miércoles, 23 de diciembre de 2015

Contradicciones en el camino

Si era un tema incómodo, el de la entrada anterior, no es menos incómodo el de las lógicas consecuencias de lo allí denunciado. Me ocuparé de eso ahora. 

Es encomiable el esfuerzo de los  gobiernos progresistas por sacar de la miseria a sus poblaciones. Para concitar entusiasmo y galvanizar su apoyo consideran prioritario no defraudar el natural deseo de ascenso social. Los más pobres comparten con la burguesía la ideología del consumismo. Más que en una ardua y lenta labor pedagógica, los gobiernos se apoyan en fáciles promesas, y para cumplirlas recurren a políticas asistencialistas, lo que no es malo en sí mismo vistas las necesidades acuciantes de los pueblos depauperados.

Pero esto tiene dos consecuencias importantes. Por una parte, esos pobres cambian de situación social antes que de ideología, y muchos empiezan a verse como clase media, la que no tiene por lo general otra meta que consolidar una situación relativamente privilegiada o ascender más aún. Llegados aquí siempre hay otros más pobres de los que defenderse. La memoria es selectiva, es fácil creer que el ascenso ha sido obra exclusiva de su esfuerzo personal, y fácilmente disminuye su apoyo a quien los ha encumbrado.

Por otra parte, en el mercado mundial las vías para financiar ese estado asistencial son el recurso al crédito y las inversiones extranjeras, confiados en los altos precios que alcanzan las materias primas y los monocultivos en que es más rápido y fácil apoyar su crecimiento. Esas inversiones se dirigen a consolidar su papel de suministradores de materias primas más que de productos elaborados. Es un círculo vicioso difícil de romper.

Pero cuando la crisis universal de la escasez avanza, el ciclo de la prosperidad creciente se cierra. Los precios de esas mercancías bajan y el castillo de naipes se desploma, mientras pasan a primer plano las protestas de las poblaciones que sufren la devastación causada por el extractivismo y los monocultivos para la exportación.

El efecto es doble. Al desclasamiento de unos que ven frenado su ascenso se une la protesta de los damnificados por el daño hecho a su modo de vida tradicional.

En esas estamos. Los gobiernos progresistas empiezan a perder elecciones y se instalan de nuevo quienes una vez aposentados son muy difíciles de desalojar.






Entrevista a Claudio Katz, economista e investigador del CONICET
La Llamarada
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En un trabajo reciente señalé que existe una “dualidad en América Latina” porque este cambio en el ciclo político y en las relaciones de fuerza coexistió con una consolidación del patrón de acumulación extractivista, asentado en la exportación de materias primas básicas y en la inserción de América Latina como proveedora de productos básicos en la división internacional del trabajo. Esta situación es natural para un gobierno neoliberal, forma parte de su estrategia. Pero para gobiernos progresistas, de centroizquierda, hay una tensión con esa estructura; y para gobiernos radicales, distribucionistas, hay un conflicto de grandes proporciones.

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Sobre una mirada metabólica de la política


Rebelión
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Toda esta maquinaria sólo es viable mientras el Estado logre capturar márgenes adecuados de excedentes. Los gobiernos necesitan financiarse para sostenerse a sí mismos (lo que no es menor, porque el empleo público se multiplicó en casi todos los países progresistas), y simultáneamente mantener programas de compensación social.

El motor principal para lograr estos equilibrios han sido los extractivismos, tales como la minería, los hidrocarburos o los monocultivos. Por más que se acumule la evidencia sobre sus graves impactos sociales o ambientales, sus costos económicos escondidos, o la dependencia de los compradores o inversores internacionales, a pesar de todo eso, en lugar de buscar nuevas opciones, los progresismos optaron por profundizar todavía más su dependencia extractivista. Ahora rebajan los controles, ofrecen cuantiosos subsidios, contratos secretos, o reprimen la protesta ciudadana.
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Argentina 2015: Claves de una derrota


Rebelión
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...el boom del consumo que el kirchnerismo alentó y cultivó como política de estado no crea hegemonía política, error en que cayeron todos los gobiernos progresistas y de izquierda en la región. Ni aquí, ni en Venezuela, ni en Bolivia. En ninguna parte. La hegemonía es resultado de la educación política, de la supremacía en la batalla de ideas, de la concientización al estilo de Paulo Freire, y no del mayor acceso a los bienes de consumo. Y, desgraciadamente, en las experiencias progresistas de la región la formación política de las masas no tuvo la prioridad que debía haber tenido. Se confió en la magia del mercado: accediendo a algunos bienes se suponía que los nuevos consumidores retribuirían con lealtad política. Pero esa conexión entre consumo y hegemonía política no funciona de esa manera. Tal vez funcione en una dirección contraria. En todo caso, las consecuencias están a la vista.

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Rebelión
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Conviene insistir en lo siguiente: el extractivismo es una modalidad de acumulación capitalista que centraliza tanto el poder como la soberanía sobre el territorio; esto es, estructura un tipo de soberanía (nacional-estatal) que mercantiliza y monopoliza la decisión sobre los llamados “recursos naturales”. Esta racionalidad, esta forma política de hacer particular, esta modalidad de dominación transnacionalizada y corporativa, que se superpone y evita que la gente realice una gestión directa de los bienes comunes, está dotada de sentido por los procesos de acumulación de capital a escala global, por la División Internacional del Trabajo y la Naturaleza.

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1 comentario:

  1. Acertada reflexión que comparto. Difícil salir de ese círculo infernal, máxime dado el continuo e insidioso bombardeo mediático a que estamos sometidos.

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