martes, 9 de febrero de 2021

Neoliberalismo y centralismo (II)

Continúo analizando el artículo que empecé a comentar aquí.

El neoliberalismo es enemigo de todo control que escape al mecanismo mercantil y pueda poner trabas a la circulación sin límites del capital. Le interesa anular cualquier poder que no esté a su servicio. En el caso del Estado, buscará eliminar su papel benefactor o corrector de las desigualdades, sin suprimir, más bien reforzando, las estructuras que garanticen su estabilidad. Esto incluye reprimir lo que se oponga a su propia expansión.

El neoliberalismo fue ideado para romper todas las barreras que se oponen a la libre circulación de capitales. Le interesa que los Estados sean pequeños y débiles, salvo aquellos que se pongan enteramente a su servicio.

No solo en esta fase neoliberal se ha opuesto el capitalismo a las estructuras que lo frenen: ya la revolución francesa, al disolver los gremios, debilitó al artesanado, y durante décadas, en nombre de la libertad, se reprimió la libertad de asociación de los trabajadores.

Milton Friedman

















Milton Friedman, economista monetarista, es seguramente el más citado de los ideólogos del neoliberalismo, pero no estaba solo. El desmenuzamiento de las estructuras que coarten la libertad, entendida a su manera, es la meta confesada desde el primer momento por todos los teóricos neoliberales. Recordemos el pensamiento "libertario" expresado abiertamente Ludwig Von Mises:

Ludwig von Mises, economista libertario de gran influencia en la Escuela Austriaca

“El derecho de autodeterminación respecto de la cuestión de la pertenencia a un estado significa entonces: siempre que los habitantes de un territorio concreto, ya sea una sola ciudad, todo un distrito o una serie de distritos adyacentes, haga saber, mediante un plebiscito realizado libremente, que ya no desean seguir unidos al estado al que pertenecen en ese momento, sino que por el contrario desean formar un Estado independiente o unirse a otro estado, sus deseos han de ser respetados y cumplidos. Es la única forma viable y eficaz de impedir revoluciones y guerras civiles e internacionales”
Testimonio claro de que al neoliberalismo no le interesa un Estado fuerte, que sea productor, regulador y con plenas capacidades redistributivas. Y en el mismo sentido se expresan abiertamente otros muchos apóstoles neoliberales.


Como ven, ni un átomo de jacobinismo o de centralismo en el pensamiento del economista y teórico austríaco [Mises]. Todo lo contrario: una firme defensa de las consultas plebiscitarias para admitir la secesión del Estado hasta sus últimas consecuencias, hasta su última expresión. ¿Era este posicionamiento producto de una ofuscación ideológica? En modo alguno. Respondía más bien a un coherente posicionamiento neoliberal estricto, orientado contra la idea misma de soberanía, contra cualquier control público respecto de esa sacrosanta idea de libertad negativa, teorizada en su día por Isaiah Berlin. Continuaba Mises defendiendo una idea de comunidad política basada en las ideas (neo)contractualistas del libre pacto entre las partes, lo que en el fondo supone el entendimiento del Estado como una suerte de club privado de libre adhesión y de libre salida. Ahondaba en la idea en varios pasajes de su obra:

“Ningún pueblo ni ninguna parte de un pueblo deberá mantenerse contra su voluntad en una asociación política que no desea” [vi]

Asimismo, afirmaba Mises que… 

“Si hubiera alguna forma posible de conceder este derecho de autodeterminación a toda persona individual, debería hacerse” [vii].

Resulta extraordinariamente interesante traer a colación el hilo, como digo no exento de cierta congruencia teórica, de un pensador tan importante del liberalismo económico –de fuerte influencia en la política económica hegemónica desde los años 80 del siglo XX, a través de Thatcher Reagan– por cuanto contrasta teóricamente con las posiciones de los portavoces de nuestra izquierda oficial, los cuales, sin embargo, vienen a defender al respecto cosas muy similares con idénticos fundamentos. Se apela constantemente a España como una cárcel de pueblos, a la libertad de decidir el futuro, o –peor aún– a la engolada fórmula de convencer, persuadir o enamorar a quien se quiere ir para que se quede. Olvidando la tradición más esencialmente democrática de la Revolución francesa: no se eligen las fronteras donde uno nace, porque todas son arbitrarias, de lo que se trata es de respetar ese espacio de decisión conjunta y justicia mientras en él rijan dichas reglas de justicia, igualdad y redistribución. Esa es la idea última de la nación política, cuya pertenencia no viene filtrada por la adhesión sentimental o por los golpes de pecho patrióticos, sino por la condición política de ciudadanía, de propiedad colectiva sobre el territorio, de decisión conjunta sobre el futuro de lo que nos pertenece a todos de igual forma, sobre lo que no es privativo de nadie.

