sábado, 30 de abril de 2016

Petróleo, futuro y memoria

Entrevista a Ferrán Puig Vilar, periodista y divulgador en materia de cambio climático, que explica algunas cosas, nada agradables, pero cuyo conocimiento forma parte de la solución.

Porque incluso los problemas "sin solución" tienen una salida. Otra cosa es que la salida nos pueda gustar. Una salida fascista, a la medida de las élites que se están haciendo con todo el poder del mundo, implicaría una reducción de la población drástica y progresiva, hasta alcanzar una cifra sostenible, que por el agotamiento de los recursos energéticos se iría equilibrando en niveles progresivamente decrecientes. No hace falta explicar quienes se autodefinirían como los "seres superiores" que "por ley natural" estarían "destinados" a sobrevivir.

Podría ocurrir que la vida terrestre estuviera en riesgo de desaparecer por completo si los procesos futuros fueran enormemente catastróficos, pero no parece probable. Ni siquiera es fácil que peligre la vida humana. Pero sí puede haber un proceso de reducción de la complejidad que, unido a la pérdida de la memoria colectiva, nos reduzca a situaciones pasadas: un nuevo feudalismo, una vuelta a sociedades agrícolas de subsistencia y en último lugar, de no equilibrarse la situación en alguna de estas fases, la vuelta a la caza y la recolección. Esto es lo que profetiza la teoría de Olduvai.

Pero en este jardín de senderos que se bifurcan nada está escrito. Aunque tal vez lo esté, y sea nuestra presuntuosa (e invencible) ignorancia del futuro la que nos deja oscilar entre el fatalismo impotente y la capacidad de resolver. Desde luego, en cada futuro sí estará escrito lo que antes fue futuro. Cuando ya sea pasado.

Mejor o peor, la catástrofe del cambio climático se resolverá sola, cuando la parte extraíble del carbono secuestrado de la atmósfera desde la era paleozoica vuelva a ella. Puede que eso nos devuelva a eras geológicas anteriores, puede que no, por las otras circunstancias cambiantes que hacen que lo anterior nunca se repita de la misma forma.

Uno de los factores evolutivos que no se perderán en el futuro es la memoria. De la prácticamente instantánea de los peces a la humana hemos recorrido un largo camino. El primer factor que nos hizo humanos es un lenguaje que permite la transmisión oral. Después, la escritura fue la primera tecnología de la memoria. Otras la han sucedido, aunque su conservación en circunstancias adversas pende de un hilo. Pero no basta con disponer de los medios cuando se olvidan los fines. No permitamos que los intereses inmediatos y mezquinos nos arranquen la memoria

El conocimiento de lo pasado es un factor clave para evitar su repetición, para evitar tragedias pasadas por venir. Tal vez la memoria es el mejor capital que podemos acumular. Memoria como almacén de saberes. Filosóficos, científicos, técnicos, imprescindibles en otros contextos. Saberes, sobre todo, antropológicos.

Memoria Histórica, así, con mayúsculas, que es conciencia colectiva.




Rebelión


Ante a la amenaza de “colapso” ambiental, se apuntan habitualmente elementos correctores como la mayor toma de conciencia por parte de la población, la caída del precio del crudo o la extensión de las energías “limpias”. Pero según el ingeniero de telecomunicaciones, periodista y divulgador en materia de cambio climático, Ferrán Puig Vilar, “la principal forma de resolver el problema del cambio climático es que la geología imponga su ley”. La sobreexplotación de los recursos hace verosímil que en 2035 quede en el planeta el 15% del petróleo que hoy se consume. El crudo que se encuentra es cada vez de peor calidad y acceso más difícil, además, se necesita en muchos casos más energía que la que el petróleo obtenido aportará finalmente. Puig Vilar se ha dedicado durante más de 30 años al campo de la edición y la comunicación, y los últimos ocho de manera plena al estudio del cambio climático. Ha impartido en la Universitat de València una conferencia sobre “El cambio climático después de París”, organizada por la Asociación por el Medio Ambiente y contra el Cambio Climático (AMA) y el Diploma en Sostenibilidad y Educación Ambiental (DESEEEA).

