sábado, 16 de abril de 2016

De la cultura oral a la audiovisual

La recientemente comprobada predicción de Einstein sobre de la existencia de ondas gravitatorias me ha recordado otras interacciones, como la que existe entre la observación y el objeto observado. Expresado en términos vulgares, el principio de incertidumbre viene a decir que, a la escala de los fenómenos cuánticos, el mismo hecho de observar modifica lo observado, de manera que no podemos saber "a ciencia cierta" cómo sería el fenómeno sin nuestra intervención.

A otra escala, la humana, no cabe duda de que es lo observado lo que modifica al observador, como bien expresa esta viñeta de El Roto:


La interacción entre el emisor y el receptor de los mensajes es diferente en los diferentes medios de comunicación, y establece condiciones muy distintas entre las culturas. Esta es la mayor dificultad para los antropólogos.

En la cultura oral, la memoria es la base de la transmisión, y eso obliga a un culto a la fidelidad del mensaje, que sin embargo no es suficiente para impedir completamente su transformación a lo largo del tiempo. La propia evolución de las lenguas muestra ambas tendencias, conservadora en el corto plazo e inevitablemente evolutiva en el largo.

La escritura modifica la situación, porque ahora las palabras no las lleva el viento, y se puede volver sobre lo escrito una y mil veces. La reflexión es el mayor fruto de la escritura. A la memoria fugaz sucede la memoria perdurable, y la reflexión lectora sobre lo escrito conduce a la crítica.

La imprenta universaliza el fenómeno comunicativo, y la crítica se expande globalmente. Es la galaxia Gutenberg. En ella podemos movernos en el tiempo, solidificado en la única dimensión de la línea escrita, pero que nos permite acceder a cualquiera de sus momentos en cualquiera de los nuestros.

La cultura audiovisual cambia el panorama. Al tiempo sólido del libro sucede el tempo real de los mensajes que se suceden y pasan. Es casi una vuelta a la oralidad primitiva, pero sin la inequívoca intención de transmitir a la posteridad que aquélla tenía. Ahora prima la fugacidad.

Naturalmente, esto no es totalmente cierto, desde que existen mensajes grabados sobre los que siempre podremos volver, como lo hacemos con los libros. Pero ahora aparece otro factor apabullante, que es la multiplicación y acumulación de los mensajes. No es fácil detenerse a analizar uno concreto, porque en seguida se amontonan nuevas noticias a las que atender. Seleccionar obliga a una fuerte autodisciplina, y en realidad nadie es del todo inmune a lo que continuamente entra en nuestra mente, sin tiempo para digerirlo. A la repetición de las fórmulas de la tradición oral la sustituye ahora la repetición intencionada con que el emisor es capaz de modelar las mentes. En el recuerdo acaba siendo difícil distinguir lo que alguien ha pensado y lo que otros pensaron por él.

Si bien un audiovisual puede ser visto una y otra vez, y desmenuzado frase a frase e imagen a imagen, la panorámica de un libro es otra cosa, porque la visión de un texto crea un mapa en el pensamiento mucho más manejable que un audio o un vídeo. Ni siquiera es lo mismo leer un escrito impreso en papel que en una pantalla. Hay una cierta geografía del texto en papel que permite situarse mejor sobre él que en la deslizante linealidad del ordenador.

Resumiendo. Si la imprenta universalizó la gran cultura crítica y reflexiva, las nuevas TIC hacen más difícil esa horizontalidad democrática de la comunicación.

Hay algo de cierto en que el medio es el mensaje.

2 comentarios:

  1. Don Juanjo le doy las gracias por todos sus expuestos, trato de andar con mis zapatos de contra mano, para que no puedan lavar mi cerebro. es una lucha de años.

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  2. "Pensar a contracorriente" es como nadar a contracorriente: si la resaca te arrastra estás perdido

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