En la última de sus Tesis sobre Feuerbach, escribía un tajante Marx: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". Se trata, evidentemente de una invectiva, un dardo dirigido a la derecha hegeliana. Cuando se refiere a "los filósofos" no puede incluir en este amplísimo conjunto a todos los filósofos ni todos sus escritos.
De hecho, en muchas de sus obras recoge ideas de filósofos de la antigüedad, y no solo de los materialistas. Pero sí está dando una pista sobre dos concepciones de la filosofía.
Distinguía Néstor Kohan en una reciente conferencia en la XLI Semana de Filosofía de Pontevedra, dos posiciones básicas en las que puede situarse un filósofo. De un lado están los defensores del sistema en que viven, considerándolo el mejor (o siquiera el menos malo) de los posibles. De otro, los críticos con el mismo. Se ha convenido desde hace tiempo en llamar a estas posiciones "izquierda" y "derecha".
Hay disyuntivas en que la indecisión es un apoyo implícito a lo existente. Por eso los que afirman no ser "ni de izquierdas ni de derechas", objetivamente apoyan el sistema al ser acríticos con él. Así tenemos en la derecha toda una gama de defensores del estado de cosas vigente, incluyendo a los que se niegan a ser considerados "de derechas".
En otra reciente conferencia, Carlos Fernández Liria recordaba a Karl Schimidt, que afirmaba que la democracia solo era soportable mientras no cambiara nada esencial. Él la consideraba superflua. La historia del siglo XX nos ha dejado la triste constancia de que la democracia era solo un paréntesis, tolerable mientras no cambiara lo fundamental, entre un autoritarismo anterior y un golpe posterior cuando se volvía inquietantemente peligrosa.
Por eso la "derecha moderada" oculta bajo su amplio manto posiciones como el "centro derecha" o el "centro-centro" fetén. Incluso caben ahí el llamado "centro izquierda" y la autodenominada "izquierda socialdemócrata", toda vez que apoyan el mantenimiento de un estado de cosas que la izquierda crítica denuncia y trata de cambiar.
Pero cuando hace falta el tigre saca las uñas. ¡Que moderados, "acuánimes y circunflejos"! ¡Qué calladitos están cuando mandan ellos! ¿Y ahora, cuando una parte de la izquierda asoma la patita?
Mi ferroviario sobrino Antonio Alonso, cada vez que no aguanta más lo que ve, me escribe cosas como esta:
"Esta es mi derecha. Si no le gusta tengo otra" |
Acompáñenme en este viaje por los últimos años de la "democracia" española. He titulado esto así porque, después de hablar con varias personas unas más íntimas y otras menos, de ideologías contrapuestas, he podido confirmar(me) que la derecha moderada española no existe y posiblemente no ha existido nunca; en este país, desde luego, pero seguramente tampoco en el resto.
Conversando con uno de estos amigos, este me preguntaba dónde estaba la derecha moderada española. Mi respuesta fue y sigue siendo que no hay, por una serie de aspectos, que de alguna manera se pueden resumir en uno. Aquí el fascismo ganó, y como tal no se ven como culpables de nada y no entienden que tengan que pedir perdón. España es una anomalía. Yo le decía que cuando ha sido moderada ha sido cuando han ejercido el poder, pero solo en el discurso, porque no le resulta necesario acudir a la agresividad verbal y al insulto desde esa posición, pero cuando lo han perdido, y eso ha ocurrido en muy pocas ocasiones, han sacado toda su maquinaria propagandística, que no tiene nada de moderada.
Por mi edad no tengo gran recuerdo de las elecciones hasta las del 96, con el infame José María Aznar en la oposición y su famoso "Váyase señor González" (más infame que el anterior) con lo cual no puedo decir qué se dijo sobre las victorias del PSOE en los 80's y primeros 90's. En cambio sí puedo hablar sobre lo que pasó en las elecciones del 2004, que todos los que tenemos cierta edad recordamos perfectamente.
Tras un nuevo acto de vasallaje hacia el imperio americano, nos vimos enfrascados en una guerra salvaje y cruel, amparada en mentiras y con el clamor popular en las calles pidiendo su detención. Como consecuencia, unos atentados segaron la vida de cerca de 200 personas. Hasta ese momento no había ninguna moderación puesto que provocar una guerra no tiene nada de moderado, pero lo que vino después se podría decir que lo confirmó al resto de la ciudadanía.
