Antes de la Historia escrita hay un Prehistoria sin más testimonio que unas pruebas materiales que evidencian un pasado sin rostros ni nombres. Un hilo conductor delgado e imperfecto nos permite apenas ensartar fragmentos de culturas de las que realmente sabemos muy poco.
En el campo de la música pisamos con cierta firmeza a partir del tiempo en que se pudieron escribir las notas. Más atrás, o en las músicas de tradición oral, solo nos queda, como en la filología, utilizar un método comparativo entre las formas actuales bien registradas y conjeturar orígenes comunes a partir de afinidades y otros apoyos culturales.
El flamenco, pese a intentos poco satisfactorios de transcribirlo en escritura musical, carece de documentos escritos sobre papel, pero desde el final del siglo XIX hay registros, primero en cilindros de fonógrafo y luego en discos de pizarra, andando el tiempo cada vez más numerosos, que permiten remontarse a sus orígenes... documentados. Porque es innegable que hay un origen remoto, que de modo especulativo remontan algunos al canto gregoriano, a la música árabe o a la de origen hindú traída por los gitanos. Lo seguro es que como en todas las culturas hay sincretismo y mestizaje, Lo inseguro e improbable es la reconstrucción que podamos hacer.
En el caso de la malagueña hay dos factores que favorecen la indagación. Por una parte, se ha conservado la forma popular del fandango verdial, y sobre los fandangos en general, tanto andaluces como de otras culturas ibéricas, hay una enorme variedad de formas vivas que pueden aproximarnos a un tronco común. Por otro lado, podemos comparar esas formas actuales con las grabaciones históricas conservadas. El paso del verdial a la malagueña, o de la forma folclórica a la de los cantaores profesionales, es una cadena bien conocida.
En el programa que enlacé más arriba hay, a partir del minuto 50-51, una grabación de Antonia Contreras en que encadena tres etapas. Comienza con un verdial, que además interpreta acompañada por una vigorosa panda del pueblo de Comares; continúa con una malagueña de Juan Breva, un cantaor fundamental que da el paso decisivo del folclore al flamenco; por último, una de las formas mas actuales de la malagueña.
Ya que recordamos a Juan Breva, vaya como pincelada literaria este poema que Federico García Lorca incluyó en el Poema sel Cante Jondo:
Juan Breva tenía
cuerpo de gigante
y voz de niña.
cuerpo de gigante
y voz de niña.
Nada como su trino.
Era la misma
pena cantando
detrás de una sonrisa.
Evoca los limonares
de Málaga la dormida,
y hay en su llanto dejos
de sal marina.
Como Homero cantó
ciego. Su voz tenía,
algo de mar sin luz
y naranja exprimida.
De nuevo en la voz de Antonia Contreras, seguimos la evolución de lo popular a lo culto:
Termino con esta recopilación en la voz registrada hace más de un siglo (seguramente mucho más) del propio Juan Breva:
No hay comentarios:
Publicar un comentario