En esta carta, Antonio Turiel pone en paralelo dos razonamientos semejantes. El primero de ellos es bastante obvio, y ridiculiza esa matemática, tan propia de los economistas, que centra en la inversión la variable de la que depende todo y que todo lo resuelve, acostumbrados al inmediatismo propio del mercader: si con una cantidad de dinero puedo comprar una cantidad de mercancía, con el doble podré comprar el doble; si un trabajador produce una determinada cantidad de producto, diez producirán diez veces más.
Esta lógica económica parece evidente, hasta que lo aplicamos a algunos casos concretos. Y el primer contraejemplo que utiliza es un chiste: "un economista es un tío que cree que si una mujer puede hacer un bebé en 9 meses, 9 mujeres pueden hacer un bebé en un mes".
El otro razonamiento cuestionable tiene que ver con el empleo de los fondos europeos contra la crisis: si duplicamos o triplicamos la inversión en ciencia y tecnología, lo haremos también en los resultados; si lo hacemos en sanidad, también.
Pero hay otras variables, y el ejemplo de la sanidad nos lo muestra, cuando el problema no es solo la inversión, sino el tiempo que se tarda en aplicarla y el modo de hacerlo. Poner a punto los medios materiales (edificios, camas, instalaciones) lleva un tiempo, pero mucho más lleva la formación del personal que ha de manejarlos, y no es fácil recuperar al que, formado en el país, ha tenido que buscarse la vida fuera de él.
Esto mismo ocurre con la ciencia. Es tristísimo que el esfuerzo y el gasto de un país en formar a su gente dé sus frutos fuera de él, en una sangría permanente de brazos y cerebros. Lo que vemos en el caso de la inmigración se repite en nuestra emigración. Difícil recuperar al personal que ha tenido que emigrar por falta de perspectiva en nuestro pasado reciente y no tan reciente.
Aún más lento y difícil es el proceso formativo. De la educación infantil al doctorado el tiempo se mide en décadas.
Es aquí donde choca el escaso tiempo que tenemos para resolver todo lo que se nos echa encima con los tiempos largos de esos procesos. Y la inversión en abstracto no se traduce de modo rápido en efectos concretos.
Los dos razonamientos citados se apoyan en la linealidad de lo inmediato. Durante un tiempo, el futuro es medianamente previsible, pero el futuro que se aleja se desdibuja, y las infinitas variables que se añaden a la ecuación hacen engañoso ese panorama al que se aferra nuestra economía.
Contradicción inevitable, ese desfase entre la actuación y sus efectos, que choca con el infantil deseo de tener resultados inmediatamente. Como tal vez ingenuamente he pretendido aclarar bajo la etiqueta "tiempo y espacio", todos los procesos son irreversibles en mayor o menor medida, y tanto más lo son cuanto más rápidos. Si un avión aterriza, puede despegar. Si se estrella, no. Posar un vaso no lo rompe, tirarlo al suelo sí.
Sobre todo esto escribí hace ya años, en una serie de entradas que comencé aquí y tuve que cortar aquí, varios años después, cuando empezaba a dar vueltas a la misma noria que molía y mezclaba matemática y termodinámica.
Os dejo con Turiel:
Queridos lectores:
Como habrán notado, llevaba tres semanas sin publicar ningún post. La razón es la de siempre: mucha carga de trabajo -agravada por las dificultades de la nueva "realidad CoVid"- y por tanto menos tiempo libre, entre otras cosas para escribir en este blog. Sin embargo, en esta ocasión esta sobrecarga laboral ha ascendido un escalón adicional, y ese escalón tiene un nombre: NextGenerationEU.
En el caso de que no lo conozcan, les diré que NextGenerationEU es un enorme paquete de estímulo económico (tres cuartos de billón de euros) que la Unión Europea ha destinado para estimular la recuperación económica de los países miembros. La mayor parte de este paquete está formado por el denominado Fondo de Recuperación y Resiliencia (!), el cual tiene unos objetivos muy concretos, entre los cuales destacan la lucha contra el Cambio Climático (un mínimo de 37% de los fondos) y la transformación digital (al menos un 20%).
