jueves, 12 de mayo de 2016

Prudencia geopolítica y geoestratégica

Este artículo de Guillermo Celso Oglietti, consejero directivo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), es revelador. Hay momentos en la historia en que tomar una decisión equivocada puede tener consecuencias tremendas. La independencia de los Estados Unidos, un territorio entonces pequeño y aislado, pero con vocación imperial, fue un revés para lnglaterra, que no perdió entonces demasiado (de hecho conservó Canadá) y se rehizo luego de esa pérdida con un imperio aún mayor. Hoy, invertidos los papeles, la Gran Bretaña es más bien para los Estados Unidos un socio subordinado y especializado.

España sí tenía un imperio muy grande y muy frágil, mucho más que perder. Pudo haber obrado con una visión menos rígida que la finalmente adoptada, como proponía inteligentemente el Conde de Aranda.

En un texto muy conocido emitido en 1783, explica con una anticipación de cien años el surgimiento de Estados Unidos como potencia mundial y sus ansias de consumo y poder:
“Esta república federal nació pigmea, por decirlo así y ha necesitado del apoyo y fuerza de dos Estados tan poderosos como España y Francia para conseguir su independencia. Llegará un día en que crezca y se torne gigante, y aun coloso temible en aquellas regiones. Entonces olvidará los beneficios que ha recibido de las dos potencias, y sólo pensará en su engrandecimiento... El primer paso de esta potencia será apoderarse de las Floridas a fin de dominar el golfo de México. Después de molestarnos así y nuestras relaciones con la Nueva España, aspirará a la conquista de este vasto imperio, que no podremos defender contra una potencia formidable establecida en el mismo continente y vecina suya”.
La solución que proponía, y que nunca fue atendida, para neutralizar a esta nueva colonia fue la siguiente:
“...Que VM se desprenda de todas las posesiones del continente de América, quedándose únicamente con las islas de Cuba y Puerto Rico en la parte septentrional y algunas que más convengan en la meridional, con el fin de que ellas sirvan de escala o depósito para el comercio español. Para verificar este vasto pensamiento de un modo conveniente a la España se deben colocar tres infantes en América: el uno de Rey de México, el otro de Perú y el otro de lo restante de Tierra Firme, tomando VM el título de Emperador. (…)”
Ni entonces fue escuchado esto, ni cien años después, cuando se propuso para Cuba una amplia autonomía. El resultado fue que el vasto imperio se independizó, si bien quedó tan fragmentado que sus repúblicas fueron luego presa fácil para las potencias dominantes. Debo al anterior presidente de Uruguay, José "Pepe" Mujica, la observación de que los países e América del Sur tienen grandes puertos para comunicarse con las potencias coloniales y pocas vías terrestres para comunicarse entre sí.

En cambio, la independencia del Brasil siguió otros derroteros. Fue un proceso mucho menos cruento que las guerras de independencia hispanoamericanas, y contó con el amortiguador de la continuidad, nada revolucionaria, de la dinastía portuguesa, porque allí había residido la corte tras la invasión napoleónica de la metrópoli y allí siguió reinando la casa de Braganza durante más de trece lustros.

De todos modos también en este caso fue la intención de recentralizar todo el poder en Lisboa el detonante para la independencia.

Estas lecciones deberían ser tenidas en cuenta en la España actual. La insistencia en seguir alimentando la pugna centralismo-separatismo no augura nada bueno. Es el mejor caldo de cultivo para el independentismo. Ojalá que estemos a tiempo de articular un Estado federal, de raíz republicana, capaz de superar esa dicotomía que favorece sobre todo a las fuerzas derechistas de ambos lados, y por la que las respectivas izquierdas caen muchas veces en una trampa saducea. Estado solidario, en el sentido de equilibrar todas las desigualdades. Primerísimamente las que se dan entre las personas, pero también, claro está, entre las culturas y los sentimientos de pertenencia.

Seguramente una España fragmentada sería también presa, aún más fácil de lo que ya es, para las potencias dominantes. No olvidemos tampoco que fueron las consecuencias negativas de la guerra de Cuba para los intereses económicos de la burguesía catalana uno de los motivos detonantes del primer independentismo.



Rebelión

La historia se repite para desgracia de España, que hoy aparece atrapada nuevamente en la misma encrucijada histórica, el dilema entre unionismo y federalismo. La contienda electoral española está atravesada, ahora y desde siempre, por el tema regional. El avance de las autonomías regionales suele favorecer los partidos de derecha, que para ganar elecciones, solo les basta con agitar el fantasma de la “ruptura de España”. Mientras más avanzan las auténticas izquierdas, que por principios son más respetuosas de la libertad de decidir, más extremas son las posturas unionistas de la derecha. El verdadero interés de la derecha tras el principio de la “unidad de España” no es otro que alejar a la izquierda del poder y evitar las consecuencias redistributivas de un gobierno popular. En esta encrucijada, la izquierda se ve obligada a traicionar sus ideales libertarios o a perecer elecciones en el intento de respetarlos. Este dilema explica que a pesar de que tanta gente en España se define de izquierdas, ningún gobierno auténticamente de izquierdas haya llegado al poder en toda la historia moderna de España.