Se entiende bien, por tanto, la idea privatizadora del territorio político que emana de la teoría de la secesión austríaca, no tanto que la misma flote en torno a los posicionamientos políticos del vicepresidente o del propio Errejón. Recientemente lo señalaba el líder de Más País:

 “tengo una idea constructivista de nación, la voluntad de ser” [viii].

Nada sustancialmente diferente a la potestad plebiscitaria defendida por los teóricos del neoliberalismo.

Rothbard, otro de los grandes teóricos del anarcocapitalismo –vertiente dura del liberalismo-libertario que aboga por culminar el estrechamiento funcional del Estado hasta su entera desaparición–, se movió por caminos paralelos a los de Mises, del cual era discípulo. Su posición resultaba genuinamente neoliberal en cuanto decididamente partidaria de la disociación entre Estado y mercado, participando de la falacia naturalista de que el mercado es armónico a imagen y semejanza de la naturaleza y él sólo se regula, razón por la cual debe imponerse al Estado, a lo político, y la dimensión de éste estrecharse hasta su desaparición. El caso es que Rothbard –al igual que Mises– aplaudió los procesos de radical descentralización del poder político, viendo en ellos el camino expedito para el acelerado debilitamiento del poder político. No se trataba ya, como en los liberales clásicos, de trabajar en la senda de la limitación del poder, sino más bien en la disociación arbitraria de dos esferas complementarias –Estado y mercado, contraviniendo la idea marxista de economía política–, abogando por la supremacía del mercado frente al Estado. Nos recuerda el Instituto Mises que, en un editorial de 1977 sobre la secesión de Quebec de Canadá, Rothbard escribió [ix]:

“Hay dos razones positivas para que el libertario se alegre por el inminente logro de la Independencia de Quebec. En primer lugar, la secesión –la ruptura de un Estado desde el interior– es un gran bien en sí mismo para cualquier libertario. Significa que un Estado central gigante se ha dividido en partes constituyentes; significa una mayor competencia entre los gobiernos de diferentes zonas geográficas, lo que permite a los habitantes de un Estado cruzar la frontera a toda prisa y con relativa mayor libertad; y exalta el poderoso principio libertario de la secesión, que esperamos que se extienda desde la región a la ciudad y a la manzana al individuo”.

En 1983 Rothbard apoyó la separación de la Chipre griega de la Chipre turca tras formularse la siguiente pregunta: “¿por qué la minoría turca en Chipre no debería tener el poder de separarse y establecer su propia república?” Como afirma el Instituto Mises, el meollo del planteamiento se encuentra en el capítulo “Los servicios de defensa en el mercado libre” del libro Poder y mercado, donde Rothbard señaló:

“Si el Canadá y los Estados Unidos pueden ser naciones separadas sin que se les denuncie por estar en un estado de «anarquía» inadmisible, ¿por qué no puede el Sur separarse de los Estados Unidos? ¿Estado de Nueva York de la Unión? ¿Nueva York del estado? [sic] ¿Por qué no puede Manhattan separarse? ¿Cada vecindario? ¿Cada bloque? ¿Cada casa? ¿Cada persona?”

Hans Herman-Hoppe, economista libertario partidario de la creación de ciudades-estado o microestados





















De la misma forma, el pensador alemán Hans Herman-Hoppe, otro de los teóricos del anarcocapitalismo, ha coincidido con Mises Rothbard en la enorme funcionalidad de los Estados pequeños para el neoliberalismo. A su parecer, el mejor camino para la expansión de las políticas desregulatorias, de la libre circulación de capitales y de las posibilidades de deslocalización productiva y fiscal, es la fragmentación a la carta, a través de consultas plebiscitarias, de los Estados realmente existentes. Y todos ellos coinciden en que, como paso intermedio para esa secesión aplaudida de forma unánime por libertarios y neoliberales de renombre, se encuentra la fuerte descentralización del poder político. Desde luego, lo que no le resulta en modo alguno cómodo a la derecha neoliberal es un poder político fuerte y centralizado, identificado con un Estado que no se limite a la posición abstencionista a la que, en el mejor de los casos, le ha relegado el neoliberalismo, que como vemos en la Escuela Austríaca, en sus vertientes radicales y anarquizantes, directamente plantea su disolución. Ni rastro de la admonición del vicepresidente y del vínculo que traza entre neoliberalismo y centralismo, en este somero repaso a los fundamentos neoliberales de la secesión.

