Este número de Nuestra Bandera fue el último publicado antes de la pandemia. De repente, la casualidad lo trae al primer plano. Dejo esta idea para las mentes delirantes: los chinos iban a lanzar su virus para destruir la civilización occidental; los comunistas ya estaban informados; por eso se adelantaron para llamar la atención, en el momento oportuno, sobre "la conversión de la sanidad en negocio".
Era evidente que una epidemia como esta podía presentarse y cogernos desprevenidos. Lo que no se sabía era "cuándo". Evidencias como esta nos echamos continuamente a la espalda, hasta que llega el lobo. Se lo espera algún día en alguna parte. No "aquí y ahora".
El problema se veía venir, no así el momento. Hace ya mucho que los profesionales sanitarios se vienen manifestando contra la dañina evolución del sistema de salud. Ahora los interesados en el negocio hasta tienen la osadía de culpar de lo deteriorado a lo largo de una década a un gobierno que aún no dura un año.
Estos son algunos artículos significativos publicados en la revista:
- El sistema sanitario público en España. Un buen sistema en riesgo de desmantelamiento, de Manuel Martín García
- Historia de los sistemas sanitarios de salud, por Manuel Peña Rey
- Una nueva estrategia nacional de salud mental basada en los derechos humanos. Isabel Peña Rey y Fernando Lamata
- Sarampión, la crisis sanitaria global que llama a nuestras puertas. Asier Muñoz González
La actual estrategia de la globalización neoliberal se caracteriza, entre otras cosas, por la búsqueda desesperada de nichos bursátiles capaces de garantizar establemente rentabilidades seguras a las inversiones, huyendo de la volatilidad de las nuevas tecnologías, efímeras, o de los ámbitos ligados a condiciones de casi esclavitud de la mano de obra, inseguras. Precisamente, uno de los logros de la extensión de los esquemas del estado del bienestar tras la Segunda Guerra Mundial en el mundo occidental ha sido el comprometer entre un 6 % y un 16 % del PIB en el mantenimiento y funcionamiento de los servicios de salud. La introducción en este ámbito de las iniciativas del mercado a través de privatizaciones, externalizaciones u otros medios permite rendimientos rentables y duraderos. La ofensiva se hace por todos los frentes, desde las medidas más drásticas, como pasar directamente a gestionar las corporaciones privadas el funcionamiento de los componentes del sistema sanitario en su totalidad en un territorio determinado, hasta las más limitadas, afectando a la externalización de pruebas diagnósticas o la administración de esquemas terapéuticos, o limitándose a funciones concretas como catering, ambulancias o similares. La cuestión consiste en convertir el SNS en campo abonado a las iniciativas privadas, parasitarias.
La argumentación esgrimida para la implantación de los «productos» privados se basa en concepciones ligadas a la «libertad» de elección por parte de los «clientes» en medio del clamor provocado por las listas de espera en todos los escalones del funcionamiento del SNS. La consecuencia más importante de esta introducción del mercado en el funcionamiento del SNS es el condicionamiento negativo de los objetivos del sistema sanitario, puesto que la lógica del beneficio anula la lógica opuesta, la de la salud creciente de la población. Se convierte en beneficioso para las inversiones privadas la continuación e incluso el crecimiento de la enfermedad al incrementar todos los componentes ligados, desde el diagnóstico hasta el terapéutico. Y desde luego anula la posibilidad de que la ciudadanía participe en que el SNS consiga conscientemente pautas de conducta conducentes a mayores cotas de salud y bienestar.
Esta irrupción de los «emprendedores», de las privatizaciones en el campo de la sanidad, tiene en España consecuencias graves por tener nuestro SNS ámbitos débiles. El ejemplo más evidente de este problema lo tenemos en el campo que siempre ha sido la cenicienta de la medicina española, el campo de la salud mental. También se hace evidente en las prestaciones no cubiertas adecuadamente por la cobertura del SNS, como ocurre con la odontología.
También resulta evidente que el complemento de toda actuación sanitaria tiene que ver con la gestión de la salud laboral. Sobre todo cuando con la indefensión de los trabajadores ante el empeoramiento de las condiciones laborales se van acumulando secuelas que convierten el estado de salud de los pensionistas en padecimiento continuo. De la misma forma actúan las deficiencias del sistema en la lucha contra la violencia de género o en la consecución de igualdad de derechos por parte de las mujeres.
Donde más clara será la consecuencia negativa de la privatización sanitaria va a ser en la inevitable y necesaria lucha contra el cambio climático. Esta actuación contra el cambio climático tiene en el capítulo sanitario uno de los argumentos más claros y lúcidos del protagonismo social. La solución no va a depender de un descubrimiento tecnológico maravilloso, sino de una modificación radical de las actitudes y conductas de la población, fruto a su vez de un esfuerzo didáctico mediante el diálogo entre ambos colectivos, la ciudadanía y los profesionales sanitarios. En esta actuación conjunta y responsable no hay espacio para los negocios sanitarios. Ahí la privatización sanitaria se convierte en un intruso que desea alterar el resultado último.
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ResponderEliminarhttps://www.casestatal.org/es/2020/12/la-atencion-primaria-que-queremos/
Muchas gracias por el enlace.
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