miércoles, 14 de octubre de 2020

Sobrevivir

Hoy mismo publica Antonio Turiel en su blog el artículo World Energy Outlook 2020: La dificultad de seguir engañándose en el que hace una reseña del último informe anual de la Agencia Internacional de la Energía, que presenta importantes e inquietantes novedades. Acaba de salir su libro Petrocalipsis. El título lo dice todo.

Como se recuerda en la reseña que sigue, para superar esta crisis energética hay que salir del actual esquema económico y social, basado en el crecimiento, porque de todos modos estamos condenados a decrecer. Es el capitalismo el que no funciona, ya se está desmoronando y lo terrible sería desembocar en un sistema ecofascista, con sus variantes militarista y expansionista o cerrada y neofeudal (las propuestas ideológicas del imperio combinan regularmente aislacionismo e intervencionismo). La única esperanza está en una fórmula democrática que gestione los límites respetando las libertades.

Ese futuro depende de una amplia toma de conciencia global.



El científico Antonio Turiel es pesimista y predice un 'Petrocalipsis'

Isabel Ibáñez

Cuando decimos 'seamos realistas', es porque vamos a soltar un pensamiento casi siempre agorero que debe ser advertido para poner sobre aviso al interlocutor. Así que si lo que se anuncia sin tapujos es buena dosis de pesimismo y el que lo hace es Antonio Turiel, científico y divulgador medioambiental, licenciado en Físicas y Matemáticas, doctor en Física Teórica e investigador del Instituto de Ciencias del Mar (Barcelona), entonces hay que echarse a temblar. Acaba de escribir un libro con un título, 'Petrocalipsis' (Ed. Alfabeto), que podría servir para otra entrega de 'Mad Max'. Trata de la 'Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar'.

«Los últimos años del siglo XX vieron la explosión del pensamiento positivo. 'Piensa en positivo', decían, y de esa manera todos tus problemas se solucionarán. Si el lector es de los que piensan que todos lo problemas tienen solución, este no es su libro», avanza en el prólogo. Y echar una ojeada al índice supone entrar en barrena: 'Por qué no podremos seguir utilizando el petróleo', 'Por qué no sirven los biocombustibles', 'Por qué no encontraremos la solución en la energía nuclear', 'Por qué no todo se puede alimentar con energía eólica'... ¿Qué pasará cuando el petróleo se acabe? Turiel desmonta «el entramado de ideas preconcebidas» con el que suele explicarse una crisis energética «de la que no saldremos jamás dentro del esquema económico y social del que nos hemos dotado. Físicamente es imposible volver a crecer desde una perspectiva económica, y no solo eso, sino que estamos condenados a decrecer».

Sobre el petróleo, advierte de que aun sabiendo que es perjudicial para el medio ambiente, «cuesta mucho prescindir de ese líquido con propiedades casi mágicas. Pero nos va a abandonar mucho antes de que nosotros renunciemos a él», por su escasez. Aunque se pongan esperanzas en las nuevas fuentes de crudo que quieren explotar en los espacios dejados al descubierto por el cambio climático, como las zonas desheladas del océano Ártico, idea que Turiel desecha pues, a la dificultad de extraer el crudo en aguas profundas, por costes y peligrosidad, se añade la dureza de «las condiciones en una zona sumida en la penumbra o en la oscuridad seis meses al año» y con una meteorología extrema...

Para reparar este 'petrocalipsis', cree que tampoco podemos esperar «milagros» del gas natural, que entrará pronto en declive. El carbón se colocaría así a la cabeza de las reservas de combustibles fósiles, que al ritmo actual durarían un par de siglos, pero los mejores y más accesibles yacimientos (minas) han sido explotados ya, dificultando nuevas extracciones, sin contar que es el combustible más contaminante en CO2, dióxido de azufre y otros gases; en resumen, una ayuda momentánea y perjudicial.

No hay panaceas

Los biocombustibles consumirían en su fabricación demasiados recursos alimenticios de elevarse su producción al nivel necesario. Tampoco la fractura hidráulica o 'fracking' será la «panacea» por sus inasumibles costos. En cuanto a la energía nuclear, apunta que tiene más pasado que futuro, lastrada por la escasez de uranio y su bajo rendimiento económico, y reniega de las promesas tecnológicas para darle impulso. La energía hidroeléctrica (las presas) ya ha sido largamente explotada en el mundo occidental y el potencial que puede lograrse es muy limitado.

En cuanto al máximo de energía que podrían producir los parques eólicos, quedaría muy por debajo de nuestro consumo actual. ¿Y por qué no instalar millones de paneles solares? Pese a que el potencial del sol es enorme, los sistema fotovoltaicos tienen muchas limitaciones y nunca cubrirían la demanda, además de que tienen mayor impacto ambiental de lo que se piensa, pues grandes extensiones de placas solares elevarían mucho la temperatura local, con lo que afrontaríamos un problema similar al que se quiere solucionar. Y para fabricar las placas se necesita una plata que escasea.

Turiel asegura que planteamos un problema sin solución: «¿Cómo seguir creciendo de manera indefinida en un planeta finito? Y la solución no es científica ni tecnológica, sino un nuevo sistema económico y social que no necesite forzosamente el crecimiento». Porque considera que es el capitalismo lo que no funciona. «Y ya se está desmoronando. El problema será hacia dónde nos encaminemos», pues podríamos acabar en un «sistema ecofascista», uno «militarista y expansionista» o incluso en un neofeudalismo. Pero también sería posible una fórmula democrática capaz de gestionar los límites garantizando las libertades individuales». Eso dice en el último capítulo, 'Por qué sí': «El futuro está en nuestras manos», concluye, al fin, optimista.

2 comentarios:

  1. No deja de producirme inquietud y perplejidad el insensato modo con que se dilapida la energía por todo el mundo y en todas partes. Lo que nos diferencia del ratón que cae en la trampa es que nosotros nos la hemos construido y no paramos de perfeccionarla. Lucho (inútilmente) contra mi pesimismo.

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