sábado, 7 de marzo de 2015

Marx y la fractura en el metabolismo universal de la naturaleza

Sobre Marx se ha escrito mucho, pero ignorando en gran medida el contenido de su obra. Se suele valorar como economista, a veces como filósofo o como político. Pero antes que todas esas cosas Marx era un humanista. Algunos se creen marxistas y no se han enterado aún. Hasta se ha dicho que un joven Marx se transformó luego en un Marx maduro cuyo proyecto científico dejó de lado su inicial planteamiento ético.

En otro orden de ideas, se lo ha representado como desarrollista, productivista y eurocéntrico, incluso imperialista. Pero no olvidemos que su obra es una crítica, no una alabanza, de la economía política, y nunca ignoró que el capitalismo no sólo explotaba hasta  a los seres humanos, sino que también agotaba la naturaleza.

La ecología de Marx es un libro de John Bellamy Foster que ya he comentado en este blog. Del mismo autor es el artículo que sigue, y de él he escogido aquellos párrafos con referencias directas a textos de Marx y Engels. Queda claro que no ignoraban los riesgos del productivismo, sino que, al contrario, les preocupaba el agotamiento de los recursos y el problema de los residuos, teniendo muy en cuenta los límites del planeta.

No es el caso de marxistas posteriores que ofrecen lecturas muy parciales de sus escritos.

Marx verde.




















Marx y la fractura en el metabolismo universal de la naturaleza

John Bellamy Foster

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Marx y el metabolismo universal de la naturaleza

Para entender esto en forma más completa a las dimensiones ecológicas reales del pensamiento de Marx. El uso del concepto del metabolismo por éste en su obra  no fue simplemente (ni siquiera principalmente) un intento de resolver un problema filosófico sino más bien una tentativa de fundamentar su crítica de la economía en forma materialista en una comprensión de las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza procedente de la ciencia natural de su época. Era algo central para su análisis de la producción de valores de uso y el proceso de trabajo. Fue a partir de esta metodología que Marx iba a desarrollar su principal crítica ecológica, la de la fractura metabólica, o, tal como él mismo lo señaló, “un desgarramiento insanable en la continuidad del metabolismo social, prescrito por las leyes naturales de la vida.” [xiv]

[xiv] Marx, Karl, El capital, 3 vv. Trad. de W. Roces. México: Siglo XXI. 1983, p. 1034.

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Marx estaba profundamente preocupado por las tendencias a la crisis ecológica, relacionadas con el agotamiento del suelo. En 1866, un año antes de la publicación del primer tomo de El capital, escribió a Engels que al desarrollar la crítica de la renta de la tierra en el Tomo III, “he tenido que trabajarme la nueva química agrícola que se está haciendo en Alemania, en particular Liebig y Schönbein, que tiene más importancia para esta cuestión que todos los economistas juntos.” [xvii] Marx, que había estado estudiando la obra de Liebig desde la década de 1850, estaba impresionado por la introducción crítica a la edición de 1862 de su Química orgánica, integrándola con su propia crítica de la economía política.

[xvii] Marx, K.; Engels, F., Collected Works, vol. 42. Nueva York: International Publishers. 1975, p. 227.

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Con la preponderancia incesantemente creciente de la población urbana, acumulada en grandes centros por la producción capitalista, ésta por una parte acumula la fuerza motriz histórica de la sociedad, y por otra perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra, esto es, el retorno al suelo de aquellos elementos constitutivos del mismo que han sido consumidos por el hombre bajo la forma de alimentos y vestimenta, retorno que es condición natural eterna de la fertilidad permanente del suelo. (…) Pero a la vez, mediante la destrucción de las circunstancias de ese metabolismo, (…) obliga a reconstituirlo sistemáticamente como ley reguladora de la producción social y bajo una forma adecuada al desarrollo pleno del hombre.(…) Todo progreso de la agricultura capitalista no es sólo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar el suelo; todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de éste durante un lapso dado, un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esa fertilidad. (…) La producción capitalista, por consiguiente no desarrolla la técnica y la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador. [xix]

[xix] Marx, K., El capital. vol. 1. México: Siglo XXI. 1983, pp. 611-13.

