El dinero metálico o fiduciario (en todo caso anónimo) es fuente de todo tipo de corrupciones y ocultaciones, porque como dijo Vespasiano pecunia non olet. Esa es su cara negativa. La positiva es que el poseedor, y no sólo el gran poseedor, mantiene alguna defensa sobre lo mucho o poco que pueda guardar. En tiempo de incertidumbre monetaria es una recomendación prudente mantener algún dinero fuera del banco. Se piensa que al menos el necesario para sobrevivir durante dos o tres meses...
Innegable es la relación entre el dinero negro y los billetes de quinientos euros, una forma de ocultar grandes sumas en poco espacio y de facilitar transacciones ilícitas. Hace mucho tiempo que se propusieron medidas para su control, como el canje con registro o la supresión. Es ahora cuando parece que se habla suprimirlos, y hay buenas razones. Pero también es de temer que sea el primer paso para eliminar las transacciones no electrónicas. Bien gestionado, el mecanismo podría evitar fraudes e inicuos movimientos de capital. Una contabilidad "perfecta", con una total transparencia podría incluso detectar y eliminar "la explotación del hombre por el hombre".
El primer problema que se presenta es saber quién podría controlar este sistema. Y parece que todo control quedaría en manos de un capital financiero muy poco de fiar.
El relato de Antonio Turiel que enlazo plantea una situación, por lo menos imaginable: la de una concentración extrema, a la que parece conducir la lucha implacable entre capitalistas, con una única gran corporación con control absoluto de la economía.
¿En qué podría desembocar esto, unido al aumento de entropía de un sistema complejo y cerrado? ¿Cómo podría crecer el capital entonces, en una sociedad en pleno decrecimiento forzado?
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