domingo, 8 de mayo de 2016

El Tiempo en la Historia

Antonio Olivé, en Marx desde Cero, publica un artículo del que entresaco un sólo párrafo, por cuanto se relaciona con dos cuestiones que en realidad, para mí, son la misma. De paso, me lleva a una interpretación personal de algunos conceptos, o mejor pares de conceptos contrapuestos.

Las dos cuestiones son eminentemente dialécticas, entendida la dialéctica como la tensión contradictoria de opuestos inseparables. Por una parte está el problema del determinismo, sin que este tenga que confundirse con un paralizante fatalismo extremo cuya falsedad demuestra la práctica real de todo lo viviente. El segundo problema es el tiempo, el eterno presente como misterioso cursor que devora el futuro y lo deja atrás sin tregua. Ya me gustaría saber qué entienden los profetas por "el fin de los tiempos". También lo que piensan algunos historiadores como "el fin de la historia" y lo que ciertos filósofos consideran "fin de la filosofía".

Ese eterno presente es la acción, que clausura un pasado determinista y abre un futuro indeterminado.

El artículo aborda la solución gramsciana a dos interpretaciones extremas y paralizantes del marxismo, la prometeica del "asalto a los cielos" y la mecanicista de las "condiciones objetivas determinantes". Para ello pone en primer plano la Historia como devenir continuo, lo que implica un "historicismo absoluto", por más que término tan categórico pueda confundir a tanto relativista como nos rodea.

Así, la Ciencia es Historia, como lo es la Filosofía, Porque la una es conocimiento de hechos pasados y la segunda es historia del pensamiento. Ni la ciencia, ni la filosofía,  son separables de la historia, de su propia historia.

Como tampoco existe una separación tajante entre las ciencias sociales y las naturales, por cuanto el hombre y sus sociedades son parte de la Naturaleza, de su evolución histórica. No es tampoco separable la libertad de la necesidad, porque sólo somos libres cuando somos capaces de satisfacer necesidades. Con la experiencia como guía, como conocimiento de una historia pasada. Conocimiento que dirige la acción presente para encarar las necesidades del futuro.

Así que el determinismo se afirma a sí mismo cuando, como Jano, se vuelve hacia el pasado, como verificación de lo que ya no tiene vuelta atrás, pero es pura indeterminación si el mismo dios mira hacia el futuro. En medio está ese cursor del presente, que continuamente transforma lo indeterminado en determinado. El presente es el Verbo en Acción.

Tal es la filosofía de la praxis. Porque la praxis es acción en el tiempo y sobre él.

Lo resume así el autor del artículo:
"Con esta interpretación, la refundación filosófica del marxismo operada por Gramsci abre caminos para su actuación: la historia no debe contemplarse como inexorable, como mecánicamente determinada, como el desarrollo de estructuras económicas determinantes que suponen sujetos pasivos. La historia, por el contrario, se conoce dialécticamente, lo que nosotros conocemos sólo trata de nosotros mismos, nuestras necesidades, nuestros intereses. La filosofía es historia, es política en acto, producto de la realidad e intervención activa en ella."



El historicismo marxista de Gramsci como síntesis del pensar contemporáneo

César Cansino Ortiz


(...)

Contra el historicismo idealista y especulativo y contra el mecanicismo determinista y las implicaciones ideológicas de ambos, Gramsci confiere de una segura y ontológica realidad a la historia, la que se verifica en cuanto pasada, la que se actúa en cuanto actual, la que se prevé en cuanto futura. La refundación gramsciana es en los objetivos eminentemente kantiana: explora nuevamente y redefine, en el interior del marxismo, los fines de la filosofía y sus límites reales (las relaciones sociales de producción). La filosofía de la praxis es un historicismo absolutoporque, aunque Gramsci no lo expresara de esta manera, tiene en mente a todas las filosofías, a todas las formas precedentes de filosofar (en particular a la historia) y las sintetiza superándolas o invirtiéndolas”, las traduce incorporando en su seno lo más vivo de las mismas. La operación no es ecléctica, sino dialéctica: recuperación, negación y síntesis: al igual que no sólo es filosófica, sino profundamente política: desnudar los revisionismos para asegurar la actuación práctica del marxismo, su devenir historia concreta.

(...)

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