De estos fondos a España le han correspondido nada más y nada menos que 140.000 millones de euros. Es por ello que durante las últimas semanas han proliferado por todo el territorio español decenas de proyectos para la instalación de sistemas de generación de energía renovable y de producción de combustibles "limpios" como el hidrógeno verde.
El desembarco de este chorro de dinero en España ha tenido consecuencias directas en mi sector, el de la ciencia. Una pequeña parte de esos fondos (me comentaban ayer que unos 4.000 millones de euros) se van a destinar al sistema de ciencia español. Esta cantidad es ligeramente superior al presupuesto anual ordinario del Ministerio de Ciencia e Innovación, y es casi 6 veces el presupuesto anual de la Agencia Estatal de Investigación, que es la encargada de dotar presupuestariamente los proyectos de investigación en España y que de hecho es la principal fuente de financiación del sistema de ciencia español.
Como saben, aparte del trabajo de divulgación sobre los problemas de sostenibilidad de nuestra sociedad, mi trabajo de investigación se centra en otras materias y más concretamente en el estudio de los océanos utilizando satélites de observación de la Tierra. Además, desde hace algún tiempo tengo el encargo y el honor de coordinar las actividades de teledetección del CSIC a través de una Plataforma Temática Interdisciplinar, actividad muy importante y que me implica una mayor carga de trabajo. Justamente por esta ocupación, actualmente tengo un mejor conocimiento del funcionamiento de mi institución y me entero más de los cambios que está experimentando. Y así he sabido que, de los fondos de NextGenerationEU, este año se han asignado directamente al CSIC 150 millones de euros, dirigidos a la actividad de ciertas plataformas muy estratégicas (entre ellas Salud Global, la plataforma que lleva la investigadora Margarita del Val y que ha hecho un trabajo extraordinario durante la pandemia). Conviene hacer notar que 150 millones de euros es un 16% del presupuesto del CSIC para este año, así que esta inyección de dinero es más que notable.
Pero ésa no es la única partida de dinero que le está llegando al sistema de ciencia desde NextGenerationEU. Las comunidades autónomas están recibiendo partidas de dinero de varias decenas de millones de euros, en algún caso llegando al centenar, con el encargo de que deben ser gastados en 8 áreas científicas prioritarias: comunicación cuántica; energía e hidrógeno verde; agroalimentación; biodiversidad; astrofísica y física de altas energías; ciencias marinas; ciencias de materiales; y biotecnología aplicada a la salud. Eso ha motivado que las Comunidades Autónomas estén contactando con investigadores y centros de investigación para montar proyectos sobre estos temas, porque además se están encontrando con la dificultad de que las propuestas deben ser entregadas en el plazo de algunas pocas semanas.
Y eso no es todo: otros ministerios, como el de Industria, el de Agricultura, Pesca y Alimentación o el de Transición Ecológica y Reto Demográfico, tienen también asignadas cuantiosas partidas asociadas a NextGenerationEU, una parte de las cuales deberán plasmarse a través de proyectos en los que la participación de investigadores será fundamental. Y este frenesí que se está viviendo en el CSIC me imagino que se vivirá con similar intensidad en otros Organismos Públicos de Investigación y en las Universidades; es decir, que debe afectar a todo el sistema de ciencia español.
En resumen: después de haber pasado unos cuantos años de progresiva deprivación y lenta decadencia (por ser honestos, parcialmente remontados durante el último año), la Ciencia española se encuentra actualmente inundada por una cantidad de dinero sin precedentes en toda su historia, lo cual está generando una actividad frenética. Gracias a esta sorpresiva disponibilidad de fondos, muchas buenas ideas que nunca habían podido prosperar se están recuperando del fondo de los cajones donde estaban cogiendo polvo. Los investigadores nos estamos encontrando con una gran receptividad para que propongamos nuestras ideas y que llevemos a cabo iniciativas que sin duda serán muy positivas para la ciencia en general y para España en particular.
