domingo, 26 de junio de 2016

La filosofía de la praxis y algunas precisiones a contrapelo del sentido común

De la entrevista que Salvador López Arnal realiza a Joaquín Miras entresaco unos párrafos. Aunque se centra en el marxismo como filosofía de la praxis (la práctica colectiva del conjunto de la humanidad) dice también otras cosas, a contrapelo del sentido común habitual, construido, como no puede ser de otra manera, por la clase hegemónica, dominante.

En primer lugar, hace notar que la actividad que surge de ese quehacer en común no es pronosticable, porque su motor es la contradicción, y "de la contradicción puede surgir cualquier cosa".

De pasada, señala la importancia de la revolución rusa, un hecho histórico que gozó de un consenso masivo. La propaganda occidental ha extendido la creencia de que el terror estalinista pudiera haber impuesto la tenaz resistencia al nazismo del pueblo soviético. ¿Pudo hacerlo empleando un terror aún mayor que el de los invasores? ¿Hubiera podido galvanizar el terror franquista una resistencia semejante si los ejércitos aliados hubieran invadido España al final de la guerra?

Y gracias a esa resistencia y al temor al contagio pudieron luego consolidarse por un tiempo las democracias y el estado de bienestar en los países de Europa Occidental. Eclipsado el peligro comunista, la explotación y la pérdida de derechos sociales vuelven por sus fueros.

Cuando ese consenso se fue diluyendo, el pueblo dejó de sentirse protagonista de su revolución, y no salió a defender a un régimen que ya no era hegemónico.

Es un error, o algo peor, englobar a los gobiernos comunistas con los fascistas bajo el término "totalitarismo". Poco tuvo en común un autoritarismo aupado por los grandes capitalistas y que se manifiestó con toda su ferocidad desde el primer momento, con la deriva autoritaria de la URSS, deriva que han seguido antes y después tantas revoluciones, cuando el impulso emancipador fue sustituido por la lógica desarrollista y la revolución fue instrumentada como un medio para el desarrollo de la economía y no la economía como instrumento para un nuevo régimen social.

Preocupa al entrevistado la falta de claridad con que la izquierda aborda temas tan importantes como la moneda única o la pertenencia a esta Unión Europea "realmente existente", que choca de manera frontal con las necesidades de los pueblos que la componen.

De las respuestas emitidas me queda una idea fundamental: el futuro nunca está determinado de antemano, y por eso mismo es el movimiento real de las clases en presencia el que lo va construyendo. Saber tomar posición en este movimiento es la clave para participar con acierto en su devenir. Y si el Buho de Minerva se levanta tarde, siempre será mejor que tome nota de lo que ha acontecido en el día, en lugar de dormitar.




"Praxis política y estado republicano. Crítica del republicanismo liberal" (I)


Rebelión

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El marxismo es una filosofía que, desde luego, y como elemento de crítica a la sociedad capitalista, elabora ciencia, y posee, también, una reflexión sobre la ciencia etc. Como filosofía es un saber, pero no es un saber cuyo primer objetivo es conocer la sociedad estudiada como un objeto cuya constitución y reproducción nada tienen que ver con nuestra actividad capilar cotidiana y nuestras intenciones. La sociedad no es una realidad objeto gobernada por legaliformidades constantes cuyo conocimiento mediante la ciencia permitiría pronosticar fases futuras, prescribir técnicas de intervención y prever, a su vez, la incidencia de estas sobre sobre el objeto. La filosofía marxista es un saber que parte de la consciencia de que el ser humano es un ser que crea en comunidad una praxis mediante la que produce su mundo de vida, incluido el saber hacer que pone en obra la actividad. Praxis significa actividad generada por la creatividad del ser humano en comunidad, actividad en constante, novedosa generación, actividad creada históricamente y creada, renovada constantemente. Por tanto el constituyente del ser humano, la actividad que emerge del hacer en común, es impronosticable, y, en consecuencia, no es prescriptible. De algo que no se puede saber cómo será, nada se puede decir; solo se puede animar que se genere, y se puede reflexionar sobre el mismo a la par que se genera, como reflexión segunda sobre el mismo –filosofía. Nuestro maestro Manuel Sacristán expresaba esto diciendo que “de una contradicción puede surgir cualquier cosa” y que, en consecuencia no se podía prever el futuro. También concluía de ello que la elaboración apriorística prescriptiva de acción política a medio y largo plazo, lo que denominamos “estrategia”, es meterse a –la palabra es suya de “zascandil” de la historia. Lo que es creación de la comunidad solo puede ser conocido cuando la comunidad lo crea. Esto es Filosofía de la práctica, que incluye la concepción de la radical, constante historicidad –creatividad- de la praxis humana: mi marxismo, un creacionismo inmanentista e histórico.

