domingo, 1 de mayo de 2016

Las imposibles soluciones. Incapacidad de reemplazo de la población (y VI)

Finalizo mi exposición comentada del artículo de Rodolfo Crespo sobre las soluciones imposibles a la crisis estructural del capitalismo en la que ya estamos inmersos. La última de las razones que el autor aduce es la reducción progresiva de la población humana, motivada porque con la incorporación masiva de la mujer al trabajo remunerado, a lo que se consideran "tareas productivas", se limitan seriamente las "tareas reproductivas", esta vez en el sentido literal del término.

Aunque por una parte se debe considerar un avance social importante hacia la igualdad de género la incorporación de la mujer al mercado laboral, hay que tener en cuenta dos cuestiones.

En primer lugar, tanto como (o más que) la reivindicación feminista han sido las necesidades del capital las que han abierto las puertas a esa incorporación. La prueba palpable es el gran impulso debido a las guerras mundiales, cuando la necesidad de incrementar la producción al tiempo que se reducía la población masculina disponible abrió las puertas de fábricas y oficinas a las que antes las tenían cerradas o sólo entreabiertas.

En segundo lugar, siendo la tasa de ganancia menguante, y más aún en momentos de contracción económica, todas las partes implicadas en el proceso tienen sus mecanismos de defensa.

Para los capitalistas, se trata de conservar las plusvalías, y para eso tratan de incrementar la tasa de explotación, a costa de peores condiciones laborales, tiempos de trabajo más largos y menores remuneraciones, primando las tareas productivas sobre las reproductivas no asumidas por el capital.

Los trabajadores, y especialmente las trabajadoras que antes asumían el trabajo doméstico no remunerado, reducen su dedicación al mantenimiento de la base reproductiva, mientras al tiempo la propia ideología del ascenso social, que la sociedad de consumo fomenta, desincentiva el interés por dejar descendencia, en muchos casos por verdadera imposibilidad económica, en otros por priorizar el ascenso. En caso de tener hijos, se reduce drásticamente su número, primando la consideración de garantizarles el futuro, a uno o como mucho a dos, en condiciones crecientemente desfavorables. 

De este modo el capital mina la base de donde extrae sus ganancias, que es la población trabajadora. Es un proceso espiral descendente, pues exprimir lo que queda de fuerza laboral impide progresivamente su reemplazo. Al menos, en condiciones capitalistas.

Por eso se ha recurrido continuamente a los reservorios de población potencialmente laboral. La mujer la ha facilitado hasta un punto, la inmigración luego, tanto para incorporarla al trabajo productivo como al reproductivo.



6. Tendencia a la creciente incapacidad de reemplazo de la población mundial (51).

Como se ha dicho más arriba, el sistema-mundo capitalista es uno más de los sistemas que la humanidad ha conocido, cuya existencia ha estado determinada por la apropiación de aquella parte de los bienes fruto del trabajo de sus productores, una vez que éstos han cubierto lo necesario para su reproducción histórica, lo que en términos económicos comúnmente se conoce como excedente.

Es decir, el régimen capitalista de producción, por mucho que desarrolle la tecnología y propicie la sustitución del trabajo vivo de las personas por máquinas y procesos cada vez más automatizados, nunca podrá prescindir de la fuerza de trabajo del hombre, ya que es la apropiación de trabajo humano sin pagar nada a cambio de él a su propietario utilizando, para ello las nebulosas relaciones monetario mercantiles (aunque ni siquiera eso en algunas partes del sistema), la esencia del capitalismo.

Entonces, por más que nos bombardeen con el mito del fin de la era del trabajo el capitalismo no podrá prescindir nunca del ser humano, de la persona física, de su fuerza de trabajo, en fin del género humano.

¿Y qué es lo que ocurre en la actualidad?.

Que hay una manifiesta y creciente tendencia hacia la incapacidad de reemplazo de la población mundial, pese a que sin ella el capitalismo (y por extensión la sociedad humana) carece de sentido y razón de ser.