Hoppe, filósofo político anarcocapitalista, resumió lo anterior como sigue [x]:

“Creo que el estado es un mal innecesario. En un orden natural, con una variedad de agencias de seguros y de intermediación, el precio de los servicios de justicia caería y la calidad de estos servicios aumentaría. Mi libro «Democracia, el dios que falló» y mi artículo «La producción privada de servicios de seguridad» explican en detalle cómo las sociedades sin Estado –sociedades autónomas, dirigidas por sí mismas– funcionarían y generarían una prosperidad sin precedentes”.

Acto y seguido, Hoppe afirma:

“sobre los objetivos para la transición a la libertad, la respuesta es la misma para cualquier país, ya sea Turquía o Alemania, Francia o China, Colombia o Brasil. La democracia no es la solución –como tampoco fue la solución para los países del antiguo imperio soviético. Ni la centralización –como ocurre en la Unión Europea– sería la respuesta. Al contrario, la mayor esperanza de la libertad se produce justamente en los países pequeños: Mónaco, Andorra, Liechtenstein, e incluso Suiza, Hong Kong, Singapur, Bermuda, etc. Quien valora la libertad debería animar y hacer todo por la aparición de decenas de miles de estas pequeñas entidades independientes. ¿Por qué no una Estambul libre e independiente que mantenga relaciones cordiales con el gobierno central de Turquía, pero que no tenga que pagar impuestos ni recibir transferencias, y que no reconozca las leyes impuestas por el gobierno central, ya que tiene sus propias?”.

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Notas

[vi] Von Mises, Ludwig. (1919). Nación, estado y economía. p. 34. Recuperado de: https://mises.org/library/nation-state-and-economy

[vii] Von Mises, Ludwig. (1927). Liberalismo. p. 109-110. Recuperado de: https://mises.org/library/liberalism-classical-tradition

[viii] Entrevista de Ernesto Castro a Íñigo Errejón: https://www.youtube.com/watch?v=qBO3ZJhhw_G

[ix] McMaken, Ryan. “Por qué Rothbard quería una «descentralización radical»”. Mises Institute (21/02/2020). Recuperado de: https://mises.org/es/wire/por-que-rothbard-queria-una-descentralizacion-radical

[x] Entrevista Mises Institute con Hans-Hermann Hoppe: https://www.mises.org.es/2014/054/la-esperanza-se-encuentra-en-la-secesion/

(sigue y concluye)

3 comentarios:

  1. Excelente artículo. La compleja cuestión del Estado... ¿Para qué se necesitarían hospitales en un país donde nadie enferma? El caso es que, dicho país no existe. Desconfío de todos estos libertarios capitalistas y de sus "soluciones", cuya divisa parece ser "divide y vencerás"... y vencerá el capital, claro.

    Esa contradictoria premura por finiquitar el Estado, sin un proyecto factible que a corto plazo sustituya su función social, es lo que a menudo me hace discrepar de los teóricos del anarquismo, o de cierto anarquismo.

    Tratándose de Capital y Estado, he echado de menos alguna mención sobre China y su singular capitalismo de Estado (tal vez en la continuación).

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  2. Hay coincidencias entre ese cierto anarquismo y el neoliberalismo, especialmente el anarcocapitalista, y es una concepción abstracta de la Libertad, que, despojada de adjetivaciones que la concreten, sirve a cada cual para aplicarla a cosas bien distintas.

    A mi entender, la diferencia, en lo que respecta al Estado, es que el anarquismo lo querría suprimir en seguida, mientras los liberales prefieren moldearlo, hacerlo pequeño y sumiso.

    Pequeño en extensión geográfica y en poder; en su aspecto represivo, "de geometría variable".

    Sobre China, el Observatorio de Política China, que dirige Xulio Ríos, es una buena referencia:

    https://politica-china.org/

    Una amiga mía, Marola Padín, analista de ese observatorio que vivió en las dos Chinas, analizaba hace pocos días la gestión de la pandemia en ese país. Hay en el análisis informaciones de interés.

    https://www.youtube.com/watch?v=kWHpQB-K6jo

    http://www.galizasempre.org/general/china-apos-o-covid-19.html

    https://www.facebook.com/marola.p.novas

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