jueves, 20 de enero de 2022

El difícil equilibrio: activar o paralizar

Quizá sea pedir demasiado a una película que denuncia con tal claridad la situación en que nos hallamos que además nos diga cómo podemos organizarnos para cambiarla. La labor de denuncia, la que muchos intentamos desde nuestros pobres medios, necesitaría unos altavoces que no tenemos. La de organizar el contrataque es aún más difícil. 

Las redes sociales, no lo olvidemos, no son nuestras. La capacidad de troleo de los "dueños de todo" supera a la nuestra por goleada. ¿Daremos la batalla por perdida? ¿Nos retiramos del campo? Naturalmente, NO.

El miedo puede movernos a actuar, a defendernos, o puede por el contrario paralizarnos. Ambas respuestas son posibles, Las hemos adquirido evolutivamente como formas de sobrevivir. Si creemos que "no hay tiempo" podemos renunciar a la defensa que juzgamos imposible. O tal vez resistamos... Si creemos que "aún hay tiempo" podremos organizar la defensa. O retrasarla sine die...

El cambio climático es un proceso relativamente rápido, pero, como el movimiento de los astros en el cielo, no se percibe instantáneamente: el del Sol tan solo es evidente en los últimos segundos del ocaso. En la película en cuestión, la catástrofe avanza mucho más rápidamente y no hay defensa posible (ya se encargan de torpedearla, y aún de bombardearla, los que prefieren morir inmensa e ilusoriamente ricos).

El artículo que sigue denuncia el fatalismo de la película, que no deja a lugar a la rebelión contra el sistema suicida. La parodia es realista, pero también es parodia y no panfleto. Exagera y condensa en el tiempo el proceso, que ciertamente no sabemos si será tan lento y todavía controlable como lo vemos ahora mismo. Sigo insistiendo en que, antes incluso de que el clima y la contaminación de todo se vuelva insoportable, el agotamiento de los recursos, la carencia de energía, materiales y espacios naturales explotables, creará para el capitalismo una enorme crisis. El futuro sigue abierto, y de nosotros depende (pero también. y mucho, de los poderosos) que acabe simplemente mal o mucho peor.

No vale el "cuanto peor, mejor", porque no será una fuente de solidaridad, sino de caos. Las luchas populares espontáneas no conducen a nada sin organización. No nos engañemos, organización para alcanzar cotas de poder, difícilmente todo el poder en un proceso rápido, revolucionario, a estas alturas y con la ideología conformista que domina de modo apabullante, y no es por casualidad.

Pero ahí está el problema: la participación política no alcanza las expectativas que dan esperanza para la lucha, y esto desanima a los que desde las bases de la sociedad deben presionar hacia arriba. Los reaccionarios contribuyen al desánimo, y también a una frustración que alimenta los fascismos.

Tener el gobierno sin que lo acompañe la lucha desde la base no cambia nada, porque no es tener el poder. Lucha desde la base sin gobierno, tampoco puede controlar el poder, El Gran Poder. Difícil dialéctica, que debe tener muy en cuenta las condiciones subjetivas, la real correlación de fuerzas y la capacidad para aunar luchas dispersas, que es algo distinto de un radicalismo verbal.

Solo nos queda decir la verdad. La cruda verdad. Esto se acaba, y todos los que viven de su trabajo son YA proletarios, aunque imaginen ser otra cosa. Y ello a escala mundial. Por esta razón sigue siendo válida la advertencia:

¡Proletarios de todos los países, uníos!

(Reconozco por mi parte y por la de todos los "revolucionarios de internet" que esta frase por sí sola no mueve montañas, pero poco más puedo hacer. ¿O sí...?)



BARBIJAPUTA

Se entiende perfectamente la ola hater por parte de la muchachada facha hacia No mires arriba (Don't look up): todos sus ídolos y elegibles en las urnas están retratados en el film de una u otra forma.

La película es una sátira de la sociedad estadounidense (y de cualquier país si nos ponemos, en todos los personajes del lado negacionista podemos ver claramente a dirigentes tanto de USA como de España, y es que no son nada originales, parecen calcos). También es una denuncia a la relación entre el Gobierno y la ciencia, a la injerencia de los empresarios muchimillonarios en cuestiones que nos afectan directamente a las de abajo (sin que aparezcan nunca sus firmas para que podamos ver quiénes son, les vale una simple llamada de teléfono al dirigente de turno). Una crítica certera a la derecha rancia, negacionista, narcisista y obtusa, y también al fanatismo de sus votantes... o feligreses.


No mires arriba no se deja nada en el tintero, incluso se toma su espacio y tiempo para visibilizar una lacra machista histórica: la invisibilización y negación de científicas y descubridoras, y cómo sus méritos acaban en manos de hombres.

