Con este año que se va se van también muchas personas irrepetibles (pero todos lo somos...) y algunos imprescindibles (aunque de todos se acaba forzosamente por prescindir). Ambos términos tienen un componente afectivo, ligado a los valores de quien los emplea. El que me autorizó para calificar con el segundo a Julio Anguita. Permitidme que considere irrepetible a Javier Krahe.
Krahe se equivocó al lamentar en Y todo es vanidad que no tendría estatua. Pues aunque aún no la tenga en su ciudad, ya tiene al menos dos en Galicia, una en Lugo y otra en Boiro. Tampoco esperaba conseguir el Nóbel, pero curiosamente se lo dieron a otro cantautor, Bob Dylan.
Si juglares y trovadores arman la columna vertebral de la poesía medieval, me pregunto si en nuestros días no ocurre lo mismo. ¿Qué puede perder un poema para no entrar en la consideración de literatura, solo por haber sido compuesto para ser cantado? Para no agraviar a los muchísimos que dejaría de citar solo en nuestro país, no digamos fuera de él, prefiero no dar nombres. Decid un número y tratad de reunirlos hasta alcanzarlo.
Seguir la trayectoria de Javier es también seguir la evolución de cuarenta años del pensamiento inconformista. La historia de la España posterior a la dictadura ha pasado por fases que merece la pena recordar. La liberación de todo lo reprimido durante cuarenta años se manifestó en fenómenos como el destape y la movida. La explosión subcultural o contracultural fueron en parte consecuencia lógica de un desahogo necesario y también una forma de escape aprovechada por la élites para desviar la presión popular a territorios menos peligrosos. En todo caso fue un fenómeno sociológico que derivó en un desmadre generalizado pero controlable.
De aquella libertad de expresión incontrolada (aceptada socialmente, aunque en muchos casos con consecuencias penales, llevando a El Cabrero a la cárcel por blasfemia, y al propio Krahe ante un tribunal), se ha ido derivando a una corrección política que censura muchas cosas que entonces se dijeron bastante a lo loco. De la represión política se ha pasado a la represión social, si bien, como siempre, definida por la ideología de quienes la practican.
A pesar de su carácter satírico, hoy se objetaría mucho una canción como Villatripas. ¿Cómo reírse de algo tan vejatorio para la mujer, que sin duda sería un delito incluso entonces, no digamos ahora? Y alternativamente, considerada como una caricatura de comportamientos de la población rural ¿no es un insulto para las poblaciones aldeanas esa burla de su presunto atraso sociocultural? En nuestra época los chistes de Gila, y de tantos otros humoristas, sobre el comportamiento del cateto, serían rápidamente contestados con una ola de indignación.
Pero conviene (es imprescindible) considerar tanto aquel tiempo como este en su contexto, relativizando aquel clima social, y también el actual, tan crispado o más. Desde luego con claras motivaciones ideológicas, de género y de clase.
Una postura mucho más comprometida, tanto que condicionó para siempre su carrera, es la denuncia, me diréis si justificada, que realizó en Cuervo Ingenuo. Como dijo quien sabemos, "el que se mueve no sale en la foto". Eran otros tiempos ya, y el giro político desconcertó a unos y ablandó a otros. Indignó, desde luego, a nuestro cantautor.
Además de su vena erótica y sentimental, en canciones llenas de poesía, muestra su talante comprometido en otras. La crudeza descriptiva de La hoguera jamás podría considerarse un regodeo sádico. A contrario sensu, es uno de los mejores alegatos posibles contra la pena de muerte.
Si Señor juez es una crítica a los poderes del Estado, a través de la carta de un suicida, ¡Ay, democracia! es casi un punto final a la esperanza depositada en el sistema electoral. Nuestro autor se aleja explícitamente de las urnas, de las que no espera nada diferente de lo que ya hay.
Para completar el giro desde un machismo (¿o es también feminismo?) de caricatura hasta la caricatura cruel de un machista real, dejo a continuación la oligofrénica actuación de un marido insoportable.
Cuando pienso que son ya las once y pico,
yo, que ceno lo mas tarde a las diez,
¿Cómo diablos se fríe un huevo frito?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
La vecina me dice que no sabe
y mi suegra tampoco, desde ayer...
¡No son horas de que ande por las calles!
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
Yo le iba a contar lo de García
y de cómo le he parado los pies,
lo del bulto que tengo en la rodilla...
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
¿Qué hace aquí este montón de ropa sucia?
Le compré lavadora ¿para qué?
Estas cosas me irritan, no me gustan,
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
Mi camisa aún está toda arrugada
y mañana me la tengo que poner.
Pues la plancha, aunque le den las tantas
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
Va a haber bronca esta noche, va a haber bronca.
Me cabrea, hoy tenía ganas de...
Pues... ¡después de la bronca! pero, ¿dónde?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
¡Pero bueno! ¡si falta una maleta!
La de piel, para colmo la de la piel
¿Para que la querrá la imbécil esta?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
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