La editorial Sal Terrae editó en 1997 su libro Más allá del capitalismo, traducción del publicado en 1993 por Cambridge University Press. El libro electrónico puede leerse casi completo en esta dirección.
Los datos que utiliza son, como puede comprobarse, de hace veinticinco o más años. La Torre Sears de Chicago era entonces el edificio más alto, y Amancio Ortega aún no era el hombre más rico. Ahora mismo, cuando el 1% de los humanos acapara más del 50 % de la riqueza, la desigualdad que se ilustra en este cuento sería todavía mayor.
De las páginas 285 a 287 de la edición española está tomada esta cita.
Paul Krugman, economista del Massachusetts Institute of Technology, observa lo siguiente:
«El principal motivo de la elevación del nivel de vida para el 10% más rico de los norteamericanos en la década de los ochenta fue la creciente desigualdad en la distribución de la renta, más que el crecimiento de la productividad. Y la de los ochenta fue la primera década, desde los años treinta, en que un gran número de norteamericanos experimentó, de hecho, un importante descenso de su nivel de vida».
¿Hasta qué punto es desigual esta desigualdad? Todos los que han estudiado las cifras han llegado a la conclusión de que la desigualdad es bastante pronunciada, pero que es difícil comprender, basándose únicamente en los números, hasta qué punto lo ha sido. Salvo que se tenga una rara facilidad para las estadísticas y una cierta inventiva, es difícil comprender sus dimensiones.
Tal vez el mejor mecanismo sea el introducido hace años por el economista neoclásico holandés Jan Pen para describir la distribución de la renta en Inglaterra. Permítaseme adaptar su planteamiento a los Estados Unidos de hoy. Empezaremos contando un cuento al que, como pronto se verá, podemos titular de la misma manera que él «Un desfile de enanos (y unos cuantos gigantes)».
Imaginemos que cada uno de los 93 millones de hogares de los Estados Unidos es representado por uno de sus miembros, cuya estatura es proporcional a la renta del hogar respectivo. Imaginemos un desfile, que ha de durar exactamente una hora, encabezado por las personas más bajas (las más pobres) y cerrado por las personas más altas (las más ricas). Supongamos que usted mide 1,80 m. (que tomaremos como estatura media) y que observa el desfile en el mismo plano que los que desfilan. Su estatura de 1,80 m. representa una renta anual poco inferior a 50.000 dólares (de 1989).
El desfile de una hora lo inician personas muy bajas, y la estatura de los que desfilan va incrementándose progresivamente. Al cabo de ocho minutos, la persona que pasa delante de usted mide unos 45 cm. Esa persona (muy probablemente mujer y blanca), no le llega a usted aún a la altura de su rodilla, pero sí ha llegado al umbral de la pobreza (12.675 dólares de 1989). Detrás de ella vienen los representantes de un sector de hogares del país en los que viven unos 31,5 millones de personas (el 12,8% de la población).
El desfile continúa, y la estatura de los que desfilan va incrementándose muy poco a poco. Usted empieza a aburrirse y se distrae... Al cabo de media hora, mira usted de nuevo, esperando quizá que pase por delante de usted alguien de su misma altura, pero, para su sorpresa, comprueba que el desfile sigue siendo de enanos. La persona que pasa en el minuto treinta mide sólo 1,12 m. (la mediana de las rentas por hogar en 1989 fue de 28.900 dólares). Tendrá usted que esperar a que hayan pasado casi tres cuartas partes del desfile para que llegue alguien de estatura media (1,80 m.). Sólo entonces habrá alcanzado la renta el nivel de 50.000 dolares.
Después de cuarenta y cinco minutos, empieza a pasar gente más alta con mayor rapidez, aunque al principio el cambio no es muy llamativo. A los cincuenta y cinco minutos, los que miden ya 2,74 m. (=75.000 dólares: la renta de un hogar de una pareja de profesores titulares de humanidades, por ejemplo). Dos minutos y medio después, la estatura de los que pasan ha crecido 91 cm. más, es decir, 3,60 m., que representan una renta de 100.000 dólares.
De pronto, las cifras empiezan a dispararse: un minuto más tarde, cuando sólo quedan noventa segundos de desfile, pasa el presidente de los Estados Unidos, que mide 7,31 m. Y luego, en los segundos finales, las cifras crecen a un ritmo vertiginoso. Pasan los que ganan un millón de dólares 36,5 m. (cinco veces más que la estatura del presidente); a continuación, los presidentes de grandes empresas, que, según el Business Week, están en el intervalo de 5-20 millones de dólares. El presidente de la International Telephone and Telegraph (ITT), por ejemplo, con 11 millones de dólares, pasa con sus 402 m., es decir, varios pisos más que la Torre Sears (que, como sabe todo el mundo en Chicago, es el edificio más alto del mundo).