Con tristes consecuencias para la democracia, chocan estos dos ideales, entre el centralismo liderado por la derecha (al que se suman las facciones de derecha dentro del PSOE), para el que predomina el valor moral de la unidad de España, y el de los federalistas, quienes desean otro tipo de unión, federal, porque el valor moral del respeto a la libertad de decidir es superior.

En 1783, el año de la independencia de EEUU, con anticipación y previsión asombrosa, sin duda un estadista de talla, el conde de Aranda (secretario de Estado), le expuso al Rey Carlos III una propuesta magistral, que es la primera iniciativa a favor de la independencia americana proveniente de un personaje tan influyente. La propuesta del Conde consistía en reformar el imperio, creando 3 nuevos estados en América, uno en el Perú, otro en México (colindando con el naciente EEUU) y otro en el resto de tierra firme.
La propuesta de Aranda se justificaba por 3 razones, temor, debilidad y estrategia. En el temor, porque previó que EEUU se transformaría en una potencia y comenzaría a buscar su engrandecimiento apropiándose del territorio de España y olvidando el apoyo que recibió de ésta durante la guerra de independencia. En sus palabras “Llegará un día en que (EEUU) crezca y se torne gigante, y aun coloso temible en aquellas regiones. Entonces olvidará los beneficios que ha recibido de las dos potencias (España y Francia), y sólo pensará en su engrandecimiento... El primer paso de esta potencia será apoderarse de las Floridas a fin de dominar el golfo de México ”. En la debilidad, porque percibía que el ejemplo de la independencia de EEUU comenzaría a cundir en el resto del continente, haciendo que se hiciera cada vez más difícil y costoso sostener el dominio sobre las colonias. Y por estrategia, porque los tres nuevos estados, conformarían una mancomunidad similar al Commonwealth de naciones británicas, que se apoyarían mutuamente, militar y comercialmente, para resistir desafíos bélicos y, sobre todo, la presión de EEUU sobre su territorio. Los fuertes vínculos culturales, históricos y de sangre (Aranda proponía colocar un infante como Rey en cada nuevo estado americano) entre estos 4 estados, tenían el potencial para crear una sociedad duradera.
La historia Latinoamericana hubiese sido muy diferente si se hubiese seguido este consejo. Sin dudarlo, ni Latinoamérica ni España hubiesen sufrido la descomposición del Estado, ni las sangrías de la guerra de la independencia y las guerras civiles posteriores, ni la pérdida de los territorios insulares españoles. En el plan de Aranda, Cuba y otros territorios insulares en América seguirían siendo españoles, por lo que podemos conjeturar que la guerra hispano-estadounidense no hubiese tenido lugar y que los intereses económicos catalanes en la isla no habrían experimentado las pérdidas que dieron lugar al nacimiento del movimiento indepentista catalán (evento que está en el origen de la Esquerra Republicana de Catalunya, ERC).
Aranda era un aragonés, de los territorios de la corona de Aragón, Catalunya y Valencia, de principios federalistas, y esa cimiente le permitió percibir la ventaja de reformar el imperio, fortaleciéndolo a través de la federalización. Pero la moral centralista del imperio no fue capaz de apreciar las ventajas que implicaba la reforma, y dejó las puertas abiertas para que la sangre se malgastara en la guerra de la independencia, y en las guerras civiles que siguieron a la descomposición del imperio y al nacimiento de los nuevos estados. También abrió el sendero para que EEUU se expandiera a costa del vasto territorio español desde California hasta Florida y el golfo de México, y también, de la enorme expansión de Brasil que también multiplicó su territorio aprovechándose de la fortaleza de su Estado y la debilidad del resto de Latinoamérica, lidiando sus guerras civiles.
En la actualidad, la España corrupta del PP y los barones del PSOE, como Bono y el lobbista Felipe González, utilizan la misma estrategia extorsiva de recurrir a la moral de la “unidad de España” como pantalla para defender sus intereses económicos y ahuyentar del gobierno a los partidos progresistas respetuosos de la libertad entre hermanos y de los intereses populares como Podemos e Izquierda Unida. Estos partidos también quieren la unidad española, pero una España Federal, basada en la libre voluntad de pertenecer. La democracia en España está atrapada por esta extorsión, que impide que la república represente los intereses de las mayorías, frena el acceso de la izquierda al poder y, lo que es peor, divide los hermanos y fragmenta lo que resta del imperio español. El modelo unionista Español viene fracasando desde hace siglos, es hora de explorar alternativas. Si España sigue cayendo en esta encrucijada, seguirá reduciéndose, sin que nadie, ni las enseñanzas de Aranda, puedan evitarlo.

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