domingo, 25 de junio de 2017

Crisis del capital (III)

A continuación va la parte final del artículo comenzado a reproducir aquí y que dejé aquí. En ella se constata la irracional racionalidad del Capital, que abandonado a sus propias fuerzas hace tiempo que se habría destruido a sí mismo. Tan solo las resistencias que se le oponen han logrado frenar un tanto esa autodestrucción.

Llegada a su límite su capacidad expansiva, hoy se centra en la defensa de sus posiciones, a costa, como es cada día más evidente, de la sobreexplotación del trabajo humano y de la naturaleza.

Sector tras sector, va quemando sus posibilidades, y al tiempo que se reduce la capacidad de enmascarar ideológicamente sus deficiencias aumenta progresivamente sus mecanismos represores:
"La sobredimensión de la vertiente policíaco-militar y la patente mayor decantación de clase del Estado e instituciones globales, son las salidas que en la actualidad se muestran más evidentes. Pero con ellas también el incremento de la visibilización del antagonismo."

Se desvanece con esto aquella idea de "Progreso" que marcó los origenes del capitalismo y que hacían parecer "razonable" su "racionalidad acumulativa".


AGOTAMIENTO DE LAS POSIBILIDADES DEL REFORMISMO EN EL CAPITALISMO TARDÍO
Andrés Piqueras
(...)

La guerra de clase unilateral del Capital 

La guerra de clase unilateral que desata el Capital como ofensiva para dar respuesta a la crisis estructural de larga duración en la que está sumido, es responsable del tremendo Ajuste Distributivo que se está dando en las formaciones sociales centrales en favor de aquél  9 .

Igualmente el Capital obliga al Ajuste Estructural en las periferias para poder seguir extrayendo ganancia del conjunto de la población mundial (a través del incremento de la apropiación de sus recursos y del aumento de la rentabilidad del capital invertido, también mediante la elevación de su carácter parasitario al extraer cada vez más capital excedente de las más pujantes de esas formaciones sociales, que es depositado en el sistema financiero controlado por las sociedades centrales, para aumentar así el capital de éstas -centralización del capital-).

Los resultados a los que tanto ha ayudado el proceso histórico de desposesión, más el de los recientes Ajustes Distributivos y Estructurales, serían escandalosos si no fuera porque en un medio social capitalista la desigualdad se naturaliza como parte del aire que se respira y todo el mundo está enseñado a vivir con ella y aceptarla. Así, el Instituto Mundial para la Investigación de Desarrollo Económico de la ONU (IMIDE), en su informe de 2006, mide la riqueza como el valor neto que los individuos tienen. El valor neto es el resultado del total del valor de activos físicos y financieros con el que aquéllos cuentan, menos los pasivos (digamos, lo que deben por créditos, préstamos, hipotecas, etc.). Esto se traduce en la propiedad de capital que tiene cada quien. Pues bien, según el IMIDE, en el año 2000 el 1% de la población adulta del mundo poseía el 40% de los activos globales y el 10% tenía el 85% de éstos, mientras que la mitad de la población adulta mundial sólo contaba con el 1% del total de los activos. El índice de Gini global, que mide la desigualdad (1 es la desigualdad total, 0 es la igualdad total) daba un resultado de 0.89, lo que significa que de cada 10 personas 1 se queda casi con el 99% de la riqueza, y las otras 9 con el 1%. Jamás la humanidad había alcanzado tan groseros niveles de generalizada desigualdad (que arroja toda clase de interrogantes sobre cómo puede mantenerse un orden así -¿aumentando cada vez más su componente antidemocrático?-). El informe advierte que incluso en las sociedades consideradas ricas hay muchas (cada vez más) personas cuyo valor neto es negativo (tienen más pasivos que activos). Lo cual habla de un tipo de pobreza que a menudo (todavía) no es reconocida como tal. 

Si el Capital hasta ahora no ha llegado más lejos en esta ofensiva es porque por una parte (al menos en las sociedades centrales) no puede desmantelar todos los mecanismos distributivos y de salario indirecto que acabarían definitivamente con la más mínima solvencia de demanda; pero sobre todo, por la perenne resistencia del Trabajo (la negación de la vida a ser negada) acumulada en forma de logros históricos plasmados en conquistas de derechos, correlaciones de fuerzas y disposiciones institucionales y regulativas de las sociedades. 

