El texto, como en las entregas anteriores, está tomado del blog de Antonio Olivé.
Una clarificación epistemológica desarrollada por Manuel Sacristán
Monserrat Romero Alarcón
2. Dialéctica, economía y metodologías
Ningún profesor de economía o de sociología que no sea un poco raro gustará de exponer textos que se parecen más a Isaías que a Durkheim o Walras. Puro moralismo, como dicen.
Sacristán, 1983b
(...)
La dialéctica y la economía.
Estos son conceptos utilizados en el marxismo para poder explicar la plausibilidad de la existencia de una sociedad comunista. En los párrafos previos se ha tratado de repasar el significado de algunos de los elementos más importantes del marxismo. La noción de dialéctica, en sentido estricto, es un elemento imprescindible de clarificar para una buena comprensión de las ideas de Marx. La economía y la dialéctica se encuentran en distintos niveles de conocimiento, ya que la economía es sólo un instrumento para explicar al capitalismo. En principio, la economía y la dialéctica “son vistas en un plano general, filosófico, no haciendo ciencia positiva sino haciendo a lo sumo teoría del conocimiento, metodología no más, cuando hablamos de cuestiones científicas” (Sacristán, 1977).
Ahora bien, el marxismo como comunismo científico se expresa como “un pensamiento emancipatorio, y también científico, en el sentido de explorador de las condiciones de posibilidad de la emancipación o revolución o movimiento libertario, o como se le quiera llamar a eso que tiene una antigüedad milenaria, es claro que las condiciones de posibilidad son, en este caso, condiciones no de posibilidad puramente lógica, puramente formal, sino condiciones materiales de posibilidad y esas condiciones de posibilidad tienen su ámbito privilegiado en lo que solemos llamar [ámbito] económico. Digo de «lo que solemos llamar» porque el concepto de lo económico, precisamente cuando se trata de marxismo y se tiene presente la experiencia de la enseñanza académica de la economía, no es tampoco ningún concepto sin problemas, sino un concepto bastante problemático” (Sacristán, 1977). Por ello el marxista español explica, en otro de sus escritos, que: “la matemática no es física, ni economía, etcétera. Pero desde el punto de vista marxista ninguna de esas disciplinas es conocimiento sustantivo, sino sólo instrumental. Sustantivo es exclusivamente el conocimiento de lo concreto, el cual es un conocimiento global o totalizador que no reconoce alcance cognoscitivo material (sino sólo metódico-formal) a las divisiones académicas” (Sacristán, 1968a).
Sacristán menciona que, sin duda alguna, “entablar una discusión sobre temas económicos a propósito del marxismo y del pensamiento académico no marxista es una fuente enorme de confusiones porque no se trata sin más de dos investigaciones cuyo campo sea exactamente el mismo, o, para decirlo de un modo más técnico (…): se trata de dos investigaciones de las que de ninguna manera está claro a priori que tengan el mismo objeto formal, el mismo campo de conceptos, el mismo sistema de categorías. Todo esto son groseros sinónimos para responder un poco al lenguaje filosófico que tenga cada cual” (Sacristán, 1977). Así, entramos a una extensión de la discusión, entre economía y marxismo aludiendo a una reflexión del lógico español: “A mí me habría parecido bueno regular el léxico de tal modo que así como se dice «economía política» o «la economía de Smith», etcétera, en el marxismo se dijera no «la economía marxista» sino la «económica marxista», [17] para evitar confusiones, para dejar claro que no es lo mismo, que son dos tipos de investigaciones diferentes, (…) y no olvidando que hay una zona de coincidencia y contraprosición, incluso como economistas, no ya en política, ni en lucha de clase” (Sacristán, 1977).