Esta increíble bonanza del sistema de ciencia español (alimentada por una fracción mínima de los fondos europeos, pero que comparada con nuestros fondos habituales es una barbaridad de dinero) contrasta con la penuria generalizada de prácticamente todos los sectores económicos del país. No es por tanto sorprendente que una condición que nos dejan clara en el acceso a los fondos es que por cada euro que se reciba se han de generar 5 euros en iniciativa privada. Trabajamos a destajo, cada uno en nuestra área, para intentar impulsar los sectores económicos del país, eminentemente en sus áreas más tecnológicas pero no solamente: en muchos casos, intentamos introducir procedimientos para mejorar la eficiencia y el rendimiento, tanto en las explotaciones agrícolas y ganaderas como en las fábricas, tanto en la gestión del litoral como la de los bosques, tanto en la predicción del clima como en el pronóstico a corto plazo, y así un larguísimo etcétera. Se nos está pidiendo que demos impulso a la economía del país, que hagamos un esfuerzo, aquéllos que probablemente estamos mejor preparados, para sacarnos de este atolladero.
El problema, sin embargo, es que somos la cantidad de gente que somos. Los que estamos somos los supervivientes de múltiples recortes y carestías a nivel de personal, los que pudimos pasar el corte en un momento determinado. Toda la gente que quedó atrás ya no está disponible: dejaron la ciencia y se dedicaron a otras tareas para ganarse la vida. Y ahora que tanto se nos pide, tenemos la masa humana que tenemos. Intentamos multiplicar nuestros esfuerzos, siendo conscientes como somos de la irrepetibilidad del momento y de la importancia de estar a la altura del reto, en parte para aliviar la situación actual, en parte para demostrar que siempre debieron confiar a nosotros. Pero el día tiene 24 horas y somos seres humanos. En la actualidad, yo puedo comenzar con mis reuniones a las 9 de la mañana y acabarlas a las 8 o las 9 de la noche, con paradas mínimas para atender lo más básico. Y siempre con la inquietud encima: ¿llegaremos a todo? ¿estaremos a la altura?
En situaciones como ésta (y por eso repetidamente estos días) suelo contar un chiste para hacer comprender la "lógica" económica que a veces guía algunas decisiones. El chiste reza así: "un economista es un tío que cree que si una mujer puede hacer un bebé en 9 meses, 9 mujeres pueden hacer un bebé en un mes". Lo que nos estamos encontrando estos días es que determinadas personas, seguramente con formación en gestión de empresas, con educación en lo que es el mainstream económico, han pensado en que si ponemos el doble de input en el sistema de ciencia, entonces se va a obtener de doble de output. Pero la cosa no es tan sencilla. A veces doblando las entradas se pueden producir más del doble a la salida, pero otras veces no se obtiene mucho más que antes de doblar. La ciencia es no lineal, caprichosa, y tiene sus propios ritmos, contemplativos y reflexivos; y a veces la respuesta a nuestras preguntas es un sonoro "No se puede". Pero en el contexto actual, un "no se puede" o un "no se llega" o un "no se duplican las salidas" no es una respuesta aceptable. De aquí el agobio actual.
¿Cómo hemos llegado a esta histeria, a esta mala planificación, a estas prisas?
Hemos llegado aquí porque tenemos el futuro, literalmente, encima. Y no es un futuro demasiado agradable.
Desengáñense: Esto no va de la pandemia. No porque la crisis sanitaria de la CoVid se pueda considerar resuelta; es que no es el factor más importante ahora mismo.
Ni siquiera va de la necesaria lucha contra la Emergencia Climática, una emergencia dominada por un Cambio Climático desbocado que, de acuerdo con nuestros datos, parece estar acelerándose durante los últimos años y especialmente durante el último lustro.
De lo que va esto es de transición energética. De lo que va esto es de la adaptación económica para hacer sobrevivir el actual sistema industrial y social en una situación en la que la energía no va a ser abundante.
