viernes, 15 de marzo de 2013

¡Una casita!

Como las de los cuentos. La casita del bosque, la casita de turrón. Gran tejado a dos aguas, ventanas abuhardilladas bajo él, disposición convencional de sus espacios...

Tiene más, mucho más de treinta años, y no ha nacido.

No llegó a construirse. Quien la encargó quería sólo "unos papeles" para obtener la licencia de obra. Luego, hizo lo que quiso. El ayuntamiento, como ahora se dice, "miró para otro lado".

¿Por qué se habrá salvado este diseño de entre los otros muchos perdidos? Mi casita de papel.

Humilde, vulgar, tiene algo que me gusta. Ordena y protege su contenido. Casa para vivir un invierno triste y lluvioso, como este. Para ocupar su espacio y su tiempo con libros y buena música.

El espacio y el tiempo del verano es otro. Para el verano y su alegría ya tenemos el aire libre, el sol. Y el paseo.

¡Ah, si yo pudiera regalar esta casita a los que están perdiendo la suya, que es perder la vida!

Sótano, garaje. Ventanas apaisadas pegadas al techo. Comienza el ascenso.

Zona de día. Simetría estructural. Dos ejes, dos mundos. Pecho y espalda. El norte, a la derecha.

Zona de reposo


La casita ideal del emigrante retornado


¿Fachada principal?


Suban, señores. Están en su casa. En la mitad de su casa.

 Y ahora en el extremo. ¡Casi nos salimos!

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