Con ello se afirma que “el tipo de validez de una totalización dialéctica no es el mismo que el tipo de validez de un trozo de teoría física, química o de teoría económica académica (…). Esto hace grotesco todo intento de decir que el marxismo ha demostrado que de esta sociedad se pasará a través de una transición a una sociedad comunista. Nada de esto es demostración. Demostración es lo que se obtiene de un cuerpo teórico formalizado mediante una serie de reglas fijas, bien definidas y con una aplicación limitada. Esto es demostrar; lo otro no es demostrar, es argüir y esperar una totalización confirmada o no, en la práctica. En cambio, la totalización dialéctica es lo que no es ciencia ni es nada porque la ciencia tiene que ser contrastable, operativa, mensurable” (Sacristán, 1977).
Por ende, el filósofo español explica que “una de las características más peculiares de la literatura acerca de El Capital es la extremosidad de los juicios que suscita su lectura”. Por ejemplo: “Croce dice: la ciencia económica ha conseguido ya formas de teoría pura, como la física o la biología, neutrales respecto de toda empresa o todo programa político-social; la obra de Marx como la de Ricardo, es anterior a ese nivel teórico; luego es una obra caducada” (Sacristán, 1968b). Por su parte, Sacristán menciona que “Marx describe como «cinismo» cierto rasgo de la obra de Ricardo, o incluso de toda la «economía nacional»” y precisa que aunque Marx se “exprese tan enérgicamente sobre los componentes ideológicos no significa que reduzca la ciencia social de la cultura burguesa a esos contenidos ideológicos, y menos a intenciones apologéticas” (Sacristán, 1983d).
En contraparte, “la obra de Michio Morishima es buena representante de un ambiente intelectual exento de las crispaciones de filósofos e ideólogos, marxistas o antimarxistas, de hábitos mentales predominantemente literarios. Escribe Morishima: «Se puede decir sin exagerar que antes de Kalecki, Frish y Tinbergen, ningún economista, excepto Marx, obtuvo un modelo macrodinámico [18] construido rigurosamente por medio de un método científico (…). Nuestro acercamiento a Marx es distinto de la llamada economía marxista (…). Nuestra intención es reconocer la grandeza de Marx desde el punto de vista de la teoría económica moderna avanzada y, haciendo esto, contribuir al desarrollo de nuestra ciencia»” (Sacristán, 1983a).
Una perspectiva diferente a la de Morishima es la del marxista Georg Lukács, quien entiende al “análisis económico matemático en ciertas sociedades muy industrializadas como necesidades exclusivamente ideológicas del sistema social. Lukács no parece ver más que la función ideológica (…) de la economía matemática (especialmente de la microeconomía) nacida en los países aludidos; no se pregunta siquiera si esa disciplina tiene alguna función técnica medianamente material, productiva, determinada más por la base del sistema que por las necesidades ideológicas. Parece verosímil que el análisis económico nacido en las sociedades burguesas más maduras haya tenido y tenga −además de su eficacia ecológica− una función nada despreciable −por su eficacia para la comprensión de ciertos mecanismos capitalistas− en la estabilización relativa del capitalismo tras la crisis de los años treinta; en este análisis han confluido, además, probablemente experiencias socialistas (como la técnica soviética de balances) que los escritores marxistas de formación exclusivamente filosófica (en el sentido académico por el cual «la» filosofía es una especialidad sistematizada) no supieron entender ni valorar [19] (Sacristán 1983a).
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Ahora bien, el marxismo como comunismo científico se expresa como “un pensamiento emancipatorio, y también científico, en el sentido de explorador de las condiciones de posibilidad de la emancipación o revolución o movimiento libertario, o como se le quiera llamar a eso que tiene una antigüedad milenaria, es claro que las condiciones de posibilidad son, en este caso, condiciones no de posibilidad puramente lógica, puramente formal, sino condiciones materiales de posibilidad y esas condiciones de posibilidad tienen su ámbito privilegiado en lo que solemos llamar [ámbito] económico. Digo de «lo que solemos llamar» porque el concepto de lo económico, precisamente cuando se trata de marxismo y se tiene presente la experiencia de la enseñanza académica de la economía, no es tampoco ningún concepto sin problemas, sino un concepto bastante problemático” (Sacristán, 1977). Por ello el marxista español explica, en otro de sus escritos, que: “la matemática no es física, ni economía, etcétera. Pero desde el punto de vista marxista ninguna de esas disciplinas es conocimiento sustantivo, sino sólo instrumental. Sustantivo es exclusivamente el conocimiento de lo concreto, el cual es un conocimiento global o totalizador que no reconoce alcance cognoscitivo material (sino sólo metódico-formal) a las divisiones académicas” (Sacristán, 1968a).