Un año antes de la llegada de la CoVid la Agencia Internacional de la Energía nos avisaba de que antes de 2025 tendríamos graves problemas con el acceso a la principal fuente energética del mundo, el petróleo.
¿La razón de este descenso anunciado de la producción de petróleo? La fuerte desinversión de las compañías petroleras desde 2014. ¿Dejaban de invertir las petroleras por compromisos en la lucha contra el cambio climático? No; dejaban de hacerlo porque se estaban arruinando buscando más petróleo, porque no queda petróleo rentable.
La llegada de la CoVid ha acelerado lo inevitable: el fracking se ha ido definitivamente al garete, y en el último informe anual la AIE nos enseñaba cuatro posibles escenarios para la producción de petróleo en función de cuánto dinero se invirtiese en nueva producción. ¿Adivinan cuál de los cuatro estamos siguiendo? Efectivamente: el peor, el que anticipa un caída de la producción de petróleo de hasta el 50% solo de aquí a 2025, si los Gobiernos no reaccionan para impedirlo (cosa que probablemente harán).
La partida está acabando y estamos llegando a las últimas bazas. En septiembre de 2020 BP reconocía que la producción de petróleo ya no volverá a remontar, aunque lo disfrazaba de un fantasmagórico "pico de demanda", es decir, que la gente querría consumir menos petróleo porque sí. Poco después, Exxon se veía obligada a moderar sus optimistas previsiones sobre la producción futura. Hace unos días, Shell reconocía que su producción ha llegado a su máximo y que a partir de ahora solo decrecerá. Y hace una semana, Total avisaba que, debido a la desinversión petrolera, en 2025 faltará al menos el 10% de la demanda. Las grandes petroleras lo saben y ya lo van anunciando, aunque lo disfracen más o menos convenientemente.
Esto se acaba. Peor, esto se acelera: el precio del petróleo no para de subir y el pico de precios que esperábamos para finales de 2021 o principios de 2022 podría adelantarse unos cuantos meses.
A ambos lados del Atlántico, tanto a los EE.UU. como en Europa, se están lanzando ambiciosos programas de financiación pública de la actividad. Se pone un especial acento e interés en la transición energética. Hay prisa. Los problemas se nos están tirando encima.
Sabíamos que esto iba a pasar por lo menos desde 1970. Teníamos 50 años por delante y no hicimos nada. Nos volvieron a avisar en 1998. Teníamos 20 años por delante y no hicimos nada. En 2008 recibimos el primer susto, y cualquiera que estuviera atento habría percibido la importancia de la escasez de petróleo en la grave crisis económica que se desencadenó. Pero teníamos más de 10 años por delante, y no hicimos nada. Ahora ya está. Ya nos está explotando en las narices. Y ahora queremos una solución, basada en renovables a tutiplén y quimérico hidrógeno verde; y los mil problemas que la escasez de petróleo va a generar, queremos solucionarlos en unos pocos años, mejor incluso si son meses. Y siguiendo la lógica del economista, si pongo el doble de millones reduciré el tiempo de desarrollo a la mitad.
En ésas estamos. Los responsables públicos pidiéndonos milagros, y los científicos gestionando el legado de Santa Bárbara; ya saben, aquélla de la que nos acordamos solo en determinadas situaciones.
Salu2.
AMT
P. Data: Tengo una buena cartera de temas para tratar, que se me han ido acumulando, y asumiendo que tenga algo de tiempo para respirar espero ir escribiendo sobre ellos en los próximos días. Permanezcan atentos.
Un artículo sumamente interesante. Se han dilapidado ingentes fortunas en faraónicos e inútiles proyectos, la lista es tan larga como hiriente. Desde el "aeropuerto del abuelo", pasando por la ostentosa Ciudad de las Ciencias (sin ciencias), hasta el mega hospital (sin personal) de Ayuso.
ResponderEliminarMientras tanto, como tantas otras, mi joven y talentosa amiga Fátima (bióloga), trabajando en Londres.