Esto de expresa en el hecho de que si como promedio 2,1 hijos por mujer es el mínimo necesario para garantizar una capacidad de reemplazo generacional de ambos sexos”, “la tasa global de fecundidad, en 2010 alcanzó 2,56 hijos por mujer y en 2050 será de 2,05 hijos por mujer. Lo que significa que la capacidad de reemplazo generacional a escala mundial ya no está garantizada a partir de entonces e incluso ya antes de esa fecha”.

Dice Dierckxsens que hoy en día, de los 225 países y regiones registradas 114, es decir, más de la mitad muestran tasas globales de fecundidad inferiores al 2.2 hijos por mujer. Ninguno de los países centrales tiene más de 2.2 hijos por mujer. Lo anterior quiere decir que ninguno de los países centrales tiene capacidad de reemplazo generacional. Si consideramos un promedio de 2.5 hijos por mujer necesario para garantizar la capacidad de reemplazo en países periféricos, observamos que 137 países de un total de 225 en el mundo (61%) ya no alcanzan la capacidad de reemplazo generacional. La idea de la amenaza de una población galopante de los años setenta del siglo XX, pronto se convertirá en una preocupación por poblaciones que tienden a desaparecer.

Ni siquiera un país tan populoso como China se salva de esa incapacidad sistémica de reemplazo generacional, con un proceso de envejecimiento que no tiene precedente en la historia moderna… entre 2045 y 2050 la población China decrecerá, en términos absolutos, a razón de casi 26 millones de habitantes al año.

Un demostración de que los llamados países socialistas siempre han formado parte del sistema-mundo capitalista, y por tanto, se han visto también afectados por los vicios y enfermedades propias de la racionalidad burguesa moderna, es el hecho de que después de más de 40, 55 e incluso 70 años en el caso de la Unión Soviética, en muchos de los países que supuestamente habían creado otro sistema socioeconómico y político mundial, se observan tasas brutas de reproducción que arrojan un número medio de hijos por mujer siempre por debajo de la capacidad de reemplazo generacional: Lituania (1.24), Belarusia y la República Checa (1.25), Ucrania (1.27), Rumania (1.27), Polonia y Slovenia (1.29), Letonia (1.31), Rusia (1.42) y Cuba con 1.61 para citar los ejemplos más críticos; y de unos 20 países que hoy exhiben tasas con crecimiento cero o negativo de su población tres cuartas partes son países antiguamente llamados socialistas, y en el caso de Cuba se acerca a ello, pues su crecimiento vegetativo es de 0,4%.

¿Este fenómeno que amenaza peligrosamente a la principal especie de la sociedad, el ser humano, es algo que ha afectado también a otras sociedades o es propio y específico del capitalismo?.

La historia de la humanidad conoce muchos ejemplos de sociedades cuya población quedó fuertemente diezmada, o incluso desaparecieron, pero siempre fue debido al bajo desarrollo de las mismas, que las imposibilitaron de enfrentar con éxito epidemias y catástrofes naturales como sequías, inundaciones, terremotos, huracanes etc.

Pero el hecho de que la especie humana esté seriamente amagada de extinción es sólo específico del capitalismo, lo genera el propio accionar de sus leyes económicas, y es que al generalizarse las relaciones de producción capitalistas solo el trabajo remunerado, que en un principio era básicamente masculino, aparece como el verdadero trabajo; mientras que el trabajo doméstico, fundamental y necesario a la sociedad, que realizaban las mujeres adquirió la connotación real de trabajo impago.

Esto trajo consigo que el capitalismo, en aquellas sociedades donde se implantó, una vez que la relación salarial superaba la barrera del 50% de la población económicamente activa, para no verse obligado a subir los salarios y perder con ello competitividad acudiera al sector femenino, cuya labor doméstica el nexo capitalista había degradado, desvalorizado y hecho obsoleta.

El capitalismo sacó a las mujeres de las casas y las incorporó masivamente al mercado de trabajo, convirtiéndolas junto a los hombres, que ya lo eran, en eslabones importantes de la actividad económica, castrando con ello el proceso de fecundación humana y el cuidado de los menores, interrumpiendo con ello la capacidad de reemplazo inter-generacional a través de la reproducción de la fuerza de trabajo a nivel familiar.

