comercio. En el momento de la conquista, los reyes hispanos operaron con una clasificación de los esclavos; para venir a América solo autorizaron a los llamados esclavos ladinos, es decir, que entendían el español, estaban cristianizados y podían desempeñar trabajos de cierta complejidad. Estos no venían directamente de África sino de la propia España. Poco después se comenzaron a introducir los llamados bozales (no entendían el español ni estaban cristianizados), que provenían directamente de las costas africanas. Durante el siglo XVI, surgió otro tipo de negros esclavos o libres, los que nacían en América, por lo que fueron llamados criollos (“el pollo criado en casa”, el que nace o se cría aquí, en Cuba). Los hubo libres y esclavos. Los primeros se destacaron por ser excelentes artesanos. A su desarrollo contribuyó la mentalidad hidalga de los castellanos para quienes el trabajo manual era una degradación social y dañaba el honor. Por cierto, en la “limpieza de sangre” había que jurar y demostrar que no eras tampoco hijo de obrero o artesano. ¿Tendrá algo que ver con la lucha de clases? Es importante observar que este proceso, de bozal a criollo a rellollo, implica dos aspectos de sumo interés: la pérdida de la memoria de los padres y, por tanto, el modo en que desdibuja “la tierra lejana”; la diferencia de patrias del bozal a la del criollo. Esta última implica algo más, mucho más, que un problema de territorio o espacio geográfico; es, ante todo, el surgimiento de hábitos, costumbres, sicologías sociales e individuales, sentimientos e historias nuevas y diferenciadoras.
España no poseía factorías en África por lo que los esclavos introducidos en Cuba lo fueron por los sistemas de asientos y licencias. Estos eran documentos legales por medio de los cuales la Corona concedió, a través de los siglos coloniales, a comerciantes genoveses, portugueses, alemanes, holandeses, ingleses o franceses, la autorización para introducir esclavos en sus colonias. Por estas razones en nuestro país fueron introducidos esclavos de las más diversas etnias subsaharianas. En mi cuenta, más de 87. No menos importante es tener presente el intenso comercio de contrabando, una de cuyas más preciadas mercancías eran las “piezas de ébano”, eufemístico nombre que alguien acuño para referirse a los negros esclavos.
“(…) Dos aspectos importantes. Todos los negros en África tenían el mismo color, lo que los diferenciaba y enfrentaba eran las rivalidades étnicas. En América, ante el blanco, surge una identidad-igualdad del color que supera la división étnica, todos son negros. Por otra parte, existía un troco común desde el punto de vista religioso, de costumbres, artístico… Traían entre ellas elementos diferenciadores pero también comunes. Si, por un lado, existía diversidad, por otro, esas culturas tenían un fondo común que le daba cierta unidad a la par que una gran riqueza de matices. Todas estas etnias se inscribían en una cosmovisión que las integraba en esquemas culturales básicos… con el tiempo, con el aprendizaje obligado entre ellos, con la relación con el blanco diferente, con el ocultamiento de sus prendas más preciadas –religión, costumbres, memoria, entre otras- estas culturas se transculturaron entre sí hasta conformar un nuevo tejido social y cultural. Lo que está aún por estudiar más a fondo es, cómo del nuevo medio natural, social y cultural americano, en el cual nacen y actúan los afrodescendientes, provoca los cambios que los hacen, ante todo, americanos, con un determinado patronímico nacional. Es el americanismo ¿latinoamericano? muticolor, multiéntico y multicultural en vigorosa brotación. Es la brotación americana de una raza cósmica, hecha de todas las razas y de todos los ingredientes universales. (1)
“Lo otro, que no puede pasarse por alto, es que los siglos del XVI al XVIII constituyen el período de la acumulación de capital por las emergentes potencias-imperios europeos. Es el capital comercial y manufacturero el que construye el gigantesco comercio triangular Atlántico (Europa-África-América). Europa acumuló el capital, África aportó la mano de obra y América la materia prima para la manufactura europea. Capital y desarrollo técnico manufacturero crean las vías para la era industrial del capital de las metrópolis que marcará el siglo XIX. Sin el desarrollo del comercio esclavo Atlántico y de la esclavitud en América no se hubiera formado la era del capitalismo. Por tanto, la esclavitud del negro en América tiene un basamento económico. En el universo hispano se le añade el prejuicio contra el trabajo manual. Es, durante este proceso, que la esclavitud oscurece su piel.
“Las estructuras económicas que provocan ciertas tendencias sociales pueden desaparecer una vez transformadas las causas que las crearon pero lo que más lentamente cambia, la “larga duración” de los procesos sociales, es la mentalidad. Esta actúa como resistencia al cambio y conforma los pre-juicios que pre-juzgan. En estos casos, el juicio y la racionalidad, ya están pre-definidos. Actúan para fundamentar y justificar el pre-juicio. En consecuencia, las ideas no son un resultado del libre ejercicio del pensar sino de las cadenas impuestas y ocultas en lo profundo de las mentalidades. Lo racional se convierte, en estos casos, en justificaciones pre-juiciadas. Su permanencia, la del pre-juicio, sutil y, a veces, inadvertido, es asombrosamente larga aunque ya no tenga el sustento originario; en nuevas condiciones, se mueve, oculto en el interior del cerebro, en busca de nuevas bases de sustentación… y las encuentran… y muta como las bacterias frente al antibiótico de nueva generación.