Sólo el Trabajo, con sus luchas, pone freno a la racionalidad irracional del Capital, inyectándole dosis de razonabilidad [lo razonable, a diferencia de lo racional, no sólo mide fines respecto a medios o recursos, sino que también evalúa éstos en función de las consecuencias (–sociales y ambientales- es decir, en relación a lo que hoy llamaríamos algo así como un ecobienestar)]. Esto es, pretende la realización práctica en la estructura de lo que se proclama en la metaestructura.  10 

Abandonado a su propia dinámica (sin las luchas sociales que le han dotado de cierta razonabilidad) hace tiempo que el capital se hubiera devorado a sí mismo y hubiera depredado el hábitat planetario. Es decir, que puede decirse también que la socialdemocracia (como -enjuto- resultado de las luchas sociales) pospuso por un tiempo las crisis del capital, permitiéndole una vida más larga.

Pero precisamente otra de las graves consecuencias de la drástica ofensiva que el Capital emprendió contra el Trabajo a escala planetaria en su fase neoliberal, es la reducción de la capacidad por parte de éste de generar razonabilidad alternativa. En contra de lo que ocurrió en otras fases de crisis estructural (en las que aumentó la conciencia radical del Trabajo), la previa ofensiva contra los sujetos organizados antagónicos, la eliminación, cooptación o integración de muchas de sus expresiones y la creación de una especie de ideosfera capitalista, acentúan la explotación cualitativa de la fuerza de trabajo [a diferencia de la explotación cuantitativa, que se mide por la diferencia de valor generado y apropiado, aquélla expresa la colaboración del Trabajo en la reproducción de las condiciones de su propia explotación (y autoexplotación)]. 

De los límites: persistencia de la crisis, agudización del antagonismo 

El tiempo extra que el capital se ha concedido a sí mismo a través de su última huida hacia la financiarización, parece asimismo agotarse. En las formaciones sociales centrales, y muy especialmente en el eje Wall Street-Londres, caen al final de la última década del siglo XX una tras otra las piezas de la denominadanueva economía”, que supuestamente, al inmaterializar los procesos económicos, permitiría un nuevo ciclo de acumulación capitalista. Efectivamente, se había supuesto que las nuevas tecnologías de informática y gestión permitirían reducir las existencias y los costes de las empresas, haciéndolas menos vulnerables a las crisis cíclicas. Tanto es así que las principales empresas no financieras asociadas a esta nueva huida hacia adelante del Capital comenzaron a recibir la confianza de los inversores de todo tipo, en forma de altísimas cotizaciones bursátiles. Tan altas que enseguida el valor de sus acciones superó el patrimonio neto generado por aquéllas (si en 1991 el valor de las acciones de las empresas no financieras representaba el 81% de su patrimonio neto, en 1995 pasó al 114%, y en 1999 al 195%). Con estas premisas no fue de extrañar que en breve los escándalos en la nueva economía se sucedieran (empresas como Enron fueron símbolo de este desinflamiento especulativo, con la detención de sus principales gerentes y accionistas). 

El Capital necesitaba una ‘salvación’ rápida, y ésta le vino a través del fatídico 11 S. A diferencia de la crisis bursátil del 29, cuya recuperación se dejó al “libre mercado”, Estados Unidos se sirvió de la terrible conmoción del 11-S para poner en marcha unas extraordinarias medidas expansivas en la economía, acompañadas de un despliegue de fuerza militar con muy pocos precedentes. Tales medidas fueron tanto de corte fiscal, con reducciones de impuestos y aumento del gasto público (esto último según la ortodoxia neoliberal era prácticamente un sacrilegio), como de cariz monetario (con sucesivos recortes de los tipos de interés para reflotar la demanda). También se permitió la autocartera de las empresas para animar las cotizaciones bursátiles y el relanzamiento general de la economía una vez más a través del enorme gasto militar (base tradicional del crecimiento de la economía estadounidense). Gasto que no se limitó a contribuir en el ámbito económico a través de la fabricación armamentística, sino que también lo hizo mediante su despliegue efectivo en forma de intervenciones e invasiones encaminadas no sólo a controlar los últimos recursos energéticos, sino a realizar una exhibición mundial de fuerza tendente a hacer recuperar la confianza en el dólar como moneda refugio (amparada por los misiles del ejército USA), frente al euro. Esa exhibición de fuerza se mostró realmente convincente, pues las cotizaciones bursátiles de Estados Unidos subieron como la espuma, hasta el punto que la Reserva Federal se vio obligada a realizar subidas del tipo de interés para controlar la inflación. Subidas que de paso reforzaron la atracción de capitales ejercida por el dólar y de los activos financieros nominados en esa moneda. Todo lo cual evitó la ‘natural’ limpieza de capital no competitivo que se supone que realiza la economía de “libre mercado” capitalista, dejando por una parte un lastre de capital sobreevaluado (no competitivo) sin capacidad de generar más patrimonio, mientras que por otra hizo aumentar de nuevo muy peligrosamente la liquidez internacional sin respaldo en riqueza real. Montañas de dinero sobrante(qué cruel designación) buscaron un nuevo refugio para colocarse: el negocio inmobiliario.

Los ámbitos de la especulación en que se materializó todo el proceso de financiarización económica o de hinchazón de los mercados financieros, fueron diversificándose y cambiando según se desinflaban las posibilidades de obtener ganancia en los que les habían precedido. Primero fueron los NIC y nuevos NIC, Siguiendo esa brecha abierta se volcaron las esperanzas especulativas en la nueva economíao economía inmaterial a través de la revolución de internet y la búsqueda de una nueva frontera de expansión del valor, esta vez virtual. Cuando esanueva economía se derrumbó a comienzo de los años 2000, la especulación financiera se hiperconcentró en el sector inmobiliario, hasta que hizo estallar la burbuja generada en torno a acciones y precios inflados muy por encima del valor real, comenzando a manifestarse el desajuste en 2007 para generar la crisis subsecuente de los años siguientes. Sin embargo, los agentes financieros mejor posicionados ya habían comenzado a derivar inversiones hacia los sectores energético y alimenticio (agroindustria y agrocombustibles), asegurados, como el inmobiliario, por su imprescindibilidad. De esta manera, se hicieron subir rápidamente los precios en ambos, a la espera de un nuevo y mayor desajuste, sin haber corregido todavía el inmobiliario, que permanece larvado.

En el cómputo total, la degeneración del movimiento del capital tiene unos límites cada vez mayores sobre los que saltar por encima, haciéndose más vulnerable a la intervención organizada del Trabajo (por lo que el principal objetivo de su ofensiva neoliberal fue deshacer la constitución de éste como sujeto político). La agudización de la escasez  11  con el freno de las fuerzas productivas; el incremento del trabajo excedente y a su vez el agotamiento de las posibilidades de seguir aumentándolo; la expansión de la producción fuera de los centros de trabajo (la capacidad del Trabajo socialmente combinada como sujeto de producción más allá del capital fijo); la extensión de la valorización a todos los ámbitos de la vida (de la producción al consumo, al descanso, al placer; al ocio, a las relaciones íntimas humanas), son algunos de los factores que otorgan una base objetiva a la socialización del antagonismo. Hay que considerar además que el Capital, como sujeto, ha estado siempre urgido por una delicada y difícil compensación entre las crisis de rentabilidad y las de legitimidad, debiendo enfrentar constantemente las fuentes del poder del Trabajo como productor (como fuerza de trabajo) y como reproductor social (como Trabajo generizado, como vida…), en un permanente intento de debilitarlas. Hoy, sin embargo, le resulta cada vez más difícil congeniar ambas. Es decir, frenar la subjetivación de la objetividad antagónica.

La sobredimensión de la vertiente policíaco-militar y la patente mayor decantación de clase del Estado e instituciones globales, son las salidas que en la actualidad se muestran más evidentes. Pero con ellas también el incremento de la visibilización del antagonismo. Esta es una encrucijada histórica en que el aumento de condiciones objetivas de ese antagonismo se va haciendo más susceptible de coincidir con la percepción del mismo, tanto más cuanto las posibilidades de reforma internas al devenir-del-capital se debilitan, agotándose por tanto también las vías de integración consensuada de las poblaciones.

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Bibliografía citada

Berterretche, J.L. (2009). “De la gran quema de capital ficticio a la depresión”, en http://correosemanal.blogspot.com/2009/02/de-la-gran-quema-de-capital-ficticio-la.html.

Bidet, J. y Duménil, G. (2007). Altermarxismo. Otro marxismo para otro mundo. El Viejo Topo. Barcelona.