Tras perder las elecciones, la derecha española lanza a toda su artillería para decir que el gobierno elegido no es legítimo, puesto que las elecciones se han visto influidas por unos acontecimientos que han hecho cambiar el sentido del voto, y además el 13M se ha vulnerado la ley electoral porque se han permitido manifestaciones en los alrededores de Génova, con el famoso "Pásalo".
Las mentiras sobre la responsabilidad de ese atentado deberían deslegitimar a la derecha española por el resto de los tiempos, pero en este país no; de hecho, a día de hoy incluso ciertos sectores dentro del propio PP y distintos medios vinculados a ellos siguen insistiendo en querer "conocer quienes fueron los autores intelectuales". Se dijo de todo sobre ese gobierno, hasta incluso se metieron con las hijas de Zapatero por vestir de negro en una visita con Obama. Se organizaban manifestaciones casi todas las semanas encabezadas por los gerifaltes de la iglesia y toda la cúpula de la oposición. No hay moderación.
Luego vino M. Rajoy (Mario, Marcos o quizás Mariano, es un misterio para la judicatura) y el lenguaje se volvió a relajar, hasta que después de innumerables casos de corrupción, en 2019 volvieron a perder el gobierno. Pero, casualidades de la vida en este país, esas elecciones tampoco debían haber valido. ¿Por qué? Porque hubo un pacto, uno, con quien dijo que nunca pactaría, puesto que no podría dormir por la noche. Además se aceptaron los votos de "ETA" y de los "golpistas" catalanes. No puede existir mayor acto de traición a España que intentar gobernar para el mayor número de intereses posibles, así que NO, ese gobierno tampoco era legítimo.
Un vicepresidente con coleta, un parlamentario con rastas y diputadas sin sujetador, ¿pero a qué clase de mundo hemos llegado? Señores por favor, arréglense esos pelos y vistan con decoro, y ustedes señoras, vale que las aceptemos, pero pónganse unas enaguas y ¿qué es eso de hablar vascuence o polaco?, aquí se habla cristiano,(nótese el sarcasmo). Vaya moderación.
Luego llegamos a las elecciones de 2023, y ya empieza mal; solo un dictador y un tirano tiene la ocurrencia de convocar unas elecciones en pleno mes de julio; y por si fuera poco, en un acto de sabotaje pensado por una gran mente criminal, boicotea el AVE Madrid Valencia para que no puedan votar ni madrileños ni valencianos. Al final, uno de los pocos que no votó ese día fui yo, que debido a mi trabajo de maquinista me quedé en Valencia hasta cerca de las 23h, allí estaba yo con mi tren como un gilipollas, como diría el gran Javier Krahe.
Pues para el líder de la oposición, tampoco son legítimas, un señor que a día de hoy dice que fue el ganador de esas elecciones, y que por si fuera poco sembró de dudas el trabajo de correos. Y para la lideresa, después de más de diez años sin lucha armada, ETA está más viva que nunca.
Esa es la moderación de la derecha española. Una derecha que siempre que no ejerce el poder político (recordemos que el económico, el judicial y el mediático ya lo tienen) no asume su rol. Falangistas como Eduardo García Serrano dicen textualmente que la derecha española es acomplejada porque no les gusta que los llamen fascistas y franquistas, dejando bien claro que debería ser un orgullo ese calificativo. Y ahí reside el problema.
Después de conversar con varias profesionales que se dedican a la docencia en institutos, me corroboran que las generaciones que vienen han cambiado, y va a tener que haber un ejercicio muy profundo en su educación para que no nos veamos abocados a un futuro terrible. Se ha perdido el relato, no existe un referente en la izquierda, porque al no hacerse políticas de izquierdas se deja el terreno abonado para que la derecha mas rancia campe a sus anchas. Autodenominados comunistas, con sus tatuajes de Lenin (Roberto Vaquero) pero con un discurso de lo más xenófobo; o con sus pelos largos (Santiago Armesilla) y siendo un ultranacionalista español que niega las matanzas de indígenas en América durante la invasión y muestra su rechazo a la posterior independencia, generan aún más dudas en la juventud.
La que nos espera.
Antonio Alonso Guirado
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