No puedo reproducir aquí todas las reflexiones de Lucio Magri en este largo artículo. Debe leerse entero, y nunca (nada debe leerse así, y Lucio tampoco lo escribe así) como el carpetazo final a una polémica que, como todas, como el futuro, comienza siempre ahora mismo.
La primera tarea de la nueva era es hacer un balance, con un espíritu de búsqueda de la verdad, cualesquiera que sean las convicciones con las que uno empieza y las conclusiones a las que uno llega; sin fabricar hechos, sin ofrecer excusas ni separar las experiencias vividas de su contexto. La meta debe ser distinguir las contribuciones hechas a los avances históricos permanentes y decisivos; considerar los tremendos costes que supusieron, las verdades teóricas alcanzadas y los disparates intelectuales cometidos. Necesitamos clarificar las diversas fases de la evolución del comunismo y, dentro de cada una, examinar no sólo los errores degenerativos sino sus causas objetivas y subjetivas, qué oportunidades había para adoptar un camino diferente hacia el fin deseado. En resumen, recomponer el hilo de una empresa titánica y de un declive dramático, sin buscar concesiones o perseguir una neutralidad imposible, sino dirigiéndose a una aproximación hacia la verdad. Para abordar esta agenda, tenemos el extraordinario privilegio de conocer cuál fue el curso final de los acontecimientos, así como el estímulo de encontrarnos a nosotros mismos, una vez más, en una crisis de la civilización. Debemos hacer uso del presente para entender mejor el pasado, y entender el pasado para orientarnos mejor en el presente y en el futuro.
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