Las viejas y recurrentes argumentaciones, las repetidas tomas de postura de los "poderes fácticos" que se recuerdan aquí, son de hace casi cien años, en ocasión del golpe de estado de Primo de Rivera. Ahora mismo no nos resultan extrañas, porque la historia se ha repetido una y otra vez.
Esa reiteración periódica de situaciones y discursos evoca el eterno retorno, esa teoría de lo fatal que postula que todas las situaciones se repetirán. El estoicamente pesimista Borges dice así en su cuento el inmortal:
Sabía [la república de hombres inmortales] que en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas. […] Encarados así, todos nuestros actos son justos, pero también son indiferentes. No hay méritos morales o intelectuales. Homero compuso la Odisea; postulado un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios, lo imposible es no componer, siquiera una vez, la Odisea.
La teoría ha tenido una vertiente matemática, otra religiosa y otra ético-filosófica. A esta última, entreverada con la primera, se referían Nietzsche y, otra vez, Borges. La versión religiosa, con variantes, se parece más a la de la película. El perfeccionamiento logrado en las sucesivas reencarnaciones conduce al nirvana, que, como ocurre en las pesadillas, es un despertar (aunque para el pensamiento oriental sea un dormir) que pone límite al sufrimiento repetido.
El pensar humano, tan ligado al sentir, mantiene, salvo estados patológicos, una relativa alternancia de estados de ánimo. Ambas interpretaciones, la optimista y la pesimista, pueden conducir tanto a la parálisis (por exceso de confianza o abatimiento) como a la acción (entusiasmada o alarmada).
Poetas como Cernuda y León Felipe, impedidos de actuar en su desesperado exilio, escribieron versos como estos.
Pero, a diferencia de lo teorizado por el genio argentino, su amargura no conduce a la suspensión del juicio moral.
León Felipe
De: «Versos y oraciones del caminante» – XXXI – 1920-1929
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