“(…) Tu pregunta me motiva a explicar, aunque sea de modo somero, la evolución posterior del tema. En un segundo período, desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, se introduce una nueva cosmovisión nacida del debate de la Ilustración, con la conceptualización de la sociedad laica y republicana sobre la base de la soberanía del pueblo y el desarrollo del constitucionalismo. Fundamental para el tema es el debate filosófico sobre la condición humana y el jurídico sobre el derecho de propiedad. La separación de la Iglesia y el Estado, con la consecuente pérdida de poder terrenal de la primera, incrementa los mecanismos jurídicos de compartimentación social. Durante este período, la esclavitud adquiere sus formas más intensas y el comercio Atlántico de esclavos sus cifras más elevadas, ambos procesos, producto del desarrollo de la plantación esclavista. En Cuba, en lo fundamental, esta institución fue azucarera o cafetalera. La plantación esclavista constituye una unidad que, a diferencia de los hatos y corrales medievales anteriores, funciona con conceptos del capitalismo como ganancia, pérdida, préstamo, inversión, productividad. El esclavo es una inversión, una propiedad mercantil. A él debe extraérsele la mayor productividad por lo que se calcula, desde el tiempo de vida útil hasta su rendimiento por jornada. Este tipo de empresa capitalista desarrolla la explotación intensiva del trabajo esclavo pero, a la vez, promueve el desarrollo tecnológico azucarero, el ferrocarril y las complejas actividades de las ciudades-puertos. En estas últimas, surge un activo artesanado de blancos y negros y mulatos libres. Lo más significativo del debate jurídico es que el esclavo se compra y se vende como una mercancía más; por tanto, su dueño tiene un derecho de propiedad. De ello se derivan dos consecuencias, una filosófica: el esclavo es un objeto no es un sujeto, en consecuencia, no posee la condición humana; la otra, jurídica: toda abolición debe ser indemnizada. Este racismo que fundamentó el sistema plantacionista era más despiadado que todos sus precedentes. A fines del siglo XVIII, unido con el inicio de la fase industrial del capital, surge el movimiento abolicionista, con una raíz religiosa y otra económica (la necesidad de consumidores en los mercados; el esclavo no tiene capacidad económica). Es en Haití donde el propio negro, sin paternalismos, conquista su libertad y, con ella, demuestra su condición humana. Pero, lo imperdonable, fue que “no respetaron el derecho de propiedad”. Demostraron que, no eran un objeto, propiedad de “alguien”, sino sujetos de su propia historia.
“Las independencias americanas se producen en este contexto internacional e ideológico. En ellas, existe otra historia y es aquella de cómo las oligarquías latinoamericanas logran convertirse en la élite hegemónica de las nacientes repúblicas a partir de esa vieja historia de la “limpieza de sangre”, de la segregación legal del indio, de la destrucción de su cultura, de la discriminación social y de la explotación económica. Hubo conquistas y represiones, tan sangrientas como las coloniales. La conquista, por ejemplo, del Arauca, en Chile, o de la Patagonia, en la Argentina, son acontecimientos de extrema crueldad para someter o extinguir a aquellas poblaciones existentes en dichos lugares. Son reproducción y continuación de los métodos de la conquista solo que modernizados y con una justificación decimonónica.
“(…) En un tercer período, trascendental para el tema, de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX, el positivismo, la antropología y la antropometría, fundamentan el racismo. Ahora, no será ni desde una concepción teológico-medieval ni desde una jurídico-filosófica; será desde una concepción pseudocientífica de las razas y de sus características. En la nueva propuesta, junto al surgimiento de la conceptualización y división moderna de las razas surgen las fundamentaciones de las razas superiores e inferiores. Se establecen las cuatro razas –blanca, amarilla, negra y mongólica- y sus características –medición de cráneos y huesos para determinar superioridad o inferioridad-. El darwinismo, una de cuyas tesis más importantes es el evolucionismo, apoya, en ciertas tendencias, una especie de evolución racial y antropológica asociada al llamado darwinismo social. Sobre este paradigma, los tratados teóricos, históricos y científicos desarrollan las tesis que servirán a las nuevas guerras de conquistas, no contra herejes sino contra razas inferiores necesitadas de tutelaje. En consecuencia, se fundamenta la contraposición Civilización vs. Barbarie, en la que la inferioridad de las razas negra, amarilla y mongólica, las hacen incapaces de alcanzar el pensamiento abstracto y complejo de la civilización moderna. Todas estas corrientes fundamentaban la exclusión de lo diferente, descalificándolo como expresión cultural y social, base de toda dominación, dentro y fuera de una misma nación; base del colonialismo, del imperialismo, del neocolonialismo, del fascismo, de la división y segregación social (algo más, más que algo, que la división de clases, porque el racismo es, también, una división al interior de una misma clase social).
“Entre los hechos más trascendentes de la historia intelectual cubana está la inteligente argumentación martiana contra el esquema de civilización frente a barbarie. Utilizado por Domingo Faustino Sarmiento, como base del predominio civilizatorio del criollo blanco en las nacientes sociedades latinoamericanas, era, también, el argumento “científico” para la fundamentación de una “cubanidad blanca”, excluyente y racista. Martí, previsor del peligro, afirma que no hay verdadera batalla entre civilización y barbarie sino, y obsérvese la profundidad de la idea, entre “la falsa erudición” y la “verdadera naturaleza”; de ahí, su otra idea fundacional, cubano es más que cualquier división de colores pero, la justicia hay que comenzarla por reconocer que el negro ha tenido que vencer y tendrá que vencer mayores obstáculos para ocupar el lugar que le corresponde, que lo que ha tenido que vencer y tendrá que vencer el blanco humilde. La igualdad de los desiguales no es igualdad, es una falacia ignorante.
“Es importante destacar que, cuando estas tendencias del racismo científico estaban en boga, se estaba produciendo la extinción de la esclavitud en Cuba (el decreto final se promulgó en 1886). Era necesario sustituir la frontera legal que significaba la esclavitud, por una nueva, la social, que sirvió de base para la república enajenada surgida en 1902. Agregaría un cuarto período, de los años 30 del siglo XX a los 70, donde destacaría la obra de Fernando Ortíz, en particular El engaño de las razas, y los debates de los años de las décadas de los 40 y 50, y lo que significaron La Antropología estructural y El pensamiento salvaje de Levi Strauss, el funcionalismo y otras escuelas de pensamiento social. Y, por último, el período actual, donde los pueblos de diversos orígenes, hasta ahora sin voz sonora y con intérpretes externos, ganan el espacio social, político e intelectual del que estaban excluidos. No es un tiempo triunfal; es un tiempo de debates y luchas inteligentes donde no se pueden subestimar los refugios oscuros en los cuales se preparan los dominadores de hoy, herederos de los que construyeron imperios, para la recuperación de espacios perdidos, contando a su favor con una acumulación de inteligencias, capitales y altas tecnologías. Ello exige la responsabilidad del debate porque todo presente no es más que un acumulado selectivo de lo histórico con el cual se pueden construir nuevas historias, historias distintas pero siempre con intención desde un saber limitado, intereses reales y actuantes y cosmovisión ya estructurada.
“(…) El otro tema, señalado por el profesor Padrón, el de si los indios tenían alma o no, fue el centro de uno de los debates más enconados de los primeros tiempos. Las tendencias simplificadoras suelen ser fatales a la hora de comprender los procesos históricos. Toda época está llena de nichos en los cuales se refugian y actúan las tendencias que las historias-paradigmas precisan olvidar u ocultar. El debate sobre la condición del indio, cruzó todos los aspectos jurídicos, religiosos, culturales y económicos de los primeros tiempos. Señalaré aquí, solo como ejemplo, que una de las primeras polémicas que tuvo lugar, en 1516, fue entre el primer obispo designado para Cuba, fray Bernardo de Mesa, y fray Bartolomé de Las Casas quien, con posterioridad, sería conocido como Protector de los Indios. Para Mesa, los indios eran inferiores a los hispanos –era la etapa de la conquista insular en Las Antillas; aún no se avanzaba en la conquista del continente- porque eran hijos de la luna y el mar, débiles, incapaces de trabajar, lo que los excluía del tratamiento salvador; Las Casas le riposta indicando ¿qué dirían los habitantes de Bretaña, Sicilia y otras islas europeas, con las mismas condiciones que las del Caribe, ante tal tratamiento? Aquí se observa ya un doble rasero para Europa y para América.
“(…) Desde los orígenes de la presencia hispana en América, varios sacerdotes, entre ellos Antón de Montesinos y Bartolomé de Las Casas, se opusieron al trato inhumano que recibían los indios. Este último elaboró varios Memoriales en los que proponía un cambio del régimen de colonización-cristianización. Pocos años después, en México, tendría lugar una de las polémicas más trascendentes para el futuro cristiano de nuestra América, la sostenida por Las Casas (dominico) con el franciscano Toribio de Motolinia. Para el primero era necesaria una catequización individual, previa al bautismo, de modo que el asumir la fe cristiana fuese un acto de consciencia. Motolinia actuaba de un modo contrario; recorría el territorio mexicano efectuando bautizos masivos aunque los recién cristianizados desconocieran las bases mismas de su fe. Para Las Casas era una falsa cristianización; sin embargo, la evangelización masiva de Motolinia, permitió una recepción mística del catolicismo a partir de la cual se produjo una sustitución de los “dioses vencidos”, por el que, indiscutiblemente, había demostrado ser el más poderoso, el “todo poderoso”, el Dios cristiano. Este proceso no fue racional; fue más profundo, fue mental; se expresó en formas y rituales pero su contenido se refugió en el interior del espíritu: era lo trascendente. Cuando en 1542, la Corona dictó las Leyes Nuevas de Indias, que reconocían al indio como vasallo del rey, ya el daño estaba hecho. En Cuba la medida fue resistida por los encomenderos y, cuando se aplicó, en los pequeños pueblos en que se recogieron algunos pocos indios –Jiguaní y El Caney en Oriente y Guanabacoa en La Habana-, solo se movía en ellos el fantasma de lo que había sido la población pre-hispana de la Isla. Entonces, la “limpieza de sangre” entre los vasallos del rey, jugó un nuevo y discriminatorio papel.
“(…) A este período de nuestra historia le corresponde toda una etapa de la esclavitud en Cuba pero no se puede reducir el problema del negro al problema de la esclavitud. En primer lugar, la esclavitud ya existía en Europa, y en especial en España y Portugal, antes del encuentro con América. Era una institución bien establecida sobre la base del derecho de conquista. Lo más importante es que no tenía motivaciones raciales sino que estaba sustentada en razones religiosas, de conquista o de comercio. Los primeros esclavos ingleses en el Caribe lo son los prisioneros de las guerras de religión en Gran Bretaña. En Sevilla, en los momentos de la llegada de Colón a América, un 7 % de la población era esclava. Por tanto, la esclavitud no fue una consecuencia de la conquista de América ni exclusiva para los negros africanos. El proceso que se inició, a partir de entonces, es el que explica los resultados. Los árabes habían desarrollado un fructífero comercio de esclavos en África con la compra de prisioneros de las guerras intertribales y la creación de grupos especializados en la caza humana. Como tenían una porción del territorio ibérico, desarrollaron redes comerciales desde África a estos territorios. Conquistada Andalucía por los castellanos, estos mantuvieron ese comercio. En el momento de la conquista, los reyes hispanos operaron con una clasificación de los esclavos; para venir a América solo autorizaron a los llamados esclavos ladinos, es decir, que entendían el español, estaban cristianizados y podían desempeñar trabajos de cierta complejidad. Estos no venían directamente de África sino de la propia España. Poco después se comenzaron a introducir los llamados bozales (no entendían el español ni estaban cristianizados), que provenían directamente de las costas africanas. Durante el siglo XVI, surgió otro tipo de negros esclavos o libres, los que nacían en América, por lo que fueron llamados criollos (“el pollo criado en casa”, el que nace o se cría aquí, en Cuba). Los hubo libres y esclavos. Los primeros se destacaron por ser excelentes artesanos. A su desarrollo contribuyó la mentalidad hidalga de los castellanos para quienes el trabajo manual era una degradación social y dañaba el honor. Por cierto, en la “limpieza de sangre” había que jurar y demostrar que no eras tampoco hijo de obrero o artesano. ¿Tendrá algo que ver con la lucha de clases? Es importante observar que este proceso, de bozal a criollo a rellollo, implica dos aspectos de sumo interés: la pérdida de la memoria de los padres y, por tanto, el modo en que desdibuja “la tierra lejana”; la diferencia de patrias del bozal a la del criollo. Esta última implica algo más, mucho más, que un problema de territorio o espacio geográfico; es, ante todo, el surgimiento de hábitos, costumbres, sicologías sociales e individuales, sentimientos e historias nuevas y diferenciadoras.
