lunes, 16 de noviembre de 2015

Refugiados

Axolotl es un cuento terrible de Julio Cortázar. En este, como en otros relatos suyos, el genio es capaz de introducirnos en el personaje. Sentir desde dentro todo su horror. Son por historias que derrochan humanidad.

Porque no se es realmente humano hasta que no es uno capaz de ponerse en el lugar del otro.

Un modo de eludir esta identificación es no pensar demasiado, o desviar la mirada de las desgracias ajenas. Pero hay otro peor, que es la insensibilidad para sentir con los demás. 

Descartes pensaba que los animales eran autómatas porque, privados de alma, carecían de sensibilidad. Así que no podían sufrir aunque su conducta "imitara" mecánicamente el sentir y el sufrir, propio de los humanos.

La tentación de negar humanidad a los otros es la fuente del racismo y la xenofobia. 

El caso extremo de negación de sentir con y por los otros es la psicopatía:
"Hay un consenso general acerca de ciertas características evidentes y comunes en los psicópatas, como por ejemplo: Su falta total (o muy elevada) de empatía, culpa o remordimiento. Su tendencia a "cosificar" a las personas u otros seres vivos que le rodean, y su continua violación de los derechos y normas sociales ya sea de un individuo o la sociedad."
El psicópata puro que no quiere a nadie seguramente es excepcional. La psicopatía grupal, en cambio, es más frecuente. Pero generalmente no se manifiesta en toda su crudeza, sino que intenta argumentar su rechazo a los otros.

De la incoherencia de estos argumentos trata este artículo. Seguramente, acorralados por su propia contradicción, enfrentados a ella, acabarán confesando que guardan en su alma algo bastante negro.

O escaparán por la tangente. Como cantaba Javier Krahe:


Cualquier otro, sin mi fe,
Con seguridad blasfema
o se va a tomar café

Por mi parte, que se vayan a tomar.






Rebelión



Leí con atención el comentario de Hasnain Kazim en Der Spiegel sobre qué dicen los “ciudadanos alemanes preocupados” con el tema refugiados en los foros de internet, en las charlas de sobremesa, los medios sociales o en cartas al director. Mismos argumentos clonados que se oyen también en otras partes: en nuestros bares, en bocas de tertulianos y ciudadanos de escaso seso.

Escriben: ¡Solo vienen hombres jóvenes! ¡Solos! ¿Dónde están, dónde se han quedado las mujeres y los hijos, los viejos y enfermizos? ¡Cómo pueden ser tan egoístas y dejarlos solos en su país en medio de la guerra! Pero también escriben: ¡Si dejamos a estos musulmanes que vengan vamos a sufrir una invasión por parte de sus familias numerosas! ¡No es raro que tengan seis hijos! ¡Son demasiados! ¡No admitamos la reagrupación familiar!

Pide: ¡Que los refugiados aprendan alemán, que se integren, que acepten nuestra cultura y que sigan sus pautas¡ Y piden también en sus cartas y comentarios: ¿Por qué aprenden alemán? ¡No se tienen que quedar aquí sino que deben regresar a sus casas, a su país, en cuanto reine allí la paz! Y desean: ¡Que a lo sumo estos extranjeros de otra cultura permanezcan un año y luego se les dé carretera y manta!

Hay quienes piden: ¡Deben insertarse en nuestra sociedad y no vivir en paralelo, porque para ese negocio mejor que se hubieran quedado en casa!, pero al mismo tiempo tampoco esto les satisface: ¡Porque quieren quitarnos a nuestras hijas, y eso debemos impedirlo!

Si los refugiados reciben ayuda estatal, que les posibilite en Alemania una vida humanamente digna,dicen: ¡Viven meses, años, a nuestra costa, son parásitos sociales! Si trabajan, se comenta: ¡Nos quitan nuestros puestos de trabajo! ¡En Alemania hay ya demasiados parados y primero somos nosotros!

Por una parte: ¡Los refugiados deben, no faltaba más, permanecer seguros en terceros países! ¿Pero por qué vienen a Alemania si de igual modo podían vivir en Grecia o en Italia? Por otra parte : ¡Algunos quieren ser refugiados de lujo, se agencian un billete caro de vuelo para viajar a un país seguro y así abusar de nuestro magnánimo derecho de asilo! ¡Esto no puede ser! ¿De qué tienen tanto dinero? ¿Cómo pueden permitirse el lujo de un billete de primera clase?


*
Todo sirve para elaborar y trenzar lo mismo un pretendido argumento contra los refugiados como su contrario, y también de rechazo. Y es que las justificaciones para una postura de rechazo y del no son igual de malas que el derecho de asilo alemán: que asumido en la constitución como derecho fundamental es, de hecho, anulado ya en el párrafo siguiente.

Quien no comparte esta angustia y este miedo, al menos no en la medida en que ellos apuntan en este barullo contradictorio de dimes y diretes, es a sus ojos un buenón un poco imbécil, un iluso izquierdoso, un amigo de extranjeros a los que mejor sería no despacharlos.

Esta gente, si fuera honesta, no se metería en estos berenjenales apestosos ni se enfangaría en este mar de contradicciones. Debieran confesar limpiamente lo que realmente piensan: ¡No queremos refugiados, no queremos que participen de nuestro bienestar, no nos interesa el resto del mundo, lo importante es que a nosotros nos vaya bien y si alguien se nos acerca debe ser como nosotros! ¡Pero lo mejor que nadie venga! Olvidaos del amor al prójimo. Cierto, se acerca la Navidad y cantaremos: ¡Venid, acercaos todos, llega el niñito!, pero vosotros lejos, fuera.

Sería lo honrado.

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