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Creo que la revolución rusa fue un hecho histórico que transformó la historia. Y que es una muestra de que la historia la puede hacer la gente común, nosotros, los explotados. Creo que el régimen económico social que se construye, fue un régimen que generó un consenso masivo, como lo demuestra la firme defensa popular del mismo que entablan las masas contra el nazismo. Ningún régimen político se sustenta sobre el terror, sino sobre la hegemonía. Y –pensemos en el franquismo– eso es una de las cosas que no nos queremos reconocer. De te fabula narratur. Cuanto si, menos, los alemanes de los años 30 y 40 del siglo XX, los escandinavos, los polacos… Desde la Revolución Francesa, cuando irrumpe la plebe en la política, se hace imposible estabilizar regímenes contra las masas. Ni sostenerlos una vez estas les vuelven la espalda, tal como ejemplifica también la propia URSS de 1989. Gracias a que la URSS, como resultado del sacrificio voluntario, activo, entusiasta, terrible, de su población, llevó sus tanques hasta Berlin, y mientras esto duró, existieron las democracias europeas y los denominados estados sociales.

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El uso del término “totalitarismo” sirve para satanizar, esto es, para poner el “mal”, considerado absoluto, y sin análisis subsiguientemente, lejos-y-fuera de nosotros, es parte de una narrativa tranquilizadora que nos contamos a nosotros mismos. Pero, primero, lo acaecido en el decurso histórico de la URSS no difiere de lo ocurrido en el México revolucionario, en Argelia, en Egipto…etc. Países todos en los que el fin del nuevo régimen fue el desarrollismo económico, la revolución instrumentada como medio para el desarrollo de la economía y no la economía como instrumento para un nuevo régimen social. Y siempre, todo esto, fue resultado del control del poder emergente por elites que se autojustificaban como gerentes y dirigentes de la política en nombre de su cualificación técnico científica y teórica. “Teoría de elites”, legitimada, autolegitimada en nombre de “la ciencia”, la “eficiencia”, la “mejor formación” –por ejemplo: la generación española mejor formada de la historia- , y que no es marxista, sino positivista, neopositivista, estructuralista, posmoderna, deconstructiva, “sospechista”, laclauniana, en general girolingüista: epistemologismo gnoseológico neopositivista que entra en el marxismo “desde fuera” y entra precisamente teorizando la necesidad de una “consciencia exterior”, “excedente”, basada en la ciencia, que es lo que capacita a un grupo para ser “vanguardia” y saber lo que nos conviene a los demás…pero ésta ha sido y sigue siendo la forma de concebir la política, tanto de tanto de las anteriores como de las nuevas levas de profesionales de la política de la izquierda…que gracias a sus satanizaciones echan un tupido velo sobre lo que es común a la actividad política soviética y a la suya. Y se quedan, a sus propios ojos, “sin pecado concebida?”.

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Todas las fuerzas políticas que se están constituyendo o reformando en estos momentos –Catalunya puede ofrecer un registro amplio de ellas- se constituyen conforme a ese criterio. A mi juicio, también Podemos. No son medios para la autoorganización de la gente, sino instrumentos para la representación institucional en nombre de la misma. Los movimientos pueden ser legítimos, pero son “otra cosa”, quizá inabarcable y, quizá, -se dice- hasta no se puede tener la falta de humildad de querer abarcarlos, etc…pero estos son los argumentos utilizados.

En cuanto a la concepción que Espaimarx tiene de su tarea es semejante a la que, nos recuerda Polanyi, tiene el economista respecto de la burguesía. El economista es un siervo del burgués capitalista. Primero existieron los burgueses, luego los contables, por último se creó a los economistas. El mundo capitalista es fruto de la actividad de la clase burguesa, no de la de sus contables o de sus investigadores. Estos funcionan como instrumento de las decisiones de clase, constantemente nuevas, que tendrán repercusiones y consecuencias incognoscibles a priori para ninguna ciencia, incluida la económica. Lo mismo ocurre con la prensa y los demás instrumentos de formación al servicio de la burguesía, no tratan de sustituir ni de “enseñar” lo que se ha de hacer. Suministran al Soberano conocimientos, le informan de lo que hay. Estudian lo que se les ordena. Esta es una tarea ancilar, o como dice Gramsci, “orgánica”, supeditada. Es el soberano, el sujeto real activo el que decide cómo usarla. El filosofar es reflexión sobre lo que se ha hecho previamente, y parte de la experiencia de los actores. El uso de la ciencia que hace Marx es para combatir, dentro de un uso público de la razón, las ideologías que inducían a creer que este mundo económico es natural e inmodificable. En su obra no hay receta alguna sobre cómo deba organizarse la economía, o tales cosas. Sobre esto trato en algún punto del libro. En el marxismo, en el hegelianismo, no existe el Rey Filósofo, que debe dirigir a la mayoría: el Búho de Minerva solo levanta el vuelo “a misses dites”, tras los amenes, cuando ya se ha hecho la cosa y se ven los resultados.

