miércoles, 20 de marzo de 2013

Los siete momentos del cuerpo político como conjunto de actividades y prácticas

El capitalismo globalizado ha demostrado ya su peligrosa inviabilidad a medio plazo. Se necesitaría un movimiento capaz de oponerse a él a su misma escala global. La geografía abarca esta escala. Por eso ha debido constituirse como una ciencia sintética tanto en su extensión como en sus contenidos. Aspira a ser la ciencia total del planeta, del mismo modo que la antropología pretende ser la ciencia total del hombre.

Seguramente por esta visión amplia, ha tenido que ser David Harvey, geógrafo y urbanista británico mundialmente reconocido, quien aborde el problema en varios escritos. En uno de ellos, Organizarse para la transición anticapitalista, señala la necesidad absoluta de una gran confluencia de movimientos. Casi todos los que tienen de algún modo carácter anticapitalista son parciales, tanto por los temas sectoriales que les interesan como por su extensión grupal y territorial. Los cambios de sistema siempre se han producido cuando han confluido simultáneamente contradicciones irresolubles en los siete momentos del cuerpo político que evolucionan conjuntamente, como ya reconocía Marx en el capítulo XIII del primer libro de El Capital.


David Harvey


Una política revolucionaria que enfrente la acumulación ilimitada de capital compuesto y que finalmente la desactive como el principal motor de la historia humana requiere una comprensión sofisticada de cómo se produce el cambio social. El fracaso de esfuerzos anteriores para construir un socialismo y comunismo duraderos debe ser evitado y las lecciones de esa historia, enormemente complicada, deben ser aprendidas. Sin embargo, también debe ser reconocida la necesidad absoluta de un movimiento revolucionario anticapitalista coherente. El objetivo fundamental de dicho movimiento social es asumir el mando tanto de la producción como de la distribución de excedentes.

Necesitamos urgentemente una teoría revolucionaria adecuada a nuestros tiempos. Propongo una “teoría co-revolucionaria” derivada de la comprensión de lo postulado por Marx acerca de cómo el capitalismo surgió del feudalismo. El cambio social emerge mediante el despliegue dialéctico de las relaciones entre los siete momentos del cuerpo político del capitalismo visto como un conjunto, o como un conjunto de actividades y prácticas:
  • las formas tecnológicas y organizacionales de la producción, intercambio y consumo
  • las relaciones con la naturaleza
  • las relaciones sociales entre las personas
  • las concepciones mentales del mundo que abarcan conocimientos, saberes culturales y creencias
  • los procesos específicos de trabajo y producción de bienes, geografías, servicios o afectos
  • los convenios institucionales, legales y gubernamentales
  • y la conducta en la vida cotidiana que sustenta la reproducción social

Cada uno de estos momentos es internamente dinámico y está intrínsecamente marcado por tensiones y contradicciones (basta pensar en las concepciones mentales del mundo), pero todos ellos son co-dependientes y co-evolucionan interrelacionadamente. La transición al capitalismo implica un movimiento de apoyo mutuo a través de los siete momentos. Las nuevas tecnologías no pudieron ser identificadas y practicarse sin nuevas concepciones mentales del mundo (incluidas aquellas en relación con la naturaleza y las relaciones sociales). Los teóricos sociales tienen la costumbre de tomar sólo uno de los momentos y vislumbrarlo como la “bala de plata” que causa todo cambio.

Tenemos los deterministas tecnológicos (Tom Friedman), deterministas ambientales (Jarad Diamond), deterministas de la vida cotidiana (Paul Hawkins), deterministas de los procesos de trabajo (autonomistas), los institucionalistas, y así sucesivamente. Todos están equivocados. Es el movimiento dialéctico a través de todos estos momentos lo que realmente cuenta, aun cuando haya un despliegue desigual en ese movimiento.

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