 Fondos de inversión estatales de países como Noruega o las monarquías árabes han decidido ir retirando sus capitales del sector de los hidrocarburos, por la caída del precio del petróleo. ¿Qué efectos puede tener esta tendencia en el cambio climático? 


 El movimiento de desinversión en empresas energéticas ha tenido bastante éxito, pero es más simbólico que otra cosa. ¿Qué significa desinvertir? Puede que esas acciones sean vendidas a otras empresas. JP Morgan ya ha dicho que no financiará más centrales de carbón. Pero hay proyectadas en torno a 1.000 centrales de estas características en el mundo, todavía por construir. Y alguien las financiará si sale a cuenta. En caso de que se avizoren beneficios, las iniciativas se promoverán por muchos acuerdos como los de la Cumbre del Clima de París que se firmen, que son explícitamente no vinculantes. O montarán una sucursal, en la que no se visibilice quién posee la propiedad en última instancia. Otra cosa es la orientación de los grandes capitales hacia la compra de bienes raíces (inmuebles, terrenos, etcétera), sean privados o públicos como es el caso de China. Están comprando África. 


 ¿A qué responde este segundo fenómeno? 



– Tiene más que ver con la crisis energética. Es muy difícil que actualmente haya inversiones productivas, porque aunque no nos lo digan, nos hallamos en fase de decrecimiento; o como mínimo en un estancamiento de la producción per cápita. Si no hay empresas productivas rentables, se invierte –como ha ocurrido durante un tiempo– en activos financieros. Allí pueden hacerse equilibrios y jugar a la ruleta. Pero si las empresas productivas no crecen y generan beneficios, finalmente la “burbuja” se deshincha. Es lo que ocurrió en 2008, y lo que creo volverá a suceder a corto plazo. 


 ¿Qué efectos puede tener la caída drástica del precio del petróleo y el agotamiento de los combustibles fósiles, en la batalla contra el cambio climático? ¿Puede contribuir a que se produzca un avance? 



– Actualmente no se está invirtiendo prácticamente nada en exploración, porque el precio del petróleo es muy bajo. Y las empresas energéticas recortan allí donde pueden. Además, el petróleo que se encuentra es de tan difícil acceso y mala calidad, que finalmente no sale a cuenta. De hecho, se necesita más energía a lo largo del proceso, que la que el petróleo obtenido aportará finalmente. La única forma de resolver el problema climático es precisamente ésta: que la geología imponga su ley, y que en 2035 sólo exista el 15% del petróleo que ahora estamos consumiendo. Es verosímil que sea así. Ahora bien, tampoco el crudo para el transporte se sustituye fácilmente con las energías renovables. Ni fácil, ni difícilmente, diría yo. 


– El gobierno alemán ha anunciado un plan para el fomento del coche eléctrico. Se pretende subvencionar estos vehículos, con el fin de que en 2020 circulen con energía eléctrica un millón de automóviles (actualmente son menos de 50.000). ¿Se trata de una medida efectiva contra el cambio climático? 



– El mejor coche es el que no se fabrica. Los coches eléctricos consumen una cantidad de energía descomunal para su fabricación. Un coche normal, estándar, de los de toda la vida, cuando lo comprabas ya era como si hubieras gastado gasolina por valor de 80.000 kilómetros. Con los coches eléctricos este monto es muy superior. Además, cuando el automóvil se conecta a la corriente eléctrica, ésta se está generando a partir del carbón. Lo que ocurre es que esto no se nota a simple vista, y hoy vivimos de las apariencias. Parece que es todo muy limpio, pero la electricidad no surge de la nada. Por otro lado, a la hora de retirar estos automóviles hay un problema enorme con las baterías. Sería preferible, en todo caso, un coche de segunda mano. Es el que tiene menos impacto global, si se considera el ciclo de vida global del automóvil. Si se buscan acciones individuales, una decisión importante puede ser hacerse vegetariano. 