Posiblemente el movimiento feminista vio esto como una gran victoria, pero en economías con una baja presencia del mercado y antes que la monetización adquiriera un gran desarrollo, la categoría trabajo doméstico no existía y el trabajo impago (doméstico) no contrastaba aún con el trabajo pagado. En el marco de una economía que era básicamente comunitaria tanto el trabajo realizado por hombres como el efectuado por las mujeres era esencialmente trabajo impago. La incorporación paulatina de la mujer al trabajo en el capitalismo no ha sido un triunfo de las mujeres, ha sido una necesidad del capital. La situación de la mujer en el sistema-mundo capitalista, más allá de su inserción en los circuitos productivos por causas estrictamente económicas, no ha cambiado; sólo hay que verlas en las pasarelas de la moda y las “alfombras rojas” para darse cuenta, que para el capital y su representante de género por excelencia en el capitalismo, los hombres, la mujer sigue siendo objeto del deseo y sujeto de la contemplación. Aunque para ellas, ironías de la vida, posar ante un photocall mostrando semidesnudos sus pechos o exteriorizando ante las cámaras sus carnes más escondidas, constituya un testimonio de reputación y una manifestación de prestigio, sin llegar a comprender que, en tal espectáculo cirquero, no hay la más mínima estimación hacia el género femenino, sino la prueba de que el potencial desensualizador de la abstracción real de la forma-mercancía [del capitalismo] ha engendrado a la mujer como ser compensatorio (52).

Pero cuando la relación salarial es generalizada (más de tres cuartas partes de la población económicamente activa), al extremo que hasta las mujeres están incorporadas a ella, careciéndose por tanto de un ejército industrial de reserva que limite las reivindicaciones al alza de los asalariados en activo y, siempre y cuando por causas políticas no se pueda acudir a la inmigración para rebajar la fortalecida posición de la clase trabajadora, a la burguesía no le queda otra alternativa que incrementar la productividad del trabajo, lo que supone a nivel social mayor desarrollo tecnológico, educación generalizada y cada vez de mayor complejidad, aumentando también la demanda de fuerza de trabajo calificada, que resulta mayor que su oferta; pero, La fuerza de trabajo no calificada recibe un salario para reproducirse como no calificada y no según las aspiraciones que tenga para con sus hijos. Ahora bien, los trabajadores que tienen familias más pequeñas que la media social, pueden utilizar los recursos y la energía, que de otro modo dedicarían para criar más hijos, para el ascenso social de menos hijos que la media social. Al tener menos hijos que el promedio social, los gastos de re-producción de la fuerza de trabajo (familiar), se encuentra por debajo del valor. Este ahorro puede utilizarse para el ascenso social, o sea, para aumentar las posibilidades de obtener un mejor ingreso para sus hijos.

Para lograr la movilidad social ascendente, la unidad familiar se transforma en una unidad estratégica para dicho ascenso social. De este modo desciende paulatinamente el promedio de hijos por familia…

Para poder continuar el movimiento de ascenso social de generación en generación, se debe reducir también la fecundidad de una generación a otra. El promedio de hijos por mujer desciende de esta manera constantemente. Finalmente llega al extremo de no garantizar más el reemplazo generacional, situación que se da hoy en día en todos los países centrales y más allá de ellos .

Todo este proceso demuestra que la racionalidad económica capitalista no solo contamina las aguas, enrarece el aire, desertifica la tierra, deforesta los bosques, aumenta la temperatura del planeta, acaba con especies de plantas y animales, extingue la vida submarina y agota los recursos naturales, sino que también esteriliza al ser humano, a la mujer, ese “taller natural” de donde proviene la vida humana.

___________________
Notas

(51). Éste acápite toma por base íntegramente el artículo Población Fuerza de Trabajo y Rebelión en el siglo XXI, del compañero Wim Dierckxsens. Disponible en
Las cursivas salvo indicación expresa corresponden a dicho trabajo.

(52). Jappe, Anselm. El absurdo mercado de los hombres sin cualidades. Editorial Pepitas de Calabaza. Logroño. España. 2009. Pág 56. Los corchetes son nuestros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario