viernes, 17 de abril de 2020

Poblaciones engañadas

Vergonzoso lo que dijo en la crisis anterior el ministro laborista holandés Jeroen Dijsselbloem, tan repugnante como el discurso del actual gobierno de ese país en la actual. Pero no obrarían con ese descaro sin la permeabilidad de esas ideas en gran parte, la menos formada, de sus poblaciones.

No hay que remontarse al comercio triangular para entender la posterior prosperidad de esos países, aunque estuviera en la base de la acumulación primitiva. La explotación de las periferias ha seguido sin cesar, con uno u otro ritmo, en unos sitios más que en otros. Y no hay que olvidar que las ventajas concedidas al capital por los gobiernos convierte a esos centros financieros en paraísos fiscales.

Si las poblaciones del norte entendieran mejor la realidad, no se sentirían tan superiores nada más que por el hecho de que se han beneficiado de la explotación de otros pueblos. Cierto que las luchas de sus trabajadores han contribuido a sociedades relativamente más justas, pero ha sido la explotación sufrida por ellos mismos, y más aún por las periferias (no única ni mayormente europeas) la que ha creado la riqueza que goteó en momentos históricos de crecimiento económico y de contención del "peligro comunista". Hoy, ambas cosas han desaparecido.

Sustituir la visión de clase por la identitaria no puede llevar a nada bueno. No puedo estar alineado con los intereses de mi señorito sólo porque es "mío". Es el gran engaño de las posturas etnicistas que alimentan el fascismo. El fascismo alemán creció alimentado por la socialdemocracia, en tiempos difíciles. Los que se vienen encima lo son.

La crisis originada por la pandemia tiene difícil salida. En primer lugar, porque el confinamiento mundial produce decrecimiento inmediato de la economía, pero es difícil salir de él rápidamente. Cosas del crecimiento y el decrecimiento exponenciales. Si el primero produce un aumento rapidísimo de la epidemia, el segundo hace disminuir las cifras cada vez más lentamente. El aislamiento de las poblaciones no puede cesar más que muy despacio. Con un factor reproductivo R0 < 1 la infección muere tras un largo período. Pero si R0 > 1 la infección puede llegar a propagarse ampliamente. Hay pues que vigilar y evitar que vuelva a crecer, y al menor paso atrás recuperar condiciones duras de nuevo.

(A no ser, claro está, que se quiera dejar morir a decenas, o mejor aún, a cientos de millones de "sobrantes" que el capital no necesita, idea malthusiana que seguramente mantienen, sin airearlo mucho, ciertos sectores. La pandemia se cebará más en los pobres, aunque caerán muchos ricos, "héroes sacrificados" de su ideal elitista).

En segundo lugar, la economía debilitada ha de recuperarse hasta cierto punto (habrá que ver en qué sectores debe hacerlo y en cuales no), pero no puede volver a la situación de partida, porque otra crisis más duradera, climática, de recursos y de residuos, se echa encima, aunque seguramente ya estaba aquí.

Sin querer darle el carácter fúnebre de la canción del llorado Aute, me atrevo a recordar aquella estrofa:

Quién sabe si tras la noche
vendrá la noche más larga

Esperemos que no sea la larga noche del (eco)fascismo, sino el alba del (eco)socialismo. 






Lídia Brun 
(…)

¿Qué peso tiene la política interna de esos países (auge de la extrema derecha, desigualdades y crisis estructurales internas…) en las decisiones que se están tomando ahora?

Me temo que las actitudes hacia Europa tienen más consenso cultural en esos países que el condicionante que suponen sus tendencias políticas internas. Es probable que el auge de la extrema derecha sea la consecuencia y no la causa de esos discursos. En el 2010 no había ninguna amenaza real de la extrema derecha como ahora sí la tienen, y fueron absolutamente racistas, egoístas y fariseos con Grecia. ¡En Holanda gobernaba por entonces el Partido Laborista! Jeroen Dijsselbloem, el esperpéntico ministro de finanzas holandés que dijo aquello de que en España se había gastado el dinero en alcohol y putas, ¡era supuestamente de izquierdas! El SPD alemán también reproduce el discurso, aunque con más elegancia. Pero es obvio que si analizamos esto en términos de «alemanes» y «españoles», o de «holandeses» e «italianos», caemos en la trampa etnicista. Tanto el Santander como el Deutsche Bank se beneficiaron de la burbuja inmobiliaria española, así como de los rescates a la banca de los países periféricos. El lucro de la corrupción política en España se blanquea en el paraíso fiscal que es Holanda. La mayoría de trabajadores alemanes llevaban sufriendo décadas de represión salarial, perdiendo poder adquisitivo, y luego les dijeron que tenían que apretarse más el cinturón para rescatar a esos griegos que lo derrochaban todo. Pero el dinero no se lo quedó Grecia, era para devolverlo a los acreedores, muchos de ellos las grandes entidades financieras del continente. Esta confrontación identitaria, como todas las confrontaciones identitarias, es ridícula. Si los sueldos en Alemania hubieran aumentado, su superávit por cuenta corriente hubiera sido menor, reduciendo el desequilibrio y la necesidad de ajuste en la periferia. De la misma manera, la unión fiscal no es un juego de suma cero: la redistribución nunca lo es.

(…)

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