viernes, 10 de junio de 2016

Marxismo y ciencia (II)

Prosigo mi exposición por etapas del artículo de Monserrat Romero Alarcón que tomé del blog de Antonio Olivé.

Se trata ahora de distinguir el carácter científico del pensamiento de Marx de lo que son las ciencias positivas, porque su método dialéctico no es un método de invención. Y es muy importante distinguir las diferencias entre método de investigación, metodología de investigación, y metodología de exposición.

Una concepción del mundo hace afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica, sea deductiva o inductivo-probabilística. Por eso mismo, abonar o hacer plausible no es lo mismo que probar en sentido positivo,

¿Consideraremos que las ciencias sociales son menos ciencias que las experimentales, por el hecho de que jamás podremos tipificar y reproducir en un laboratorio sus experiencias?



Una clarificación epistemológica desarrollada por Manuel Sacristán
Monserrat Romero Alarcón

(...)

La visión totalizadora del marxismo, que reproduce en ella una dialéctica, y el carácter analítico-reductivo, permiten identificar que “el conocimiento que busca Marx ha de ser muy abarcante, contener lo que en nuestra academia llamamos economía, sociología e historia. Pero, además, el ideal de conocimiento marxiano incluye una proyección no solamente tecnológica, sino globalmente social, hacia la práctica. Un producto intelectual con esos dos rasgos no puede ser teoría científica positiva en sentido estricto (…)” (Sacristán, 1983b). Bajo esta perspectiva se puede argüir sobre la relación que existe entre la ciencia y el marxismo. Este último, al ser una “concepción del mundo explícita, que tiene por fuerza que contener también una visión de las relaciones del hombre con la naturaleza, y, consiguientemente, de la naturaleza misma y de la ciencia que la estudia” (Sacristán, 1964).

El filósofo español precisa que “una concepción del mundo no es un saber, no es un conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Es una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto, a veces sin que éste se los formule de un modo explícito” (Sacristán, 1964). Asimismo, afirma que “(…) la tradición marxista no es una tradición teórica pura. Es una tradición política, una intervención consciente y organizada en la lucha de clases, sobre la base de un fundamento científico en sentido estricto [6] y un fundamento todavía más amplio de carácter filosófico” (Sacristán, 1983c). En este sentido la propia corriente de pensamiento marxista y la concepción comunista del mundo (CCM) también se encuentran en distintos niveles de conocimiento, ya que para la CCM el sujeto de estudio es el propio movimiento comunista y el marxismo en sí es la vertiente intelectual que permite darle plausibilidad a la cultura y a la sociedad comunistas.

Algunos tópicos del marxismo. Se pueden identificar en varios artículos escritos por Manuel Sacristán los desarrollos de la corriente marxista. En específico, explica la diferenciación entre los conceptos de “método” y de “metódica”. Marx utiliza en su visión totalizadora para la CCM el “método dialéctico”. Sin embargo, es importante precisar que la noción de “método” no es aquella a la que habitualmente hacemos alusión hoy en día. [7] En palabras de Sacristán: “cuando uno dice «método», por regla general, uno piensa en una técnica para conseguir algo o averiguar algo. Pero la verdad es que no existen métodos progresistas y métodos reaccionarios, ni métodos reaccionarios y métodos revolucionarios de conseguir datos. Lo que se llama dato no tiene formas distintas ni de consecución ni de descripción. En esto, si los marxistas, sobre todo los estudiosos, fueran buenos lectores y la pasión con que un movimiento político cultiva a sus clásicos no le hiciera olvidar que hay que leer despacio, con cuidado y críticamente, habría encontrado en los clásicos textos de sobra para no cometer este error” (Sacristán, 1977).

Es decir, “el método dialéctico no sirve para descubrir datos porque no es un método de invención”. Por ello, “la distinción metodológica más importante en El Capital ha sido, como en cualquier otra cosa, la distinción entre método de investigación, metodología de investigación, y metodología de exposición” (Sacristán, 1977). Ya que “la concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica (deductiva o inductivo-probabilitaria)”, por tanto, “abonar o hacer plausible, no es lo mismo que probar en sentido positivo” (Sacristán, 1964).

