Si Tripalium era un instrumento de tortura, nuestra lengua, entre otras latinas, entendió que el trabajo no es un precisamente un placer. No tenía este sentido labor, aunque ahora sean sinónimos trabajo, treball, traballo, travalho, lavoro...
Evidente ambigüedad en el concepto. No es lo mismo la labor placentera y creativa que el trabajo enajenado, cuyo fruto no recibe, y a menudo ni siquiera ve, el trabajador.
La ambigüedad sigue y seguirá. Total acuerdo con las afirmaciones de Paul Lafargue en El derecho a la pereza, pero probablemente en el futuro habrá que trabajar más, al agotarse la disponibilidad de esos esclavos energéticos que realizan ahora las labores más duras.
En el Juan de Mairena de Antonio Machado hay un diálogo muy instructivo, no exento de ironía:
–La sociedad burguesa de que formamos parte –habla Mairena a sus alumnos– tiende a dignificar el trabajo. Que no sea el trabajo la dura ley a que Dios somete al hombre después del pecado. Más que un castigo, hemos de ver en él una bendición del Cielo. Sin embargo, nunca se ha dicho tanto como ahora: «El que no trabaje que no coma». Esta frase, perfectamente bíblica, encierra un odio inexplicable a los holgazanes, que nos proporcionan con su holganza el medio de acrecentar nuestra felicidad y de trabajar más de la cuenta.
Uno de los discípulos de Mairena hizo la siguiente observación al maestro:
–El trabajador no odia al holgazán porque la holganza aumente el trabajo de los laboriosos, sino porque les merma su ganancia, y porque no es justo que el ocioso participe, como el trabajador, de los frutos del trabajo.
–Muy bien, señor Martínez. Veo que no discurre usted mal. Convengamos, sin embargo, en que el trabajador no se contenta con el placer de trabajar: reclama, además, el fruto íntegro de su trabajo. Pero aquellos bienes de la Tierra que da Dios de balde, ¿por qué no han de repartirse entre trabajadores y holgazanes, mejorando un poco al pobrecito holgazán, para indemnizarle de la tristeza de su holganza?
–Porque Dios, señor doctor, no da nada de balde, puesto que nuestra propia vida nos la concede a condición que la hemos de ganar con el trabajo.
–Muy bien. Estamos de nuevo en la condición bíblica del trabajo: dura ley a que Dios somete al hombre, a todos los hombres, por el mero hecho de haber nacido. Es aquí a donde yo quería venir a parar. Porque iba a proponeros, como ejercicio de clase, un «Himno al trabajo», que no debe contribuir a entristecer al trabajador como una canción de forzado, pero que tampoco puede cantar, insinceramente, alegrías que no siente el trabajador.
Conviene, sobre todo, que nuestro himno no suene a canto de negrero que jalea al esclavo para que trabaje más de la cuenta.Más claramente dirigida a la explotación laboral va esta sátira muy divertida de La Trinca. Tras el vídeo dejo letra y traducción para los que no entiendan el catalán.
Visca Nostramo
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