España no poseía factorías en África por lo que los esclavos introducidos en Cuba lo fueron por los sistemas de asientos y licencias. Estos eran documentos legales por medio de los cuales la Corona concedió, a través de los siglos coloniales, a comerciantes genoveses, portugueses, alemanes, holandeses, ingleses o franceses, la autorización para introducir esclavos en sus colonias. Por estas razones en nuestro país fueron introducidos esclavos de las más diversas etnias subsaharianas. En mi cuenta, más de 87. No menos importante es tener presente el intenso comercio de contrabando, una de cuyas más preciadas mercancías eran las “piezas de ébano”, eufemístico nombre que alguien acuño para referirse a los negros esclavos.
“(…) Dos aspectos importantes. Todos los negros en África tenían el mismo color, lo que los diferenciaba y enfrentaba eran las rivalidades étnicas. En América, ante el blanco, surge una identidad-igualdad del color que supera la división étnica, todos son negros. Por otra parte, existía un troco común desde el punto de vista religioso, de costumbres, artístico… Traían entre ellas elementos diferenciadores pero también comunes. Si, por un lado, existía diversidad, por otro, esas culturas tenían un fondo común que le daba cierta unidad a la par que una gran riqueza de matices. Todas estas etnias se inscribían en una cosmovisión que las integraba en esquemas culturales básicos… con el tiempo, con el aprendizaje obligado entre ellos, con la relación con el blanco diferente, con el ocultamiento de sus prendas más preciadas –religión, costumbres, memoria, entre otras- estas culturas se transculturaron entre sí hasta conformar un nuevo tejido social y cultural. Lo que está aún por estudiar más a fondo es, cómo del nuevo medio natural, social y cultural americano, en el cual nacen y actúan los afrodescendientes, provoca los cambios que los hacen, ante todo, americanos, con un determinado patronímico nacional. Es el americanismo ¿latinoamericano? muticolor, multiéntico y multicultural en vigorosa brotación. Es la brotación americana de una raza cósmica, hecha de todas las razas y de todos los ingredientes universales. (1)
“Lo otro, que no puede pasarse por alto, es que los siglos del XVI al XVIII constituyen el período de la acumulación de capital por las emergentes potencias-imperios europeos. Es el capital comercial y manufacturero el que construye el gigantesco comercio triangular Atlántico (Europa-África-América). Europa acumuló el capital, África aportó la mano de obra y América la materia prima para la manufactura europea. Capital y desarrollo técnico manufacturero crean las vías para la era industrial del capital de las metrópolis que marcará el siglo XIX. Sin el desarrollo del comercio esclavo Atlántico y de la esclavitud en América no se hubiera formado la era del capitalismo. Por tanto, la esclavitud del negro en América tiene un basamento económico. En el universo hispano se le añade el prejuicio contra el trabajo manual. Es, durante este proceso, que la esclavitud oscurece su piel.
“Las estructuras económicas que provocan ciertas tendencias sociales pueden desaparecer una vez transformadas las causas que las crearon pero lo que más lentamente cambia, la “larga duración” de los procesos sociales, es la mentalidad. Esta actúa como resistencia al cambio y conforma los pre-juicios que pre-juzgan. En estos casos, el juicio y la racionalidad, ya están pre-definidos. Actúan para fundamentar y justificar el pre-juicio. En consecuencia, las ideas no son un resultado del libre ejercicio del pensar sino de las cadenas impuestas y ocultas en lo profundo de las mentalidades. Lo racional se convierte, en estos casos, en justificaciones pre-juiciadas. Su permanencia, la del pre-juicio, sutil y, a veces, inadvertido, es asombrosamente larga aunque ya no tenga el sustento originario; en nuevas condiciones, se mueve, oculto en el interior del cerebro, en busca de nuevas bases de sustentación… y las encuentran… y muta como las bacterias frente al antibiótico de nueva generación.
“(…) Tu pregunta me motiva a explicar, aunque sea de modo somero, la evolución posterior del tema. En un segundo período, desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, se introduce una nueva cosmovisión nacida del debate de la Ilustración, con la conceptualización de la sociedad laica y republicana sobre la base de la soberanía del pueblo y el desarrollo del constitucionalismo. Fundamental para el tema es el debate filosófico sobre la condición humana y el jurídico sobre el derecho de propiedad. La separación de la Iglesia y el Estado, con la consecuente pérdida de poder terrenal de la primera, incrementa los mecanismos jurídicos de compartimentación social. Durante este período, la esclavitud adquiere sus formas más intensas y el comercio Atlántico de esclavos sus cifras más elevadas, ambos procesos, producto del desarrollo de la plantación esclavista. En Cuba, en lo fundamental, esta institución fue azucarera o cafetalera. La plantación esclavista constituye una unidad que, a diferencia de los hatos y corrales medievales anteriores, funciona con conceptos del capitalismo como ganancia, pérdida, préstamo, inversión, productividad. El esclavo es una inversión, una propiedad mercantil. A él debe extraérsele la mayor productividad por lo que se calcula, desde el tiempo de vida útil hasta su rendimiento por jornada. Este tipo de empresa capitalista desarrolla la explotación intensiva del trabajo esclavo pero, a la vez, promueve el desarrollo tecnológico azucarero, el ferrocarril y las complejas actividades de las ciudades-puertos. En estas últimas, surge un activo artesanado de blancos y negros y mulatos libres. Lo más significativo del debate jurídico es que el esclavo se compra y se vende como una mercancía más; por tanto, su dueño tiene un derecho de propiedad. De ello se derivan dos consecuencias, una filosófica: el esclavo es un objeto no es un sujeto, en consecuencia, no posee la condición humana; la otra, jurídica: toda abolición debe ser indemnizada. Este racismo que fundamentó el sistema plantacionista era más despiadado que todos sus precedentes. A fines del siglo XVIII, unido con el inicio de la fase industrial del capital, surge el movimiento abolicionista, con una raíz religiosa y otra económica (la necesidad de consumidores en los mercados; el esclavo no tiene capacidad económica). Es en Haití donde el propio negro, sin paternalismos, conquista su libertad y, con ella, demuestra su condición humana. Pero, lo imperdonable, fue que “no respetaron el derecho de propiedad”. Demostraron que, no eran un objeto, propiedad de “alguien”, sino sujetos de su propia historia.
“Las independencias americanas se producen en este contexto internacional e ideológico. En ellas, existe otra historia y es aquella de cómo las oligarquías latinoamericanas logran convertirse en la élite hegemónica de las nacientes repúblicas a partir de esa vieja historia de la “limpieza de sangre”, de la segregación legal del indio, de la destrucción de su cultura, de la discriminación social y de la explotación económica. Hubo conquistas y represiones, tan sangrientas como las coloniales. La conquista, por ejemplo, del Arauca, en Chile, o de la Patagonia, en la Argentina, son acontecimientos de extrema crueldad para someter o extinguir a aquellas poblaciones existentes en dichos lugares. Son reproducción y continuación de los métodos de la conquista solo que modernizados y con una justificación decimonónica.
“(…) En un tercer período, trascendental para el tema, de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX, el positivismo, la antropología y la antropometría, fundamentan el racismo. Ahora, no será ni desde una concepción teológico-medieval ni desde una jurídico-filosófica; será desde una concepción pseudocientífica de las razas y de sus características. En la nueva propuesta, junto al surgimiento de la conceptualización y división moderna de las razas surgen las fundamentaciones de las razas superiores e inferiores. Se establecen las cuatro razas –blanca, amarilla, negra y mongólica- y sus características –medición de cráneos y huesos para determinar superioridad o inferioridad-. El darwinismo, una de cuyas tesis más importantes es el evolucionismo, apoya, en ciertas tendencias, una especie de evolución racial y antropológica asociada al llamado darwinismo social. Sobre este paradigma, los tratados teóricos, históricos y científicos desarrollan las tesis que servirán a las nuevas guerras de conquistas, no contra herejes sino contra razas inferiores necesitadas de tutelaje. En consecuencia, se fundamenta la contraposición Civilización vs. Barbarie, en la que la inferioridad de las razas negra, amarilla y mongólica, las hacen incapaces de alcanzar el pensamiento abstracto y complejo de la civilización moderna. Todas estas corrientes fundamentaban la exclusión de lo diferente, descalificándolo como expresión cultural y social, base de toda dominación, dentro y fuera de una misma nación; base del colonialismo, del imperialismo, del neocolonialismo, del fascismo, de la división y segregación social (algo más, más que algo, que la división de clases, porque el racismo es, también, una división al interior de una misma clase social).
“Entre los hechos más trascendentes de la historia intelectual cubana está la inteligente argumentación martiana contra el esquema de civilización frente a barbarie. Utilizado por Domingo Faustino Sarmiento, como base del predominio civilizatorio del criollo blanco en las nacientes sociedades latinoamericanas, era, también, el argumento “científico” para la fundamentación de una “cubanidad blanca”, excluyente y racista. Martí, previsor del peligro, afirma que no hay verdadera batalla entre civilización y barbarie sino, y obsérvese la profundidad de la idea, entre “la falsa erudición” y la “verdadera naturaleza”; de ahí, su otra idea fundacional, cubano es más que cualquier división de colores pero, la justicia hay que comenzarla por reconocer que el negro ha tenido que vencer y tendrá que vencer mayores obstáculos para ocupar el lugar que le corresponde, que lo que ha tenido que vencer y tendrá que vencer el blanco humilde. La igualdad de los desiguales no es igualdad, es una falacia ignorante.
