Xavier Antich publicó hace unos días en La Vanguardia un artículo sobre "las reacciones airadas, sarcásticas, hiperbólicas y viscerales que el movimiento de los denominados indignados ha provocado entre la clase política y la plana mayor de los opinadores". Le sirven de base para denunciar algunas pifias lógicas muy comunes, que muestran la fragilidad de la mente a poco que descuidemos el rigor, y que son aprovechadas por sujetos con pocos escrúpulos para engañar. Y es que, salvo algunas especies de silogismo y una gran firmeza en las premisas, se nos puede dar gato por liebre con mucha facilidad
...hay un tipo de falacia (non sequitur) en la que la conclusión no se deduce necesariamente de las premisas: se aplica a cualquier razonamiento inconsecuente y puede ayudar a cartografiar provisionalmente algunas barbaridades lógicas que estos días se han repetido hasta el aburrimiento y que constituyen un manual de cómo construir contrainformaciones o, directamente, mentiras. Repasemos algunas.
Falacia ignoratio elenchi (o conclusión irrelevante): consiste en establecer erróneamente una conclusión por haber descuidado un elemento esencial. Habitualmente presenta un argumento que, en sí mismo, puede ser válido, pero que no prueba nada del argumento en cuestión. Ejemplo: esgrimir la insalubridad de las acampadas o la violencia en la entrada del Parlamento como refutación de los argumentos de los indignados.
Falacia secundum quid (o generalización apresurada): se trata de una generalización inducida a la totalidad a partir de unas pocas evidencias parciales. Ejemplo: a partir del carácter insostenible, contradictorio o directamente lunático de alguna proposición de las miles que las asambleas de indignados han recogido, deducir la descalificación total de sus propuestas.
Falacia ad hominem (o del ataque personal): prentender mostrar la falsedad de una argumentación atacando a la persona o las personas que la sostienen, en lugar de valorar su veracidad. Ejemplos: descalificar, y es un caso, a la persona de Arcadi Oliveres pretendiendo refutar así sus opiniones, o hacer lo mismo con los jóvenes indignados por ser jóvenes y, además, nacidos con la flor en el culo (perdón); o con los indignados maduros, por ser nostálgicos del 68 (y no haber hecho ninguna revolución), o con los indignados de todas las edades, por ser radicales o soñadores o buenistas (según convenga a cada refutación).
Falacia del argumentum ad populum (o sofisma populista): dar por supuesta la verdad de la posición de quien argumenta porque la mayoría la sostiene. Ejemplo: ampararse en la cantidad de votantes a ciertas elecciones y compararlos con la cantidad de manifestantes a tal o qual convocatoria para deducir la validez de un argumento y la descalificación del posicionamiento contrario.
Falacia del argumentum ad logicam (o del hombre de paja): consiste en crear una posición fácil de refutar, basada en la caricatura del oponente, y destrozarlo entonces por su debilidad argumentativa. Ejemplos: discutir la tesis de una pancarta en lugar de una conferencia o un texto de, pongamos por caso, Manuel Castells.
Falacia cum hoc, ergo propter hoc: a partir de la concurrencia simultánea de dos acontecimientos, convertir uno en la causa del otro. Ejemplo: interpretar ciertas actitudes producidas el 15-J durante la entrada de algún parlamentario catalán en el parque de la Ciutadella como efecto de los posicionamientos del movimiento 15-M, a pesar del mentís explícito de sus portavoces.
Falacia ad verecundiam (o de autoridad): pretender la verdad de una argumentación por la autoridad, real o supuesta, de quien la sostiene. Ejemplo: pretender que expresiones como violencia extrema o kale borroka organizada o el ataque más grave a la democracia española después del 23-F son la interpretación más adecuada de los acontecimientos del 15-J sólo por el hecho de que lo sostiene un president o un conseller.
Falacia del entimema (o del silogismo truncado): consiste en suprimir alguna de las premisas, bien por obvia, bien por contraria a los intereses del argumento. Es quizás la falacia más grave de buena parte de las opiniones publicadas estas semanas. Ejemplo: calificar el movimiento del 15-M y de los indignados como un movimiento antidemocrático, antipolítico y antisistema. Y con eso esconder que los movimientos de resistencia social y política, e incluso los de desobediencia civil, no sólo no son contrarios a la esencia del sistema democrático, sino que son, precisamente, su piedra de toque. Por la importancia del tema, volveremos sobre él en dos semanas.
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