Citando a Liebig, Marx destacó el carácter global de esta fractura en el metabolismo entre la naturaleza y la sociedad, argumentando, por ejemplo, que “desde hace siglo y medio Inglaterra exporta indirectamente el suelo de Irlanda sin otorgar a sus cultivadores ni siquiera los medios para reemplazar los componentes de aquel.” [xx] E incorporó a su análisis un llamado a la sustentabilidad, es decir, la preservación de “toda la gama de condiciones permanentes de la vida que exige la cadena de las generaciones humanas.” En su definición más exhaustiva de la naturaleza de la producción bajo el socialismo afirmó: “La libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo (…) con el mínimo empleo de fuerzas y bajo las condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza humana.” [xxi]

[xx] Marx, K., El capital. op. cit.  p. 879; Brett Clark and John Bellamy Foster, “Guano, the Global Metabolic Rift and the Fertilizer Trade”. En: Alf Homborg, Brett Clark, and Kenneth Hermele (eds.), Ecology and Power. Londres: Routledge. 2012, pp. 68-82.

[xxi] Marx, K., El capital, vol. 3, p. 1044. 

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Para explicar el vasto ámbito natural en el que había surgido la sociedad humana, y en el que existía necesariamente, Marx empleó el concepto del “metabolismo universal de la naturaleza”. La producción mediaba entre la existencia humana y este “metabolismo universal”. Al mismo tiempo, la sociedad y la producción humana seguían estando en el interior de este metabolismo terrenal mayor y dependían del mismo, que había precedido a la aparición de la vida humana misma. Marx explicaba que esto constituía “la condición universal para la interacción entre la naturaleza y el hombre, y como tal, una condición natural de la vida humana.” La humanidad, a través de su producción,  “extrae” sus valores de uso naturales y materiales de este “metabolismo universal de la naturaleza”, al mismo tiempo “insuflando una [nueva] vida” a estas condiciones naturales “como elementos de una nueva formación [social]”, generando por ese motivo una especie de segunda naturaleza. Sin embargo, en una economía mercantil capitalista esta segunda naturaleza asume una forma alienada, dominada por el valor de cambio antes que por el valor de uso, conduciendo a una fractura en este metabolismo universal. [xxvi]

[xxvi] Marx, K.; Engels, F., Collected Works, vol. 30, pp. 54-66. 

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Aún así, Marx no vaciló frente a la gran envergadura de esta tarea y lo encontramos al final de su vida tomando notas cuidadosamente sobre cómo los cambios en las isotermas (las líneas que unen zonas con la misma temperatura media anual de la tierra) asociadas con el cambio climático en eras geológicas anteriores condujeron a las grandes extinciones en la historia de la Tierra. Es este cambio en las isotermas que James Hansen, el eminente climatólogo estadounidense considera como la principal amenaza que hoy enfrentan la flora y la fauna, como resultado del calentamiento global, con las isotermas desplazándose hacia los polos más rápidamente que las especies. [xxxii] Otro ejemplo de esta profunda preocupación por las ciencias naturales es el interés de Marx en las conferencias de John Tyndall  en la Royal Institution sobre los experimentos que estaba llevando a cabo sobre la interrelación de la radiación solar y diversos gases en la determinación del clima de la Tierra. Era muy posible que Marx, que asistió a algunas de esas conferencias, haya estado presente cuando Tyndall presentó la primera explicación empírica del efecto invernadero que influía sobre el clima. [xxxiii] Semejante concentración en las condiciones naturales por parte de Marx evidencia que había tomado muy seriamente la cuestión del metabolismo universal de la naturaleza y de la más específica interacción socio-metabólica de la sociedad y la naturaleza en la producción. El futuro de la humanidad y la vida en general dependía, como claramente lo reconoció, de la sustentabilidad de estas relaciones en relación con “la cadena de las generaciones humanas.” [xxxiv]
 
[xxxii] Marx, K.; Engels, F., MEGA IV, 26. Berlín: Akademie Verlag. 2011, pp. 214-19. Ver también Joseph Beete Jukes, The Student’s Manual of Geology. Edinburgo: Adam and Charles Black. 1872, pp. 476-512; James Hansen, Storms of My Grandchildren. New York: Bloomsbury. 2009, pp. 146-47. 