Pero incluso estos gigantes son pequeños en comparación con los colosos que pasan fugazmente durante los últimos microsegundos del desfile. Los investigadores de Fortune descubrieron sesenta patrimonios de más de mil millones de dólares en los Estados Unidos en el año 1990. Si les atribuimos un modesto 5% de ingresos en relación con su riqueza, ello representa una renta anual de 50 millones de dólares (y una estatura de más de 1.600 metros). Hasta hace poco, la última persona del desfile habría sido Sam Walton (el dueño de Wal-Mart), cuya fortuna familiar se estimaba en 21.000 millones de dólares. Su estatura se habría elevado hasta la altura de 38.600 metros, es decir, más de cuatro veces la altura del Everest.
Esa es la distribución de la renta en los Estados Unidos. Y como sabe todo el que estudia estos temas, la distribución de la riqueza (es decir, los activos netos, en contraposición a la renta anual)es aún más desigual.No voy a intentar describirla por medio de otro cuento, que tendría la misma estructura general, pero con unos enanos muchísimo más pequeños y unos gigantes muchísimo más grandes.
El desfile de una hora lo inician personas muy bajas, y la estatura de los que desfilan va incrementándose progresivamente. Al cabo de ocho minutos, la persona que pasa delante de usted mide unos 45 cm. Esa persona (muy probablemente mujer y blanca), no le llega a usted aún a la altura de su rodilla, pero sí ha llegado al umbral de la pobreza (12.675 dólares de 1989). Detrás de ella vienen los representantes de un sector de hogares del país en los que viven unos 31,5 millones de personas (el 12,8% de la población).
El desfile continúa, y la estatura de los que desfilan va incrementándose muy poco a poco. Usted empieza a aburrirse y se distrae... Al cabo de media hora, mira usted de nuevo, esperando quizá que pase por delante de usted alguien de su misma altura, pero, para su sorpresa, comprueba que el desfile sigue siendo de enanos. La persona que pasa en el minuto treinta mide sólo 1,12 m. (la mediana de las rentas por hogar en 1989 fue de 28.900 dólares). Tendrá usted que esperar a que hayan pasado casi tres cuartas partes del desfile para que llegue alguien de estatura media (1,80 m.). Sólo entonces habrá alcanzado la renta el nivel de 50.000 dolares.
Después de cuarenta y cinco minutos, empieza a pasar gente más alta con mayor rapidez, aunque al principio el cambio no es muy llamativo. A los cincuenta y cinco minutos, los que miden ya 2,74 m. (=75.000 dólares: la renta de un hogar de una pareja de profesores titulares de humanidades, por ejemplo). Dos minutos y medio después, la estatura de los que pasan ha crecido 91 cm. más, es decir, 3,60 m., que representan una renta de 100.000 dólares.
De pronto, las cifras empiezan a dispararse: un minuto más tarde, cuando sólo quedan noventa segundos de desfile, pasa el presidente de los Estados Unidos, que mide 7,31 m. Y luego, en los segundos finales, las cifras crecen a un ritmo vertiginoso. Pasan los que ganan un millón de dólares 36,5 m. (cinco veces más que la estatura del presidente); a continuación, los presidentes de grandes empresas, que, según el Business Week, están en el intervalo de 5-20 millones de dólares. El presidente de la International Telephone and Telegraph (ITT), por ejemplo, con 11 millones de dólares, pasa con sus 402 m., es decir, varios pisos más que la Torre Sears (que, como sabe todo el mundo en Chicago, es el edificio más alto del mundo).
Pero incluso estos gigantes son pequeños en comparación con los colosos que pasan fugazmente durante los últimos microsegundos del desfile. Los investigadores de Fortune descubrieron sesenta patrimonios de más de mil millones de dólares en los Estados Unidos en el año 1990. Si les atribuimos un modesto 5% de ingresos en relación con su riqueza, ello representa una renta anual de 50 millones de dólares (y una estatura de más de 1.600 metros). Hasta hace poco, la última persona del desfile habría sido Sam Walton (el dueño de Wal-Mart), cuya fortuna familiar se estimaba en 21.000 millones de dólares. Su estatura se habría elevado hasta la altura de 38.600 metros, es decir, más de cuatro veces la altura del Everest.
Esa es la distribución de la renta en los Estados Unidos. Y como sabe todo el que estudia estos temas, la distribución de la riqueza (es decir, los activos netos, en contraposición a la renta anual)es aún más desigual.No voy a intentar describirla por medio de otro cuento, que tendría la misma estructura general, pero con unos enanos muchísimo más pequeños y unos gigantes muchísimo más grandes.
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