El 22 de abril, 171 países rubricaron los Acuerdos de París contra el cambio climático en la sala de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. El objetivo es que el incremento de la temperatura media mundial se mantenga por debajo de los 2º C respecto a los niveles preindustriales. ¿Son suficientes los límites establecidos? 


– Si continúa el ritmo actual, tendremos esos 2º C tendenciales en 2030-2035, y el calentamiento puede alcanzar los 4º C en 2060. Y en caso de que se mantenga la tendencia de los peores escenarios del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), pronto tendremos el incremento de 4º C. Si la población del planeta se ha multiplicado de manera exponencial, de los aproximadamente mil millones de habitantes en 1900 a los 9.000 millones que podrían vivir sobre la Tierra en 2050, es por la disponibilidad de combustibles fósiles. En realidad, el sistema agroalimentario actual consiste en la conversión de energía fósil en alimentos. De hecho, se utilizan 10 calorías de energía para obtener una caloría de energía alimentaria que nosotros ingerimos. Hay estudios que apuntan que en sólo una semana sin diesel se vaciarían los supermercados de Europa. El nudo gordiano reside en elegir entre nosotros (los que estamos vivos) y el planeta. Sin embargo, sería muy fácil afirmar que todo se resolvería con otro modo de organización social. Ésta tendría que constituirse dentro de los límites físicos del planeta. 


 ¿Se trata de retornar a lo local? 



– Al final acabaremos en ese punto. Intentando buscar resiliencias, es decir, sistemas convivenciales resistentes a impactos. Pero entonces nos referimos más bien a lo que uno puede hacer individualmente: ir organizando comunidades locales, porque si hay alguna “salida” es ésta. Si la gente consume localmente, es porque adquiere también productos de temporada y desarrolla su propia producción. El impacto del transporte también se reduciría; todo está relacionado. De todos modos, tengo dudas de que el modelo sea generalizable, porque hay escasa tierra cultivable, o la gente no se está dedicando a ello (Vengo del municipio de Ulldecona (Valencia), donde pocas personas hoy cultivan terrenos, cuando antiguamente todo el mundo tenía su huerto). Además, cuando pensamos en alguna acción, hay que ver si ésta funciona de manera primigenia, pero después las cuestiones de escala son también muy importantes. Porque uno siempre se topa con los límites físicos del planeta. 


 ¿Hay una ofensiva por parte de una elite global que puede terminar arrasando el planeta? ¿Se podrían proteger ellas mismas del proceso de destrucción y del “colapso” ambiental? 



– Si las elites deciden el exterminio, no lo debemos consentir. Aunque no creo que se trate exactamente de un “sanedrín” tomando decisiones. Ciertamente se están construyendo búnkers, los hay en el mercado. Pueden levantarse por un millón de dólares, para resguardarse allí 15 días o seis meses, según la cantidad que se quiera pagar. La gente que conoce los peligros se está protegiendo. Nosotros podemos hacerlo mediante la creación de comunidades solidarias y autosuficientes. Como las elites no se refrenan, es muy importante luchar para desactivarlas. 


 Por último, ¿cuál es la fortaleza, a tu juicio, del movimiento social contra el cambio climático? 


-Tengo la impresión de que se halla en una fase de grave depresión. Hubo gente, por ejemplo, que salió en bicicleta rumbo a París recorriendo todo el estado español. Llevaban años de expectativas y de activismo que al final no se han cumplido. Esto produce un decaimiento de la tensión social. Pero es, incluso, bueno que así ocurra, porque creo que deberíamos buscar otros referentes y formas de movilización. Es cierto que la Cumbre de París ha servido para que la gente se haga más consciente de la coyuntura; pero mientras la gente va asumiendo el problema climático, creo que los activistas tendrían que replantearse la estrategia. Hay que pararse un poco a pensar.

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