“Es importante destacar que, cuando estas tendencias del racismo científico estaban en boga, se estaba produciendo la extinción de la esclavitud en Cuba (el decreto final se promulgó en 1886). Era necesario sustituir la frontera legal que significaba la esclavitud, por una nueva, la social, que sirvió de base para la república enajenada surgida en 1902. Agregaría un cuarto período, de los años 30 del siglo XX a los 70, donde destacaría la obra de Fernando Ortíz, en particular El engaño de las razas, y los debates de los años de las décadas de los 40 y 50, y lo que significaron La Antropología estructural y El pensamiento salvaje de Levi Strauss, el funcionalismo y otras escuelas de pensamiento social. Y, por último, el período actual, donde los pueblos de diversos orígenes, hasta ahora sin voz sonora y con intérpretes externos, ganan el espacio social, político e intelectual del que estaban excluidos. No es un tiempo triunfal; es un tiempo de debates y luchas inteligentes donde no se pueden subestimar los refugios oscuros en los cuales se preparan los dominadores de hoy, herederos de los que construyeron imperios, para la recuperación de espacios perdidos, contando a su favor con una acumulación de inteligencias, capitales y altas tecnologías. Ello exige la responsabilidad del debate porque todo presente no es más que un acumulado selectivo de lo histórico con el cual se pueden construir nuevas historias, historias distintas pero siempre con intención desde un saber limitado, intereses reales y actuantes y cosmovisión ya estructurada.
(…)
—Tras más de 50 años de Revolución, ¿qué valoración usted realizaría acerca del tema del racismo en la etapa actual?
“Por suerte conozco bastante bien cómo se desarrolló la sociedad anterior y cómo se ha desarrollado la actual. Hay cuestiones que son referencias. No es lo mismo lo que tú lees en un artículo a lo que vives en la calle. El artículo está matizado por las visiones y experiencias personales. Vivir es lo más importante y lo más difícil es transmitir lo vivido. A mis estudiantes les digo que nuestro peligro mayor está en que las generaciones actuales no tienen la memoria histórica del pasado; e insisto mucho en que la memoria no es genética, no se hereda. Lo que aprendió mi generación no tiene ni remotamente que conocerlo la de mis hijos. Existieron cosas que, para ellos, no son imaginables porque, simplemente, no existen.
“No obstante, sí quisiera recordar dos o tres “detalles” perdidos por… “la desmemoria”–aunque pudiéramos hablar de muchas cosas--, que son mucho más que “interesantes”. Por ejemplo, en el parque central de la ciudad de Santa Clara, capital de la entonces provincia de Las Villas, los negros no podían pasearse por su centro antes de enero de 1959; en el Prado de la occidental ciudad de Pinar del Río, los negros tan sólo podían llegar hasta determinados lugares; existía un pueblo en la entonces provincia de La Habana cuyos habitantes se vanagloriaban de que allí no habían negros; a determinadas escuelas, sociedades o clubes de recreo, los negros no tenían derecho a pertenecer. Hay algo que me llama la atención. Casi todo el mundo recuerda ciertos hechos históricos sobre los que reiteradamente se escribe y, sin embargo, apenas puede reconocerse el contexto social –particularmente racial- en que se produjeron, lo cual permite las más variadas interpretaciones.
“Por ejemplo, en el siglo XIX ocurrió la Conspiración de la Escalera que, más que una conspiración, fue una represión dirigida al sector de los negros y mulatos libres. En ella fueron asesinados o torturados, entre otros, el hacendado Pimienta, el poeta Plácido, el doctor Dodge, el músico Brindis de Salas padre. Todos reunían ciertas condiciones: negros o mulatos libres; hacendados, artistas o poetas; y, lo más notable, miembros o relacionados con una naciente y poderosa clase media negra y mulata. Este movimiento era, también, generador de una nueva expresión cultural “cubanísima”, que no excluía ni el “sarao” ni el salón de baile. Porque es muy importante recordar que el baile de salón originó nuestra orquesta típica, evolución de la agrupación de la contradanza francesa. Y esas orquestas fueron formadas por negros y dirigidas por negros. Esta represión no fue por problemas clasistas sino por problemas racistas. Más que el hecho histórico en sí, lo importante es que sentó un precedente y, a la vez, quedó trazado el límite de lo permitido a los negros económica, social y culturalmente. Esto, ya no es el hecho histórico, sino un importante componente de la sociedad real, de la sicología social. En el siglo XX ocurre otro hecho semejante sólo que no es culpa del colonialismo sino de las estructuras discriminatorias de la república “democrática e independiente”. Me refiero a la represión, en 1912, del movimiento de los Independientes de Color. Al margen de los orígenes, de las causas, de los muertos, fue el impacto social de aquella represión lo que permitió agudizar las fronteras sociales, al asentar, como parámetros de conducta, el temor y el miedo. Y todo ello resulta muy importante a la hora de analizar lo que pasó a partir de 1959. La sociedad cubana no pudo cambiar todo lo que se intentó cambiar; las intensiones de cambios políticos resultaban más factibles que la transformaciones de las mentalidades soldadas durante siglos; esas mentalidades, no precisamente desde la prensa sino en la calle y en lo profundo del hogar, auparon, solapadamente, al racismo, entre otros males, y es uno de los mejores ejemplos del origen y mantenimiento de la llamada “doble moral”, en realidad “una moral alienada”, vergonzante y vergonzosa generadora del disimulo y la hipocresía.