Sacristán menciona que, sin duda alguna, “entablar una discusión sobre temas económicos a propósito del marxismo y del pensamiento académico no marxista es una fuente enorme de confusiones porque no se trata sin más de dos investigaciones cuyo campo sea exactamente el mismo, o, para decirlo de un modo más técnico (…): se trata de dos investigaciones de las que de ninguna manera está claro a priori que tengan el mismo objeto formal, el mismo campo de conceptos, el mismo sistema de categorías. Todo esto son groseros sinónimos para responder un poco al lenguaje filosófico que tenga cada cual” (Sacristán, 1977). Así, entramos a una extensión de la discusión, entre economía y marxismo aludiendo a una reflexión del lógico español: “A mí me habría parecido bueno regular el léxico de tal modo que así como se dice «economía política» o «la economía de Smith», etcétera, en el marxismo se dijera no «la economía marxista» sino la «económica marxista», [17] para evitar confusiones, para dejar claro que no es lo mismo, que son dos tipos de investigaciones diferentes, (…) y no olvidando que hay una zona de coincidencia y contraprosición, incluso como economistas, no ya en política, ni en lucha de clase” (Sacristán, 1977).
Con ello se afirma que “el tipo de validez de una totalización dialéctica no es el mismo que el tipo de validez de un trozo de teoría física, química o de teoría económica académica (…). Esto hace grotesco todo intento de decir que el marxismo ha demostrado que de esta sociedad se pasará a través de una transición a una sociedad comunista. Nada de esto es demostración. Demostración es lo que se obtiene de un cuerpo teórico formalizado mediante una serie de reglas fijas, bien definidas y con una aplicación limitada. Esto es demostrar; lo otro no es demostrar, es argüir y esperar una totalización confirmada o no, en la práctica. En cambio, la totalización dialéctica es lo que no es ciencia ni es nada porque la ciencia tiene que ser contrastable, operativa, mensurable” (Sacristán, 1977).
Por ende, el filósofo español explica que “una de las características más peculiares de la literatura acerca de El Capital es la extremosidad de los juicios que suscita su lectura”. Por ejemplo: “Croce dice: la ciencia económica ha conseguido ya formas de teoría pura, como la física o la biología, neutrales respecto de toda empresa o todo programa político-social; la obra de Marx como la de Ricardo, es anterior a ese nivel teórico; luego es una obra caducada” (Sacristán, 1968b). Por su parte, Sacristán menciona que “Marx describe como «cinismo» cierto rasgo de la obra de Ricardo, o incluso de toda la «economía nacional»” y precisa que aunque Marx se “exprese tan enérgicamente sobre los componentes ideológicos no significa que reduzca la ciencia social de la cultura burguesa a esos contenidos ideológicos, y menos a intenciones apologéticas” (Sacristán, 1983d).
En contraparte, “la obra de Michio Morishima es buena representante de un ambiente intelectual exento de las crispaciones de filósofos e ideólogos, marxistas o antimarxistas, de hábitos mentales predominantemente literarios. Escribe Morishima: «Se puede decir sin exagerar que antes de Kalecki, Frish y Tinbergen, ningún economista, excepto Marx, obtuvo un modelo macrodinámico [18] construido rigurosamente por medio de un método científico (…). Nuestro acercamiento a Marx es distinto de la llamada economía marxista (…). Nuestra intención es reconocer la grandeza de Marx desde el punto de vista de la teoría económica moderna avanzada y, haciendo esto, contribuir al desarrollo de nuestra ciencia»” (Sacristán, 1983a).
