viernes, 28 de enero de 2022

NO A LA GUERRA, otra vez (y van...)

No engañaron a nadie que no estuviera dispuesto a dejarse engañar, porque ¿qué diferencia hay en nuestra lengua, y supongo que en todas, entre decir "de entrada" y "por el momento"? 

"De entrada no, luego ya veremos" es lo que entiende cualquiera que no sea beocio, dicho sea con permiso de los ciudadanos de Tebas. Porque "ya veremos" es una forma de no comprometer nada.

Nada habría que objetar a tan enigmática promesa si hubieran dicho "de entrada, nada". Como la antigua Roma, Felipe González "abusaba hasta de su lengua para conseguir sus fines políticos".

Este comienzo aseguraba que se cumpliría una promesa que no prometía nada si se convocaba el referéndum prometido respetando la ambigua propuesta del Gobierno que no entendió quien no quiso.

Aunque estaba claro que la promesa no era tal, en cambio sí hubo tres promesas incumplidas, las clarísimas condiciones que hubieron de introducir en la papeleta del referéndum, porque de no suavizar (¡declarativamente!) la pertenencia a este bloque militar la votación seguramente habría obtenido otro resultado.

PACTA SUNT SERVANDA: mentira podrida.

La promesa se parecía a la que tiempo después ¿engañó? a Gorbachov "pactando" que países que salían del Pacto de Varsovia no entrarían en este otro bloque militar. Fíate de los infieles.

Con todo lo que ha llovido después (bombas, especialmente), y esas intervenciones "salvadoras" (¿a quiénes salvan en realidad?), las que vienen destruyendo uno tras otro tantos países, es difícil que alguien crea en las nobles intenciones de la OTAN.

Lo que ocurre es que muchos prefieren no enterarse, no analizar; y refugiarse, como esos negacionistas según de qué y los votantes madrileños de Ayuso, en el viejo lema "edamus, bibamus, gaudeamos, cras enim moriemur", sin pensar que ese "para mañana" puede ser trágicamente literal.

Triste la relación de personalidades de La Cultura que se adhirieron al manifiesto que pedía el SÍ. Sellaban con eso su propia desmoralización y la transmitían a buena parte de la población. Y seguramente algunos no lo hicieron por el plato de lentejas, sino porque verdaderamente las dudas se habían apoderado de ellos y el camino hacia la desilusión y la renuncia era el más fácil.




Res publica: OTAN, de entrada

Valentín Tomé

Lunes 24 de Enero, 2022

El 12 de Marzo de 1986, con Felipe González como Presidente del Gobierno, se convoca el referéndum para la entrada de España en la OTAN. Después de innumerables manifestaciones populares contra la Alianza, González reclama el voto a favor de la permanencia en ella. Ha mentido en la campaña electoral que le llevó al Gobierno, incumple el programa del PSOE, trampea las resoluciones del congreso de su partido y engaña a los ciudadanos. Se culminaba así un largo proceso de transformismo político iniciado hacía doce años en Suresnes bajo la tutela de la CIA y explicado en más detalle en un anterior artículo, los chicos de Suresnes.

Claro que para llegar a aquella situación proatlantista hubo que comprar muchas voluntades por el camino para asegurarse que en un referéndum tan delicado como aquel, con una fuerte oposición popular, que incluso el propio PSOE había ayudado a crear con su discurso radicalmente antimperialista anterior a las elecciones de 1982, el resultado fuese el esperado. Gracias a la cultura de la "bodeguilla", aquella que nacía en los sótanos de la Moncloa a los que ilustres personajes del mundo de la cultura y el espectáculo eran invitados por el propio Presidente para limar asperezas a golpe de generosas subvenciones (véase en este sentido el genial artículo de Rafael Sánchez Ferlosio publicado en El País en noviembre de 1984 titulado La Cultura, ese gran invento del Gobierno), se elaboró un manifiesto público firmado incluso por personas anteriormente vinculadas a los movimientos pacifistas o antiotanistas pidiendo el voto por el sí en aquella consulta. Julio Caro Baroja, Jorge Semprún, Juan Marsé, Juan Benet, Eduardo Chillida, Luis Goytisolo, Santos Juliá, Sancho Gracia, Jaime Gil de Biedma… fueron tan solo algunos de esos nombres que un mes antes de la celebración de aquel referéndum hicieron público su apoyo a la entrada de España en la OTAN.

El resultado del mismo fue tremendamente ajustado. Ganó el sí con un 56.85% de los votos emitidos sobre una participación del 59.42%. Es decir, menos de un 35% de todos los españoles mayores de 18 años se habían decantado por el ingreso de nuestro país en la organización atlantista. Sin embargo, lo que suele permanecer en el olvido son los términos de lo que se votó realmente en aquella consulta. Más que un sí incondicional, lo que resultó vencedor fue un sí sujeto a fuertes restricciones, las que estaban recogidas en la propia papeleta (ya que, de no ser así, el propio gobierno socialista daba por hecho, dado el clima que se vivía en España en torno al tema, que el resultado del referéndum sería desfavorable). Así, en ella, se podía leer lo siguiente:

El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos:

  • 1.º La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada.
  • 2.º Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español.
  • 3.º Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España.

¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?

No obstante, a pesar de lo recogido en el punto primero, España, como sabemos, participó en los bombardeos contra Yugoslavia (acción militar que no contó con el aval de la ONU), se enviaron fuerzas a Kosovo (misión KFOR en 1999) y Afganistán (ISAF en 2001), o desplegó aviones en la intervención militar en Libia de 2011, todo ello bajo el paraguas de la OTAN. ¿Cómo fue todo aquello posible?

Pues porque todo lo acordado en aquel referéndum fue rápidamente incumplido. Así, en 1997, durante el mandato de José María Aznar, España se incorporó a la estructura militar integrada de la OTAN. El segundo precepto fue enmendado, introduciéndose una cláusula por la que Estados Unidos puede instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español, previa autorización del Gobierno de España. Y en lo que hace a la reducción progresiva de la presencia militar de Estados Unidos en España, en las bases de uso compartido de Rota y Morón ha experimentado un repunte a partir de 2015.

Es por ello que, tras esta enésima traición a la voluntad popular, el Gobierno de España, con la oposición de su parte minoritaria, ha decidido enviar la fragata Blas de Lezo de la Armada que se unirá al Buque de Acción Marítima (BAM) Meteoro de Las Palmas de Gran Canaria, con rumbo al Mar Negro para liderar una de las misiones permanentes de la OTAN, en plena tensión con Rusia por la situación de Ucrania. Operaciones en las que ya nuestro país participaba periódicamente en la vigilancia aérea del cielo del Báltico desde las bases de Lituania o Estonia.

Una posible guerra resulta a menudo tremendamente impopular, por esa razón a partir de este momento seremos bombardeados con multitud de mensajes desde los grandes aparatos mediáticos para tratar de justificarla. Se nos hablará del afán expansionista enclavado en el ADN ruso, de su gobierno despótico, de como ya, en plena guerra fría, invadieron Hungría, Checoslovaquia o Afganistán. De como incapaces de aceptar su nuevo rol en la geopolítica internacional de potencia venida a menos, se revuelven furiosos contra su destino agrediendo a sus vecinos.

Prácticamente ninguno de esos grandes altavoces explicará, como recuerda el gran periodista Rafael Poch, que la entrada de los rusos en Georgia tuvo lugar después de que el ejército georgiano penetrara en Osetia del Sur donde el ejército ruso tenía el estatus de fuerza de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas, en lo que fue un episodio de guerra relámpago del presidente georgiano Mijaíl Sakashvili apoyado por Estados Unidos y aprovechando que Putin viajaba a China para la olimpiada de Pekín.

Nadie se detendrá a explicar que Rusia se anexionó Crimea solo después de que Estados Unidos y la Unión Europea promovieran un cambio de régimen sobre la ola de una protesta popular que derribó al gobierno legítimo de Ucrania, y cuyo momento determinante fue el oscuro y mortal tiroteo de civiles en Kíev, probablemente a cargo de los golpistas y sus padrinos occidentales.

Y por supuesto, pocos afirmarán que ni Ucrania ni Georgia forman parte de la OTAN, y por lo tanto no existe obligación contractual alguna de defender su soberanía. Y si se esgrimieran razones morales para ello habría que preguntarse dónde estaba la OTAN cada vez que Israel, el país del mundo que más tratados internacionales de la ONU ha violado desde su creación, conquista nuevos territorios de anterior soberanía palestina (ahí están las últimas anexiones de Jerusalén Este y los Altos del Golán); o cuando Marruecos, con el beneplácito de nuestro actual rey Emérito, ocupó el Sahara Occidental; o cuando Turquía invadió la mitad de Chipre. Operaciones todas ellas realizadas contra la voluntad de la mayoría de la población, impuestas mediante la represión y la limpieza étnica, al contrario que la ocurrida en Crimea por parte de Rusia, que contó con el aplastante apoyo de su población.

Y ya por último, solo algunos recordarán que la potencia líder de esa organización militar que es la OTAN ha sido la que más crímenes contra la humanidad ha cometido en lo que va de este siglo. Los conflictos bélicos promovidos por Estados Unidos en Afganistán, Pakistán, Irak, Siria, Somalia o Yemen superan ampliamente el millón de civiles inocentes muertos. Ni Rusia ni China ni cualquier otra potencia de este planeta desagradablemente multipolar para los intereses americanos se acerca ni de lejos a las cifras de muerte y destrucción arrojadas por los americanos.

Hoy más que nunca está vigente aquella frase cargada de lucidez del gran Albert Einstein: "No sé con qué armas se luchará en la Tercera Guerra Mundial, pero sí sé con cuáles lo harán en la Cuarta Guerra Mundial: palos y piedras". Hoy más que nunca, volvamos a gritar aquello de NO A LA GUERRA.

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