“Pero, también me gustaría trazar una frontera a partir de los años de 1987 a 1991, inicios de la crisis de la sociedad cubana (el llamado Período Especial), cuando personas, muy cuidadosas del lenguaje que empleaban, comenzaron a introducir frases abiertamente racistas y asumir actitudes que implicaban una nueva posición hacia el otro, hasta entonces su igual y, ahora, su diferente. Cuando, junto a aspiraciones y gustos generados en ciertas latitudes, estas personas quieren distanciarse y diferenciarse, por condiciones económicas, de los que, hasta entonces, habían sido, formalmente, sus iguales. Lo peor es que el prejuicio tiende a trasmitirse, como el VIH, y vemos personas muy humildes con cargas racistas que dan pena. Porque muchos prejuicios discriminatorios, como el machismo y el racismo, anidan, justamente, en la pobreza cultural, matrona de la pobreza moral. Esto a mi me dio la señal de que el racismo, junto a otros graves problemas, no solo sobrevivía, cosa que todo el mundo sabía, sino, lo más preocupante, cómo y con qué rapidez puede recuperar los espacios perdidos en cualquier sociedad. Porque el racismo no desaparece, se reduce, se oculta, pero en condiciones propicias, vuelve a florecer. Por tanto, la lucha contra el racismo es una batalla permanente, sistemática pero, sobre todo, inteligente. No se logró, durante estos años, todo lo que se quería acerca de su superación. Cuando Ortiz hablaba acerca de lo cubano y trataba las zonas marginadas, no creo que pensara que la marginalidad iba a tener la fuerza que tiene un siglo después. La marginación se mantuvo pero se incrementó durante el Período Especial. Así, todo joven que tiene menos de veinte años nació durante dicho Período y, para muchos de ellos, el socialismo, la realidad, es esta. Lo otro, lo otro es una historia que hacen los viejos.
“¿Cómo se fueron agudizando, en las últimas décadas, los problemas de la sociedad cubana? Fíjate que te digo agudizando porque es importante destacar que siempre estuvieron; en muchos casos eran problemas no resueltos o mal resueltos. Sus causas, desde el origen, es una extraña mezcla de incapacidades, oportunismos, burocracia con cuotas repartidas de poder, poder con cuotas de prepotencia, doble moral con un discurso ético y una práctica corruptora, imposibilidad burocrática de creación y, por tanto, temor paralizante a todo riesgo. Todo ello combinado, genera la marginalidad de diversas características como una de sus manifestaciones; y está unido, también, a que es fácil trabajar el prejuicio, aunque esté escondido en lo último del cerebro. Estos son problemas que nuestra sociedad debe y tiene que eliminar si aspira realmente a ser ella y, de no ser ella, la que venga va a venir con esas mismas cargas racistas a las que se sumarán las que existen en otras partes”. Prejuicio-racismo-segregación-marginalidad-discriminación forman un proceso de tumoración maligna que puede destruir el más hermoso proyecto de dignidad humana.
—Problema inmigración-racismo en el mundo, ¿cómo resolverlo?
“Actualmente, el problema de la inmigración lo veo sin solución alguna pues, ante todo, tendrían que producirse verdaderas reformas de fondo en las sociedades capitalistas del norte y en las sociedades dependientes del sur. La inmigración es un resultado de complejas composiciones y dinámicas sociales. Si no se resuelven las causas, no solo se mantendrán las migraciones con las características actuales sino que, posiblemente, se incrementaran. Es lo que se llama migración económica, o sea, en la medida en que la riqueza se ha ido concentrando en determinadas zonas del mundo, las poblaciones más desfavorecidas tienden a emigrar a ellas, por razones económicas.
“Desde los años noventa del pasado siglo existen datos que evidencian dicha situación. Por ejemplo, el 80% de la producción mundial la consume el 20% de la población mundial, que está, precisamente, en el Primer Mundo; y, el 20% de la producción mundial queda para el 80% de la población mundial que está, precisamente, en el Tercer Mundo. Es natural esa migración del sur al norte.
“¿Cuál es el gran cambio de los últimos tiempos? Pues que esas emigraciones de los más desfavorecidos ya son millonarias y son capaces de cruzar el desierto del Sahara o de lanzarse al Mediterráneo o atravesar Centro América y México como ríos humanos e incontrolables, por una causa: pobreza, desnutrición, hambre; falta de fuentes de trabajo para lograr condiciones mínimas de existencia. Al vaciar las economías del sur, al saquear sus recursos naturales, al limitar su desarrollo –proceso especialmente agudo en los últimos cincuenta años--, a las poblaciones de esos países no les queda más remedio que migrar. Según estadísticas de organismos internacionales como Naciones Unidas, UNESCO, UNICEF… en estos momentos existen en el mundo un porcentaje notable de zonas que padecen de hambrunas. A ello se unen importantes factores subjetivos como son los sueños y las esperanzas: la búsqueda, en el llamado Primer Mundo, de la realización personal, según la imagen televisiva y cinematográfica de la sociedad de la abundancia, es motivo suficiente --aunque la gran mayoría no lo logra--, para lanzarse a las más peligrosas e inciertas aventuras; al mismo tiempo, el ofrecimiento a personas intelectualmente capacitadas de condiciones de vida a las que no pueden aspirar en sus países de origen, ofrece a esas sociedades primermundistas una corriente nutricia de alta calidad. Lo significativo de esto último es que el saber de esas personas va a contribuir al enriquecimiento de los países ricos, y no al de los suyos que siempre tendrán el consuelo de una mejor o peor remesa. Pero, y no se olvide, son los países receptores de inmigrantes los que escogen a quienes reciben legalmente. Por una parte, les interesa la captación de “cerebros”, necesarios para mejorar sus niveles de desarrollo. En estos casos, el interés científico-tecnológico prima sobre el aspecto racial. Por otra, está la necesidad de “brazos” –mano de obra barata— cuya abundancia hace que la oferta supere las necesidades de países con serias crisis económicas. Aquí, en los “brazos, la discriminación racial y cultural es mucho más directa y presenta todo tipo de sistemas de explotación, desde la esclavitud, la migración ilegal, las fábricas de bajos costos y clandestinas. En fin, todos los horrores que albergan las sociedades. Migran “cerebros” y “brazos” pero el corazón, ¿emigra o se queda? O ¿Debe partirse en dos?”
(…)
—Teniendo en cuenta el actual programa de cambios o reformas que se realizan en el país, ¿considera usted algún tipo o basamento de línea programática que pudiera contribuir no sólo a eliminar la pobreza en el país, sino que también contribuyera a la eliminación de los prejuicios raciales y, por consiguiente, al ejercicio de la discriminación?“Existe una razón básica de toda discriminación que es la situación y condición económica: mientras existan diferencias en las posibilidades y potencialidades, habrá discriminación. No hablo de igualdad en el sentido de igualitarismo, sino de igualdad de oportunidades... Este es un punto fundamental en esos lineamientos para el logro de la estabilidad real de la sociedad cubana. Todos tenemos iguales posibilidades, porque sabemos que podemos desarrollar lo mejor de nosotros mismos en nuestras propias perspectivas de trabajo y de vida. Pero no todos tenemos las mismas oportunidades. La ecuación debe resolver la relación entre posibilidad y oportunidad. Y todos los lineamientos trazados durante el pasado Congreso del Partido Comunista de Cuba se encaminan a ello. Mis mayores expectativas están en la Asamblea que se celebrará en enero próximo, donde se discutirán problemas sociales y políticas esenciales. Aspiro a que todos seamos capaces de discutir todo lo que sea necesario, con la profundidad y seriedad que amerita y buscando las soluciones más inteligentes aún cuando parezcan ser arriesgadas. La base para todo ello es un amplio ejercicio democrático sin restricciones y limites apriorísticos”.
(…)
¿Desearía profundizar en algún otro aspecto?
“Recordemos que la República neocolonial surgida en 1902, pese a declarar en su Constitución que todos los cubanos son iguales y otorgar el derecho al voto a los ciudadanos negros y analfabetos, creó una instrumentación del racismo que no es legal –como lo fue en otra época la esclavitud al existir la propiedad sobre el esclavo--, sino que desarrolló otro tipo de mecanismo sustitutivo que, en lugar de establecer una frontera legal, establece una frontera social. De manera que: no tengo el instrumento legal, pero sí tengo los instrumentos sociales para rechazarte.
“Así y más allá de las limitaciones sociales y de las eliminaciones legales –por ejemplo, nuestra Constitución de 1940 enfatiza en que es punible el racismo--, el racismo se hace evidente en todas las esferas de la vida. Por ejemplo, si apreciamos fotos de claustros de profesores y de grupos de estudiantes universitarios durante las primeras tres décadas del pasado siglo, nos percatamos de que en su mayoría son blancos; con el cuerpo diplomático sucedía igual… Distinguiríamos igualmente áreas de trabajos donde el prejuicio social, avala al racial. A la vez, e independientemente de lo social y de lo legal, existe lo mental. O sea, aquello que se siembra generacionalmente desde la cuna: los prejuicios. El prejuicio está antes del juicio: prejuzga. Por tanto, no juzga. Y finalmente, el juicio se altera por el prejuicio.
“Por otra parte y no obstante el triunfo de una Revolución en Cuba, que abre infinidad de caminos a los humildes, este problema continúa. Las leyes no alteran las mentalidades, y éstas funcionan directamente a partir de donde puedan ejercer o se les brinde un pequeño o un gran espacio de poder. Lo cierto es que uno de los temas más importantes a estudiar en estos momentos es cómo esa mentalidad pudo fortalecerse dentro de un proceso revolucionario… Las medidas igualitarias no son las que requiere un problema sembrado desde hace siglos.
“Diría que dentro del período revolucionario hay que también distinguir generaciones. Tengo la impresión de que la instauración de becas en nuestro país en otra época ayudó a romper fronteras en una generación de jóvenes --los muchachos en su contacto cotidiano y con todos los colores de esta sociedad, crean amistades, relaciones mucho más sólidas--, no así en los padres que vienen con una carga histórica del problema y, por ende, les resulta mucho más difícil desarraigar prejuicios.
“Un aspecto que no quiero obviar es el referido a la marginalidad. Al respecto, sí hubo marginalidad en nuestro Socialismo, no como cuestión de política de marginación, sino de cómo se logró preservar, dentro de esa mentalidad, el mantener un sector importante de la sociedad marginado de las grandes opciones que presenta el país… Esto se observa en algunas carreras universitarias (selectivas), como las de Ciencias Sociales, Humanidades, a las que llegó un número menor de negros.
“Necesitamos ahondar en el pensamiento. Dejar un poco la emotividad, para ser cada vez más inteligentes en las respuestas. Necesitamos pensar, pero pensar bien. Para ello se requiere de cultura verdadera, información amplia y conocimiento profundo que permitan análisis certeros; tener una mayor exigencia con nosotros mismos, y una crítica cada vez mayor. Y aquí está el punto de partida de todo conocimiento. Cuba lo necesita y no tiene tiempo que perder. Y necesitamos también que nuestros jóvenes cada día estén mejor preparados desde el punto de vista del pensamiento.
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Nota
(1) En este complejo proceso se fue conformando uno de los componentes de la cultura y la nación cubanas, generalmente llamado afrocubano –término que confunde más que aclara al presentar lo negro como africano, permanente e independiente de lo cubano--. Así, el componente negro de la cultura y la sociedad cubanas, no será, en el decurso del tiempo, el resultado de la permanencia de las multicultural africanas, sino que constituirá en sí mismo una manifestación cultural nueva; distinta, en primer lugar, de los diferentes elementos africanos originales, y de todos en su conjunto y, en segundo lugar, integrado, interactuado e interdependiente de la evolución de la cultura del blanco que, a su vez, también se transforma de lo español a lo criollo. (Torres Cuevas, Eduardo. Historia de Cuba-1492-1898. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 2006)
No conocía a Eduardo Torres Cuevas. Un gran descubrimiento que te agradezco.
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