Pero sin duda, lo que más me ha gustado de No mires arriba (además del hecho de ser una peli yanki donde se ve como algo negativo que EEUU bombardee una instalación rusa, que eso sí que es novedad) es el realismo de la sátira y la ausencia de venganzas con la que suelen dejarnos la mayoría de películas y series.

Realismo de la sátira

Conforme iba avanzando la película, me daba cuenta de que difícilmente esta historia podría contarse en otro tono, porque la realidad actualmente es demasiado parecida a la burla. No se acerca ningún cometa a la Tierra, pero sí una amenaza real que promete acabar con todo, y lo cierto es que los dirigentes negacionistas piensan y actúan como nos muestra la película: banalización, manipulación, mentiras, intentos constantes de enfrentamientos contra lo que nos dice la ciencia... y por parte de su feligresía, incluso violencia a la hora de defender lo que esos dirigentes dicen o hacen.

Si alguien cree que No mires arriba es una sátira pasada de vuelta (¿tiene sentido siquiera ese concepto?) que escuche las declaraciones de Abascal hace dos días en Intereconomía, en las que acuñó un nuevo término que me dejó con las patas colgando: "tiranía climática". Tocotó.

Pero no solo los dirigentes negacionistas son un lastre, también los que no niegan nada e incluso hacen declaraciones rimbombantes sobre su preocupación por el clima, para luego operar y tomar decisiones que literalmente empeoran la situación. O que aprovechan confusiones y bulos, como Pedro Sánchez, sin ir más lejos, para generar aún más desinformación sobre el tema.

Ausencia de venganzas (spoilers)

Ni los personajes buenos consiguen escarmentar a los malos, ni hay héroes con o sin capa que solucionan todo en los últimos 10 minutos de la cinta, ni la científica consigue el mérito robado por su compañero. Nada épico ocurre, porque de lo contrario tendríamos que haber clasificado la peli como fantasía. Y es que nada bueno podía ocurrir tal y como estaba planteada la película.

Es cierto que esto es un punto positivo, ya que no genera falsas esperanzas con un final edulcorado pegado de mala manera a un problema acuciante, ni tampoco alimenta el optimismo de mucha gente. Esa ilusión donde imaginan (y llegan a creer) que el problema se arreglará solo... o por la mano divina de no saben bien quién. Sin embargo, y aquí es donde pondría el "pero" a la película, "No mires arriba" cae en el catastrofismo. No es que caiga "accidentalmente", es que toda la historia está creada para que solo pueda suceder la catástrofe. Desde el primer momento en el que McKay hace el paralelismo del cambio climático con un cometa a punto de estrellarse contra la Tierra, está metiendo la urgencia, la denuncia, pero también la trampa. El cambio climático no es un cometa que en 6 semanas acabará de forma de violenta con toda forma de vida. El cambio climático no depende de un gobierno estadounidense y de un científico con pocas habilidades sociales. Y aunque lo sabemos, no deja de ser, una vez más, un contenido en el que se trata el cambio climático de forma pesimista. Se une a la larga lista de pelis y series que salen ya como setas, en el que sus creadores quieren que el público se asuste tanto como ellos, para que hagan algo. En mi opinión, esta forma de comunicar y tratar el cambio climático inmoviliza más que moviliza. Paraliza directamente.

No tenemos 6 semanas para solucionar el problema, como en la peli. Y aunque es cierto que no tenemos muchísimo más tiempo, hay margen de maniobra. Y sin embargo, estos contenidos, parecen decirnos que no hay nada que hacer. ¿Qué podríamos hacer nosotras, desde abajo, contra los que toman las decisiones mientras viven en burbujas de privilegios? ¿Qué acciones podríamos tomar para quitarlos de donde están y ponerlos donde se merecen? Acabamos con sensación de impotencia, de soledad, de "¿qué hago yo contra el mundo?". Los contenidos así no muestran la otra realidad: la del activismo, la política en nuestro día a día, la presión que podemos ejercer individual y colectivamente. No muestran la capacidad transformadora que tenemos aquí abajo. No recuerdan que el progreso ha sido siempre un logro de la movilización desde abajo, de la concienciación de muchas cabezas, nunca por una epifanía de un dirigente random.

Todas las personas a lo largo y ancho del mundo tenemos la posibilidad y el tiempo de presionar a los gobiernos que están haciéndose los dormidos, de denunciar, de hacer política, desde qué comemos hasta qué película elegimos en el cine. Tenemos el tiempo y la posibilidad de organizarnos como lo estamos haciendo, de unirnos a las marchas en las calles para presionar de forma contundente. De hacer boicots individuales y colectivos, de hacer activismo online y offline. Somos política desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, pero nada de eso se muestra nunca.

Necesitamos urgentemente contenidos tan brillantes como No mires arriba pero que sean verdaderamente efectivos para luchar contra el problema. Producciones que, lejos de meternos más miedo en el cuerpo, nos recuerden que podemos, que debemos y que, de hecho, no nos queda otra que pelear.

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