jueves, 8 de junio de 2017

Es más sencillo crear consumidores que someter a esclavos

Diríase que en Noam Chomsky hay dos personas, el gran lingüista creador de la Gramática Generativa y el activista político. Se olvida a la tercera persona de esta trinidad, el filósofo, la única figura que puede dar coherencia a un personaje que puede ser todo menos esquizofrénico.

Un filósofo no es nunca una mente disociada. Puede ser parcial o unilateral, pero no puede llamarse así a alguien incoherente. Y en este autor hay mucha coherencia.

¿Podría pasar por alto el lingüista más importante del siglo XX que la lengua es un hecho social, innato en los humanos, base de la comunicación, y por ello de la existencia misma de la comunidad? Los signos del lenguaje son sociales, y desde luego los significados no están al margen de las ideas que circulan en las sociedades, que son en gran medida los que imponen quienes las dominan.

Los fiósofos a los que criticaba Marx en su XI Tesis estaban más preocupados por interpretar el mundo que por plantearse la necesidad de transformarlo. De ahí que él concibiera ante todo su tarea de filósofo como una "filosofía de la praxis", una actividad ligada a la práctica. Nuestro filósofo lingüista no puede ignorar que con la lengua ocurre lo mismo: Las lenguas son pura práctica. ¿Cómo no intervenir prácticamente en sus cambios, tanto como en su interpretación? Además, como hecho social, nuestro filósofo no se ocupa de ellas aisladamente, sino en conexión con las sociedades en que surgen y evolucionan.

De la crítica filológica a la crítica social hay un corto trecho, sobre todo si indagamos en los usos y en los significados de los mensajes. Esta crítica no puede escaparse a un investigador tan sagaz como Chomsky, que no podría desligar la crítica de los mensajes publicitarios de una denuncia de la intención que envuelven en bellos ropajes.

Si el célebre anuncio de Marlboro asociaba la libertad con el tabaco, la omnipresente publicidad del automóvil, más potenciada si cabe tras su crisis de ventas, hace lo mismo. ¡Qué diferencia entre las proezas de un "heroico" automóvil aislado en un lugar maravilloso y la realidad de las caravanas, los atascos y la ímproba labor de buscar un aparcamiento en que dejarlo (por fin) tirado!

La publicidad "realmente existente" no es información. Es la negación de ese principio del libre mercado que lo concibe como el lugar dondeconsumidores informados toman decisiones racionales”. En lugar de esto encontramos consumidores desinformados tomando decisiones irracionales”.

La publicidad como fábrica de consumidores.



Valeria Hiraldo
muhimu

Noam Chomsky es filósofo, escritor, controvertido activista y uno de los lingüistas más brillantes y reconocidos de la humanidad. Su trabajo es estudiado en las universidades de todo el mundo, desde facultades de psicología hasta titulaciones lingüísticas, pasando por muchas otras disciplinas. En este post os explicaremos brevemente lo que él consideraba como las estrategias más comunes en la manipulación mediática. Os dejamos una de sus últimas reflexiones sobre un tema que nos afecta a todos, la industria de la publicidad:

“La industria de las relaciones públicas, la industria de la publicidad es la que se dedica a la creación de consumidores. Este es un fenómeno que se desarrolló en los países más libres, en Gran Bretaña y los Estados Unidos. Y la razón es muy clara.

Se volvió clara hace aproximadamente un siglo, cuando se dieron cuenta de que no iba a ser fácil controlar a una población con el uso de la fuerza. Habían ganado demasiada libertad: sindicatos, parlamentos con partidos para los trabajadores en muchos países, el derecho al voto de la mujer… Por lo tanto tenían que encontrar otros medios para controlar a la gente.

De esto se dieron cuentan y comprendieron que tenían que controlarlos mediante el control de las creencias y las actitudes. Cuando hablamos del término actitud, una de las mejores formas de formas de controlar a las personas es lo que el gran economista Thorstein Veblen llamó: fabricando a consumidores.

Si puedes fabricar deseos, haz que obtener cosas que están a tu alcance sea la esencia de la vida. De esta forma ellos van a quedar atrapados convirtiéndose en consumidores.  Y se hace con gran sofisticación, como este anuncio de Malboro:
Ya no se ven muchos sementales salvajes. Es uno de los últimos de una raza salvaje y muy singular. Venga al país de Malboro.
Lo ideal es lo que se ve hoy en día, dónde si los adolescentes tienen un sábado por la tarde libre van a ir a un centro comercial, no a la biblioteca u otro lugar. La idea con esto, es tratar de controlar a todos, para instalar a la sociedad dentro de un sistema perfecto.

El sistema perfecto sería una sociedad basada en una díada, en un par. Ese par eres tú y tu televisión, o tal vez ahora, tú y el internet. Lugar en el que se presenta como debería ser la vida apropiada, el tipo de aparatos que deberías tener. Recordándote que debes gastar tu tiempo y esfuerzo para conseguir esas cosas, que no necesitas y que no quieres, y que probablemente terminarás tirando. Pero eso es lo necesario para una vida digna.

Lo que vemos en la publicidad de la televisión podemos entenderlo a través de esto: si alguna vez has tenido alguna formación sobre economía sabes que los mercados se supone que se basan en “consumidores informados tomando decisiones racionales”. Pues bien si tuviéramos un sistema de mercado así, un anuncio de televisión, como por ejemplo de General Motors, consistiría en poner información diciendo: “esto es lo que tenemos para vender”.

Pero en realidad eso no es lo que un anuncio de automóviles es. Un anuncio para un choche se vende como si de un ídolo del fútbol se tratara, el coche haciendo alguna locura, como subir una montaña o algo así.
El punto está en crear consumidores desinformados que van a tomar decisiones irracionales. De eso es lo que trata a día de hoy la publicidad. 
Y cuando la misma institución, el sistema de representación democrático lleva a cabo las elecciones lo hace de la misma manera. Quieren crear un electorado desinformado, que va a tomar decisiones irracionales a menudo en contra de sus propios intereses. Esto lo vemos cada vez que uno de esos grandes espectáculos se lleva a cabo.”


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