Una perspectiva diferente a la de Morishima es la del marxista Georg Lukács, quien entiende al “análisis económico matemático en ciertas sociedades muy industrializadas como necesidades exclusivamente ideológicas del sistema social. Lukács no parece ver más que la función ideológica (…) de la economía matemática (especialmente de la microeconomía) nacida en los países aludidos; no se pregunta siquiera si esa disciplina tiene alguna función técnica medianamente material, productiva, determinada más por la base del sistema que por las necesidades ideológicas. Parece verosímil que el análisis económico nacido en las sociedades burguesas más maduras haya tenido y tenga −además de su eficacia ecológica− una función nada despreciable −por su eficacia para la comprensión de ciertos mecanismos capitalistas− en la estabilización relativa del capitalismo tras la crisis de los años treinta; en este análisis han confluido, además, probablemente experiencias socialistas (como la técnica soviética de balances) que los escritores marxistas de formación exclusivamente filosófica (en el sentido académico por el cual «la» filosofía es una especialidad sistematizada) no supieron entender ni valorar [19] (Sacristán 1983a).
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NOTAS
[17] “El
término «económica» estaría justificado (que es lo que me inspiraría la
propuesta que, como digo, no cuajará nunca y por tanto sólo la saco a
colocación para reforzar psicológicamente la diferencia) porque en el
punto de partida fue que Marx, cuando hace historia de las ideas
económicas, al llegar a Aristóteles, recoge con mucho gusto una
distinción de Aristóteles entre lo que llamaba «las cosas económicas»,
literalmente «lo económico», o sea, «la económica», y lo que Aristóteles
llamaba «las cosas crematísticas», «lo crematístico», «la
crematística». Marx se coge a esa distinción con mucha afición,
considerándola él también pérdida, pero señalando el mérito que tenía la
distinción porque «la económica» de Aristóteles son las relaciones
económicas prescindiendo de que haya mercancía. Son, por así decirlo,
relaciones de intercambio naturales entre seres humanos plenos, que
ellos mismos hacen su trabajo y no están a merced de ningún mercader que
recoge su producto y luego lo redistribuye y haga él el intercambio en
vez de hacerlo los interesados; mientras que, según Aristóteles,
«crematística» es la ciencia que estudia esta segunda cosa, esta vida
económica ya mediatizada («mediada» dice Marx de acuerdo con Hegel), no
por los mismos interesados sino por una objetivización extraña a la que
nosotros estamos ya acostumbrados, que nos parece lo natural, pero que,
desde el punto de vista de Aristóteles, es extraña” (Sacristán, 1977).
[18] Para mayor información sobre el modelo macrodinámico véase Contreras Sosa, 2007.
[19] “Por ese
camino de ideologización de todo hecho de conocimiento, llega Lukács a
posiciones parcialmente infectadas por cierto irracionalismo. (…)”
(Sacristán 1983a).
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Bibliografía
Contreras Sosa, Hugo (2007), “El proyecto emancipatorio y el modelo macrodinámico. Sentido y vigencia del marxismo en el enfoque de Manuel Sacristán”, ponencia presentada en “Marxismo, economía y ecología. Seminario sobre algunos aportes de Manuel Sacristán”, Seminario de Credibilidad Macroeconómica, FE-UNAM, marzo-abril.
(Sacristán, 1977), “Sobre economía y dialéctica”, en MSL, 2004.
(Sacristán, (2004), Escritos sobre El capital (y textos afines), editan Fundación de Investigaciones Marxistas/ El Viejo Topo, Barcelona.
— (1968a), “Por qué leer a Labriola”, en MSL, 1983a.
— (1968b), “¿A qué «género literario» pertenece El Capital de Marx?”, en MSL, 2004.
— (1983a), Sobre Marx y marxismo. Planfetos y materiales I, Icaria Editorial, Barcelona.
— (1983b), “¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?”, en MSL, 1987.
— (1983d), “Karl Marx como sociólogo de la ciencia”, mientras tanto núm. 16-17, agosto-noviembre, Barcelona.
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