miércoles, 16 de enero de 2013

No todo está perdido


Esperar sin esperanza es la peor maldición que puede caer sobre un pueblo, reflexiona Boaventura de Sousa Santos, sociólogo y catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra. Y analiza los factores que hacen posible construir la esperanza y las dificultades a vencer. Construir alternativas requerirá acuerdos con fuerzas burguesas sinceramente democráticas, contrarias al "fascismo social" de los grupos minoritarios más poderosos. Pero esos acuerdos deben preservar la unidad de la que hemos dado en llamar "izquierda  transformadora". Para ello hay que trazar algunas líneas irrenunciables en cualquier negociación.


La esperanza no se inventa, se construye con alternativas a la situación presente a partir de diagnósticos que permitan a los agentes sociales y políticos ser convincentes en su inconformismo y realistas en las alternativas que proponen. Si se produjera el desmantelamiento del Estado de bienestar y se llevaran a cabo ciertas privatizaciones (la del agua), estaríamos entrando en una sociedad políticamente democrática pero socialmente fascista, en la medida en que las clases sociales más vulnerables (la gran mayoría de la población) verían depender sus expectativas de vida de la benevolencia y, por tanto, del derecho de veto de grupos sociales minoritarios más poderosos. El fascismo que surge no es político, sino social y convive con una democracia de bajísima intensidad. La derecha en el poder no es homogénea, pero en ella domina la facción para la cual la democracia, lejos de ser un valor incalculable, es un costo económico y el fascismo social es un estado normal. 

La construcción de alternativas se apoya en dos distinciones cruciales: entre la derecha de la democracia como coste y la derecha de la democracia como valor; y entre esta última y las izquierdas (en el espectro político actual no hay una izquierda que asuma la democracia como un coste). Las alternativas democráticas tienen que surgir de esta última distinción. Los demócratas portugueses, de izquierda y de derecha, tendrán que tener en cuenta tanto lo que los une como lo que los divide. Lo que los une es la idea de que la democracia no se sostiene sin las condiciones que la hacen creíble para la mayoría de la población. Esta credibilidad se basa en la representatividad efectiva de quien representa (sistema político, sistema electoral, democracia interna de los partidos, financiación de campañas, etc.); en el desempeño de quien gobierna (rendición de cuentas, castigo de la corrupción y del abuso de poder); en el mínimo de ética política y de equidad para que el ciudadano no lo sea únicamente cuando vota, sino también cuando trabaja, cuando está enfermo, cuando va la escuela, cuando se divierte y cultiva, cuando envejece. En la coyuntura que atravesamos, este mínimo denominador común es más importante que nunca, pero al contrario de lo que puede parecer, las divergencias que se dan a partir de él también son más importantes que nunca. Son ellas las que van a dominar la vida política de los portugueses y europeos en las próximas décadas. 

Principales divergencias
  • Primero, para la izquierda, la democracia representativa de raíz liberal es hoy incapaz de garantizar, por sí misma, las condiciones de su sostenibilidad. El poder económico y financiero está concentrado y globalizado de tal modo que su musculatura logra secuestrar con facilidad a los representantes y gobernantes (¿por qué hay dinero para rescatar bancos y no lo hay para rescatar familias?). De ahí la necesidad de complementar la democracia representativa con la democracia participativa (presupuestos participativos, referendos, consultas populares y consejos de ciudadanos). En el contexto europeo no habrá democracia de alta intensidad sin la democratización de las instituciones y procesos de decisión comunitarios. 
  • Segundo, el crecimiento sólo se transforma en desarrollo cuando es ecológicamente sustentable y contribuye a democratizar las relaciones sociales en todos los ámbitos de la vida colectiva (en la empresa, la calle, la escuela, la familia, el acceso al derecho, la opción religiosa). Democracia es todo proceso de transformación de relaciones de poder desigual en relaciones de autoridad compartida. El socialismo es la democracia sin fin.
  • Tercero, sólo un Estado providencia fuerte hace posible una sociedad providencia fuerte (padres jubilados con pensiones recortadas dejan de poder ayudar a sus hijos desempleados, así como hijos desempleados dejan de poder ayudar a sus padres ancianos o enfermos). La filantropía y la caridad son políticamente reaccionarias cuando, en lugar de complementar los derechos sociales, los sustituyen.
  • Y cuarto, la diversidad cultural, sexual, racial, religiosa debe ser celebrada y no sólo tolerada.
 

2 comentarios:

  1. Excelente texto,excelente contenido.Me convence e interiorizo lo que expone Boaventura de Sousa Santos,pero ¿como formamos o como creamos el habitat adecuado para esos rebeldes competentes en un pais como Portugal?
    ¿Como llevamos a la practica esa hermosa idealidad?
    Unha aperta agarimosa

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  2. Portugal, como España, es un país maltratado. En estas condiciones, antes de que haya rebeldes competentes pasaremos por un tiempo de rebeldes incompetentes. De crearlos ya se está encargando el sistema.

    Nuestra tarea es otra, y es doble: Primero, difundir formación, que es competencia. Después, o al mismo tiempo, difundir esperanza. En otra entrada de este blog he comentado un artículo donde Wallerstein nos muestra cómo de muchas insignificancias (o de alguna concreta que no podemos prever cuál será) puede proceder el éxito en las disyuntivas que continuamente conforman la historia:

    http://esencialomenos.blogspot.com.es/2013/01/trastornos-globales-en-el-mediano-plazo.html

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