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Sí, es así. Por ello, lo que, por ejemplo, he realizado en este libro es un trabajo de explicitación sobre las nociones sobre las que se sustenta la filosofía de la práctica, la tradición intelectual en que se expresa, etc. Porque –y respondo a la segunda pregunta tuya– este filosofar se ejerce a partir de la experiencia práxica que surge de la actividad capilar desarrollada en su vida cotidiana por gentes que están organizadas dentro de un movimiento que posibilita su acción de lucha y de transformación de su vivir. Ese movimiento es hoy débil –“aún” muy débil–. Sin ese movimiento solo queda reelaborar el legado constituido por las elaboraciones surgidas de las experiencias históricas habidas, trasmitirlo, y alentar al propio protagonismo organizado de la praxis de cada uno. Así lo explica Marx, por ejemplo en el capítulo 2 de El Manifiesto comunista; los comunistas no formamos un partido aparte, no proclamamos principios especiales, inventados o descubiertos, conforme a los que queramos amoldar al movimiento. Las elaboraciones son la expresión de conjunto, elaborada a partir de la experiencia de lucha, de un movimiento histórico, cuando este, se esté desarrollando ante nuestros ojos, Y en la medida en que exista este movimiento, la clase no es un ente existente, sino una construcción comunitaria histórica, que puede existir o no, que es consecuencia de la propia actividad autoconstitutiva: “constitución del proletariado en clase” es otra frase del Manifiesto Comunista. Todo esto es, como sabemos, una paráfrasis hecha sin acudir al texto, pero, seguro, muy fiel al mismo. La filosofía, como el búho de Minerva, solo levanta el vuelo ex post, como reflexión segunda sobre lo que se da en la realidad. Gramsci es el más grande filósofo político marxista del siglo XX, el mejor filósofo político de todos los que han reflexionado sobre política desde cualquier tradición filosófica en el siglo XX, y un pensador fundamental para elaborar la filosofía de la práctica

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Pedro Montes, que es un excepcional economista y un hombre de izquierdas de calidad humana extraordinaria, ha debatido desde siempre sosteniendo con firmeza y con erudición rigurosa extrema estas posiciones. Escribió un libro sobre las consecuencias que iba a acarrear la aceptación de la moneda única, antes de que se entrara en el euro. Un libro que no se quiere recordar porque nadie puede decir que las cosas no hubiesen sido explicadas. Y desde siempre, ha sido un pensador fundamental y un conferenciante clave en el debate contra el euro: con argumentos, no con glamoures. Un hombre que podría tener una posición envidiable y riqueza, en el país de las puertas giratorias. Es uno de los nuestros. Esta es la posición de la asociación Socialismo siglo XXl, desde luego. Por cierto y vuelvo sobre Pedro Montes, que ahora mismo nos está recordando que la izquierda no tiene posición sobre todas estas cuestiones. Al referirme al trabajo desarrollado por Joan Tafalla estoy pensando en las jornadas sobre el euro que se organizaron en Barcelona, con presencia de ponentes tanto de toda España como de Europa y de África, continente donde varios países de la francofonía soportan una moneda única de “dos velocidades”, y sus efectos económicos terribles, el franco africano. Quiero insistir en el asunto porque en esta insistencia misma sobre el acto de Barcelona se encierra una clara crítica. ¿Cómo es posible que este tipo de debates, que es fundamental para el momento presente, se decida lo que se decida luego, deba ser organizado por una serie de pequeñas organizaciones, entre ellas Espaimarx, y que las fuerzas políticas de la izquierda, acudiesen a la invitación o no, las que tienen recursos, organización, potencia, diputados, vocación institucional, y en consecuencia, tienen, o deberían tener, necesidad imperiosa, inminente, de estos debates –no de fotos con Varufakis- se pongan de perfil y corran tupidos velos? La izquierda, la nueva coalición, las fuerzas que la componen, no tienen política elaborada y definida sobre todas estas cuestiones importantísimas. ¿No sería necesario que, al menos, impulsaran jornadas de reflexión? Podríamos pensar que tratan de sondear la posibilidad de un “euro bueno”. ¿Han organizado debates con ponentes que les permitan saber cómo hacer, a qué atenerse? ¿ Y sobre la “deuda soberana”? ¿"Qué hacer”, que diría Lenin? Tampoco hay política.

La UE ha dicho que debemos recortar otros 9 mil millones de euros del gasto público. El cataclismo en que está sumida la sanidad, la enseñanza, la desaparición de las ayudas sociales, la impotencia para crear empleo, de este país, son consecuencia de un anterior recorte de 10 mil millones. ¿Qué van a hacer nuestros dirigentes respecto del nuevo que se exige? Son preguntas que exigen respuestas, y requieren reflexión pública. De estar en una situación normal, estas jornadas a las que me he referido, las más importantes realizadas en España, hasta le fecha, tras las cuales y como consecuencia de las cuales, ha habido pequeñas réplicas en otros lugares, no debieran haber corrido a cargo de grupos tan reducidos. En las jornadas de debate organizadas en el extranjero por gentes como Kostas Lapavitsas, a las que asisten grandes teóricos de toda Europa, brillan con luz propia, por su ausencia, nuestras fuerzas políticas. Se escucha su silencio, su ausencia de discurso.

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