[xxxiii] Michael Hulme, “On the Origin of ‘The Greenhouse Effect’: John Tyndall’s 1859 Interrogation of Nature”, Weather 64, Nro. 5 (mayo 2009), pp. 121-23; Daniel Yergin, The Quest. Nueva York: Penguin. 2011, pp. 425-28; Friedrich Lessner, “Before 1848 and After”. En: Institute for Marxism-Leninism (ed.), Reminiscences of Marx and Engels. Moscú: Foreign Languages Publishing House, n. d.), p. 161; Y. M. Uranovsky, “Marxism and Natural Science”. En: Nicolai Bujarin et al, Marxism and Modern Thought. Nueva York: Harcourt, Brace and Co. 1935, p. 140; Spencer R. Weart, The Discovery of Global Warming. Cambridge, MA: Harvard University Press. 2003, pp. 3-4; W. O. Henderson, The Life of Friedrich Engels, Tomo I. Londres: Frank Cass. 1976, p. 262.

[xxxiv] Es interesante señalar al respecto que el amigo de Marx, Lankester, iría a emerger como el crítico del siglo XX más virulento de la catastrófica destrucción humana de las especies,  por todo el mundo, particularmente en su ensayo “The Effacement of Nature by Man”. Ver E. Ray Lankester, Science From an Easy Chair (Nueva York: Henry Holt, 1913), 373-79.

(...)

A pesar del hecho de que nuestra comprensión de estos procesos ecológicos se ha desarrollado enormemente desde los días de Marx y Engels, es evidente que al identificar a la mencionada fractura, provocada por la sociedad capitalista, ellos captaron la esencia del problema ecológico contemporáneo. Como dijo Engels en un resumen del argumento de Marx en El capital, la agricultura capitalista industrializada se caracteriza porel despojo de la tierra: el auge del modo capitalista de producción es la socavación de las fuentes de toda riqueza: la tierra y el trabajador.” [xl] Para Marx y Engels esto reflejaba la contradicción entre la ciudad y el campo, y la necesidad de evitar las peores distorsiones del metabolismo humano con la naturaleza asociadas con el desarrollo urbano. Como escribió Engels en The Housing Question:
La supresión de la oposición entre la ciudad y el campo no es ni más ni menos utópica que la abolición de la oposición entre capitalistas y asalariados. Cada día se convierte más en una exigencia práctica de la producción industrial como de la producción agrícola. Nadie la ha exigido más enérgicamente que Liebig en sus obras sobre química agrícola, donde su primera reivindicación ha sido siempre que el hombre debe reintegrar a la tierra lo que de ella recibe, y donde demuestra que el único obstáculo es la existencia de las ciudades, sobre todo de las grandes urbes. Cuando vemos que aquí, en Londres solamente, se arroja cada día al mar, haciendo enormes dispendios, mayor cantidad de abonos naturales que los que produce el reino de Sajonia, y qué obras tan formidables se necesitan para impedir que estos abonos envenenen toda la ciudad, entonces la utopía de la supresión de la oposición entre la ciudad y el campo adquiere una maravillosa base práctica. [xli]
[xl] Engels, F., On Marx’s Capital. Moscú: Progress Publishers. 1956, p. 95.

[xli] Engels, F., The Housing Question (Moscú: Progress Publishers. 1975, p. 92.

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Marx y la revolución socio-ecológica

Es precisamente aquí, cuando confrontamos la enormidad de la Gran Fractura en el metabolismo de la tierra, que el enfoque de Marx en el metabolismo de la naturaleza y de la sociedad se vuelve más indispensable. Su análisis destacaba la ruptura por la producción capitalista de la “condición natural eterna”, “esquilmando” a la tierra misma. [liii] Pero su análisis era único, en cuanto que apuntaba más allá de las fuerzas de la acumulación y la tecnología (es decir, el proceso de la producción), a la estructura cualitativa, del valor de uso de la economía mercantil: la cuestión de las necesidades humanas y su satisfacción. El valor de uso natural-material del propio trabajo humano, en la teoría de Marx, residía en su verdadera productividad en relación con la satisfacción genuina de las necesidades humanas. En el capitalismo, afirmaba, este potencial creativo estaba tan distorsionado que la fuerza de trabajo era vista como “útil” (desde una perspectiva capitalista del valor de cambio) solo en la medida en que generaba plusvalor para el capitalista. [liv]

[liii] Marx, K., El capital, vol. 1, pp. 638

[liv] “El verdadero trabajo”, escribió Marx, “es actividad determinada, dirigida a la creación de un valor de uso, a la apropiación de material natural de una manera que corresponde a necesidades particulares.” Marx and Engels, Collected Works, vol. 30, pp. 55. Obviamente, cuanto más alienado es el proceso de trabajo y de este modo enajenado de esas condiciones naturales y sociales esenciales, más toma una forma artificial, e irreal.

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