viernes, 15 de abril de 2016

Buscar la salida

Cuando hay salida es suficiente seguir el camino (*).
Es cuando no hay salida que hay que buscar la salida.

Mucho se cita ahora a Antonio Gramsci. Por algo será.

La repetida idea de "contraponer el optimismo de la voluntad al pesimismo de la inteligencia" fue tal vez expresada mucho antes, y desde luego que fue puesta en practica. No hubo otra cosa en la audacia que mostró Alejandro para deshacer el nudo gordiano.

Mientras la inteligencia es optimista no es heroico que la voluntad lo sea. El momento en que es imperativa una voluntad optimista es el que muestra cerrados los caminos que creíamos abiertos.

La Ilustración fue un momento optimista. La Diosa Razón mostraba el camino y sólo había que andarlo. El optimismo de la Voluntad se seguía necesariamente del de la Inteligencia. 

Por eso hay que considerar el lugar, el tiempo y la circunstancia en que Gramsci escribió esa frase. La inteligencia optimista que abrió el sendero de las revoluciones socialistas había fracasado en la Europa occidental, el fascismo asomaba con toda su terrorífica realidad, como él pudo comprobar en su misma persona. Ante el pesimismo que en ese momento proporcionaba la inteligencia había una disyuntiva, y la alternativa inaceptable era el pesimismo de la voluntad.

Hay una dialéctica optimismo-pesimismo unida a la que contrapone entendimiento y voluntad. La tradición escolástica hablaba de las potencias del alma, que eran memoria, entendimiento y voluntad. Siendo la memoria un elemento auxiliar del entendimiento, podemos mantenerla al margen. Según su interpretación, sólo el espíritu divino puede fundir esas potencias en el acto puro en que él mismo consiste. Dios es libre, y su libre albedrío se resuelve diciendo que "la voluntad divina sigue al entendimiento divino". No será en el tiempo, pues Dios es puro presente.

En el hombre la voluntad choca a menudo con el entendimiento. Como para el Dios de Tomás de Aquino, también para Spinoza la voluntad es auténticamente libre si reconoce la necesidad. Nos creemos libres en la medida en que no somos libres, en la medida en que ignoramos. Un conocimiento absoluto nos daría la libertad absoluta de comportarnos según una necesidad absoluta.

Pero las cosas no son así. El mundo no es un mecanismo de relojería, la incertidumbre está en la base del mismo mundo físico. Por eso la consideración de Spinoza solamente puede ser tendencial y el futuro no está escrito. En este caso, vuelven a manifestarse las viejas disyuntivas.

En los (pen)últimos tiempos del Fin de la Historia, la inteligencia del poder, en su particular optimismo, creyó establecida definitivamente su optimista voluntad. Si así lo viéramos, para el resto de la humanidad no quedarían más que los dos pesimismos de la inteligencia y de la voluntad, manifestado éste como pasividad ante los males que tengan que venir.

Si diéramos por seguro un futuro maldito, sólo nos quedaría la evasión, como "recomendaba" Luis Eduardo Aute:

Vete al cine, cómprate unos calcetines,
date al ligue, pero deja de llorar...

Esto parece hacer la mayoría, ayudada por los medios de falsa evasión.

Si eso fuera verdad, contra el pesimismo de la inteligencia no cabría optimismo alguno de la voluntad. Solo cabría la postura posmoderna y aturdidora que ha estado omnipresente en los penúltimos años.

El optimismo renace en la medida en que existe la esperanza. Esperanza no es la certidumbre que algunas versiones mesiánicas del progreso, incluido el progreso social, han querido tener. La certidumbre optimista también nos ha llevado a la pasividad.

Es la incertidumbre, el relativo pesimismo de la inteligencia, la puerta a un también relativo optimismo de la voluntad. que debe llevarnos a la acción.

No quiero ser agorero. Los profetas del apocalipsis nunca han sido bienvenidos. Por eso cada vez que aviso, por boca de gente mejor informada que yo, de los problemas que nos aguardan, me siento un poco fuera de lugar. porque la gente elude estas cosas. Las escapatorias que cada cual se busca para ser relativamente feliz mientras pueda lo alejan de mi discurso y de mi intención. Escribo esto ahora tratando de fomentar una esperanza informada y activa, que siempre debe empezar por el conocimiento.

Alerta: estamos viendo las orejas al lobo. Y pasando del lobo al raposo, recordaré el ejemplo del Conde Lucanor «de lo que contesçió a un raposo que se echó en la calle et se fizo muerto».

Porque no vemos clara la salida, hay que buscar la salida.

Juan José Guirado


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