Carcanholo, R, y Sabadini, M. (2009). “Capital ficticio y ganancias ficticias. Dos visiones críticas sobre el futuro del capitalismo”, en Observatorio Internacional de la Crisis, La gran depresión del siglo XX. Causas, carácter, perspectivas. DEI. San José.

Chesnais, F. (dir.) (2004). La finance mondialisée: racines sociales et politiques, configuration, conséquences. Editions La Découverte. Paris.

Chesnais, F. (2008). “El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la crisis financiera”, en Herramienta, nº 37. Buenos Aires.

Fernández Durán, R. (2003). Capitalismo [financiero] global y guerra permanente. Virus. Barcelona.

Martins, C.E. (2009). “A teoria da coyuntura e a crise contemporânea”, en Polis, nº 24. Universidad Bolivariana de Chile. Santiago.

Naredo, J.M. (2006). Raíces económicas el deterioro ecológico y social. Siglo XXI. Madrid.

Piqueras, Andrés (2002). Movimientos sociales y capitalismo. Historia de una mutua influencia. Germania. Alzira.

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NOTAS

 9  En España, por ejemplo, la tasa de explotación pasó del 70% en el año 60 –en pleno franquismo-, al 90% en 2001, y la acumulación de capital ha sido constante independientemente de la supraestructura política –tipo de Gobierno capitalista- de cada momento: al acabar los años 70 la participación de los asalariados en el PIB español era de algo más del 55%; en los años 2000, ha bajado a menos del 48%. Y es que el salario real no ha parado de descender desde 1993, con uno y otro Gobierno, como recoge Eurostat en su informe “Los ingresos brutos en Europa”, 2005. Tal empobrecimiento de la fuerza de trabajo es sólo compensado con más jornada laboral o con el pluriempleo de muchos de quienes trabajan remuneradamente, o bien con la incorporación al trabajo remunerado de otros miembros familiares, especialmente las mujeres [que enfrentan así una agotadora doble jornada (si las unidades domésticas –los patrimonios familiares tienen que encargarse de garantizar la supervivencia de la fuerza de trabajo, sobre todo de la más joven, ya que con el salario no basta para ello, el aprovechamiento del trabajo femenino no pagado en el interior de aquéllas se afirma como indispensable)]. Mientras que la enorme concentración de capital se manifiesta en las impúdicas ganancias de las principales entidades bancarias españolas, que superan los 5.000 millones de euros anuales, y hasta los 9.000 en algún caso.

 10  La relación de clases moderna que inauguró el capitalismo se basaba en la referencia a una relación racional (económica), sustentada en una relación razonable (jurídico-política) ligada a la declarada igualdad y libertad de los individuos. De ahí extraía legitimidad de origen.

Sin embargo, Marx desveló que lo razonable era solamente una ficción (el individuo desposeído no puede ser un individuo libre, y las partes no concurren, por tanto en igualdad de condiciones ante el mercado), que confundía la referencia a la libertad con la libertad misma. Esto es, la metaestructura declarada es sólo ficción, mientras que la estructura realiza en realidad su contrario: la dependencia y la explotación. Más detalles al respecto en Piqueras (2002) y Bidet y Duménil (2007).

 11  Recordemos que el capitalismo fue el que creó el concepto de “escasez” como cualidad crónica, permanente, de la vida. Al ser un sistema basado no en la satisfacción de necesidades para las grandes mayorías, sino en la creación de más y más necesidades para las reducidas minorías que en el mundo pueden consumir a discreción, generó con ello la permanente sensación de insatisfacción ligada al consumo (omnipresente por más que se consuma); identificada además con el supuesto imponderable de la escasez de recursos (los recursos siempre serán escasos para un consumo sin límites, propio de la civilización industrial-capitalista). Tal supuesto no acompañó a la humanidad en la mayor parte de su historia, como la Antropología no se ha cansado de mostrar, sino que el consumo suficiente con reposición de recursos para poder seguir consumiendo a un semejante nivel en el futuro fue un común denominador de muchos pueblos y culturas. Ese consumo suficiente estaba acompañado, lógicamente, de menor tiempo de trabajo, por lo que el tiempo de vida sin trabajar (dedicado entre otras muchas cosas al solaz) era mucho mayor. Ahí hay algo que aprender para una futura civilización.

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