Por ello, coincidimos con nuestro autor en cuanto a la noción que se debe tener de “método” utilizada en la obra de Marx. En este mismo tenor, Sacristán menciona que: “la empresa del marxismo no es la empresa de la ciencia, ni una empresa científica. Eso no quita que uno de los rasgos característicos de la tradición marxista sea la intención de incorporarse ciencia e incluso hacer ciencia ella misma. La mejor manera de caracterizar el lado intelectual de la tradición marxista es verlo como una metódica”. Este planteamiento se puede ampliar diciendo que: “entre los elementos principales de esa metódica se cuentan: el ver la emancipación como un asunto básicamente económico-social y derivativamente ideológico y político («materialismo», visión complicada hoy por la presencia del Estado en la base productiva); el necesitar (…) una comprensión integrada y autocontenida (…) de los diversos aspectos de la realidad social, la distinción entre los cuales le es, por otra parte, esencial (esta necesidad metódica es «la dialéctica»); el requerir un fundamento empírico-racional de la práctica (es el motivo de la «unión del movimiento obrero con la ciencia»); el no darse a la fabulación de una vida futura, sino trabajar con lo que hay y partiendo de lo que hay (esto es el «principio de la práctica»)” (VV., AA., 1978).

El mismo Sacristán en una contestación al economista y anarcosindicalista Joan Martínez Alier, a finales de la década de los años setenta, afirma que “la refutación de muchas tesis de Marx o de marxistas no es ninguna prueba de que las maneras marxistas de pensar, el «método» materialista histórico-dialéctico, sean acientíficos, sino, en cierto sentido bastante trivial en filosofía de la ciencia, todo lo contrario. Si el marxismo fuera una filosofía especulativa y sistemática, (…) sería irrefutable y acientífico, como toda teología. Si el marxismo fuera ciencia en el sentido de la teoría positiva, como un sistema completo y detallado de tesis sobre un trozo de realidad, entonces la refutación de esas tesis, o de algunas de ellas en posición central, determinaría no una condena de acientificidad, sino su abandono en cuanto a construcción científica superada” (VV., AA., 1978).

Con todo lo anterior se puede afirmar que la ciencia y el marxismo tienen diferentes instrumentos operativos y distintos objetivos. Es decir, la ciencia tiene como fin entender a la realidad y el marxismo no sólo entenderla sino transformarla. Por ejemplo, no podemos afirmar con un análisis “marxista” que las matemáticas, por ejemplo, son burguesas o que en algún momento de la historia fueron socialistas. Lo que sí se puede hacer a través del marxismo, visto como un conjunto de ideas, es hacer consciencia racional del comunismo. La noción de «método» en Marx “tiene un sentido más general y menos preciso que el que se ha hecho habitual en la literatura metodológica y en la literatura científica de las últimas décadas de este siglo. Pero, en cualquier caso, su metódica o concepción general del método, lo que él llamaba «dialéctica crítica y revolucionaria», es, efectivamente, el factor que hace de argamasa entre filosofar, análisis científico propiamente dicho y teoría de la revolución” (Fernández Buey, 1983).
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NOTAS

[6] “Si se superan esos dos prejuicios: el apologético y el referente al análisis de las teorías y de la experiencia, no queda uno preso en el dilema entre la glorificación de una letra supuestamente científica pura de Marx y el rechazo apasionado de su obra, cuando se descubre que no toda ella cumple, ni mucho menos, los requisitos formales de lo que hoy es ciencia” (Sacristán, 1983c).

[7] “Cuando un filósofo del siglo XIX (como Marx) dice “método” está pensando en “manera general de pensar”, estilo intelectual. Cuando nosotros decimos “método” estamos pensando (…) en artefactos tan exactificados que sus operaciones se pueden describir como una sucesión normada de pasos tales que cualquier profesional competente los puede repetir en el mismo orden y con el mismo resultado” (Sacristán, 1983c).

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Bibliografía

Fernández Buey, Francisco (1983), “Nuestro Marx”, mientras tanto núm. 16-17, agosto-noviembre, Barcelona.

Sacristán, Manuel [MSL] (1964), “La tarea de Engels en el Anti-Dühring”, en MSL, 1983a.

— (1977), “Sobre economía y dialéctica”, en MSL, 2004.

— (1983a), Sobre Marx y marxismo. Planfetos y materiales I, Icaria Editorial, Barcelona.

— (1983b), “¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?”, en MSL, 1987.

— (1983c), Entrevista concedida a la revista Dialéctica año VIII núm.13, UAP, México, junio; en MSL, 1987.

VV., AA. (1978), “Cinco cartas sobre «eurocomunismo», marxismo y anarcosindicalismo”, Materiales núm. 8, marzo-abril, Barcelona. 

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