Aunque la Segunda Guerra Mundial pudo ser aún más atroz, la inútil guerra de trincheras de la Primera, con su terrible balance de muertes en el fango, nos ha dejado las imágenes más tristes. La parálisis de aquella contienda, durante meses y años, carece por completo de la mística feroz de los avances y retrocesos de la guerra móvil.
Sangre y barro. Una generación sacrificada en el altar de los sueños imperiales.
Desde aquellos coetáneos versos de acero traigo este soneto. La tragedia apenas comenzaba.
BENEDICTO XV
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