domingo, 6 de diciembre de 2020

Hidrógeno muy verde

Merece la pena (pena, penita, pena) la lectura completa del artículo cuyas conclusiones reproduzco, tercera parte de la serie que he venido resumiendo aquí y aquí.

Contiene un largo análisis, acompañado de gráficas reveladoras (¡prestad atención a las que tienen forma de pato!), de los principales problemas que se plantean y no se resuelven con tecnologías:

  • La intermitencia y gran variabilidad de las energías renovables disponibles en cada momento, eólica y solar especialmente, obliga a emplear vectores que la almacenen en un tiempo y lugar y permitan trasladarla y utilizarla en otros.
  • Estos vectores implican el uso de otras energías no renovables, y en el proceso la mayor parte se disipa en forma de calor, como no podía ser de otra forma, en virtud de las leyes de la termodinámica.
  • En razón de esto, en poco tiempo escasearán esas energías no renovables, como su propio nombre indica. Entonces la energía disponible será mucho menor que la consumida actualmente.
  • El carácter financiero de nuestras economías traslada los problemas de un tiempo y lugar a otros, porque en cada momento lo urgente es aplazar las dificultades y salvar la situación actual.
  • Como no podía ser de otra forma, el poder económico traslada el problema a las sociedades más débiles y a las partes más débiles de cada sociedad.


(...)

Conclusiones

  • Las renovables eléctricas intermitentes (o sea, eólica y fotovoltaica) han llegado a su límite de penetración sin inversiones en infraestructura muy grandes.
  • Esas inversiones en infraestructura son bastante apresuradas, un ‘plan B’, debido a que las alternativas habituales hasta ahora no cubren las necesidades.
  • El Hidrógeno es un ‘plan B’ por dos razones: una de las soluciones, la integración de la red es costosa y no tiene apoyo popular, y la otra, que el límite de integración de las renovables ha llegado antes de lo que muchos ‘expertos’ iban diciendo (al público, sobre todo, razón de más para la resistencia a la integración de la red).
  • En el caso concreto de la tecnología actual, lo que no cubre ni el precio ni la potencia, ni el peso, son las baterías.
  • El hidrógeno que nos pretenden vender cubre hipotéticamente dos puntos que lo hacen atractivo como ‘plan B’: el suministro de gases para la industria y la calefacción, y el del transporte pesado de larga distancia.
  • La primera vertiente, implica el fracaso en la electrificación de ciertos usos industriales, como el ya mencionado del trabajo del vidrio o el de la calefacción eléctrica.
  • El segundo, implica el doble fracaso en la electrificación del transporte: por un lado, el transporte por carretera mencionado, y por el otro, el fracaso en cambiar el modelo de transporte por carretera a un modelo ya electrificado de transporte ferroviario.
  • Estas inversiones están para evitar la caída de los últimos bastiones que le quedan a la industria europea. Ante la ya inevitable caída de la automoción, y a la ya hace tiempo difunta industria fotovoltaica, ahora pretenden defender la eólica y de turbinas de gas a la par que dan cabida a una nueva puerta industrial para esas mismas grandes empresas en base a la hidrólisis de agua.
  • Estas inversiones, también están para rescatar encubiertamente tres sectores: el de las eléctricas que invierten o han invertido mucho en eólica, el bancario, y el de los fondos de pensiones.
  • Nada de esto es democrático: ni las renovables (casi todo en mano de grandes empresas), ni la elección de los políticos que han tomado la decisión.
  • En el fondo, estamos ante lo de siempre: una bomba de riqueza que bombea dinero de unas clases pobres cada vez más empobrecidas y que cada vez ven más laminado su poder adquisitivo (de 2010 a 2019 los españoles hemos perdido un 7.1% del mismo), favoreciendo a los grandes conglomerados industriales (que también están empezando a demostrar que estamos ante el fin de la civilización industrial, y que en España están desapareciendo).
  • Todo esto, en el fondo, es una especie de resistencia numantina de mantener la civilización industrial, y con ella, la esperanza del crecimiento en base a la tecnología. Algo que es totalmente imposible, y que empieza a calar entre el imaginario colectivo.


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